Virus e informes

LA Guardia Civil de Madrid, en funciones de Policía Judicial, manda un informe a una jueza de instrucción sobre la manifestación del Día de la Mujer y el contagio del coronavirus. Se ha demostrado lo poco consistente del mismo, con errores de bulto y prejuicios inadmisibles. La misma jueza, quizás con entusias-
mo digno de mejor causa, solici-ta un nuevo informe a un médico forense y este quiere lucirse ante el país, pero no ante su conciencia profesional.

Peritis in artis sua credendum esse es un aforismo procesal que significa, en una traducción aproximada, como son todas las traducciones, que hay que creer a los peritos cuando hablan de la materia de su especialidad. Pues no: en este caso no solo no hay que creerlos, sino que hay que criticarlos. Este informe contiene una serie de opiniones dignas de la barra de un bar: dice, por ejemplo, que el contagio después de la manifestación se veía venir, sin aducir ninguna prueba ni base científica alguna que demuestre una opinión tan simplista.

Este médico forense no es epidemiólogo ni virólogo, ni nada terminado en –logo, ese soberano formante que heredamos de Grecia; por esta razón, el médico tenía que haberse inhibido por
falta de conocimientos, pero no: quería su momento de gloria, quería el estrellato.

Este forense no es más que un médico normal que ganó una oposición más o menos difícil, pero lo más grave es el comentario, oído este mismo día, que dice que el buen doctor pertenece a una especie de secta que se llama Legionarios de Cristo. Y aquí está el meollo de la cuestión: hay una ideología que lo condiciona todo, que anula el conocimiento y que niega la sindéresis, que, no olvidemos, significa “rectitud de juicio”. Es normal exigir responsabilidades al Gobierno, creo que Francia lo va a hacer, pero hay que guardar las formas, que en el Derecho no son accesorias, sino fundamentales.