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Virus, más allá de Galicia

    LA coincidencia en el tiempo de la convocatoria de las elecciones gallegas con la aparición del coronavirus cuando aquel proceso apenas se había iniciado trajo como consecuencia la anómala situación de que un Ejecutivo en funciones se viese carente del necesario contrapeso de control que supone el normal funcionamiento del parlamento. Tanto más necesario, en puridad democrática, por cuanto se trata de hacer frente a un hecho tan inesperado como insólito. Una situación en la que algunos líderes de opinión quieren ver una deslegitimación de la acción del Gobierno gallego al enjuiciar toda su acción bajo el prisma de la mera conveniencia electoral.

    No será desde aquí desde donde se legitime el incumplimiento de la Xunta respecto de su anunciado propósito de establecer una fluida comunicación tanto con la Diputación Permanente como con los portavoces de la oposición. Pero sí parece oportuno apuntar la relatividad que el cumplimiento de esas promesas supondría. Dicho en otras palabras, no hubieran tenido más relevancia que la de la siempre recomendable cortesía parlamentaria. Nada más.

    Tanto la decisión de Sánchez de reservarse para sí el mando único en la lucha contra el virus como la exigencia de que el estado de alarma deba ser refrendado por las Cortes Generales deja en muy segundo plano la capacidad operativa de Xunta y Parlamento gallegos, condicionados por la rigidez de lo dispuesto desde Madrid, ya se ve que con tan repetidos como monumentales errores.

    En medio de esa maraña de equivocaciones y rectificaciones, de demoras e inseguridades emanadas desde Madrid y en medio también del mayor grado de crispación política que el país ha vivido en mucho tiempo, Feijóo supo avanzar con su bien ganada experiencia funcionarial creando efectivos grupos de trabajo que favorecieron el acierto en las decisiones y el positivo control de la pandemia y anticipan una razonable esperanza para superar la crisis económica que le sucederá.

    Pero como el virus no es para siempre, lo urgente no debe enmascarar o distraer de lo importante, sobre todo cuando ambas realidades son compatibles. Y
    la celebración de los comicios
    autonómicos por más que no aparezcan entre las urgencias de la ciudadanía sí ha de ser contemplada como exigencia inmediata para retornar la política gallega a su estado de natural funcionamiento institucional. Y que supondrá la ansiada vuelta a la normalidad de siempre.

    Así lo entiende el entorno más próximo al presidente –¿19 o 26
    de julio?–, sin duda aleccionado por la favorable coyuntura que devuelve los réditos del acierto sobre la pandemia, más si se compara con lo actuado desde el Gobierno central. Por eso despista, cuando menos, el cambio de actitud de Núñez Feijóo al inclinarse por la nueva prórroga del estado de alarma. En Madrid hablan de que estimaron sus proposiciones alternativas; aquí, quizá cabía más pensar en una maniobra a lo PNV.

    Pero, en uno u otro caso, no sería más que un regalo de peces, no enseñar a pescar. Y con ser muy importante el compromiso del presidente autonómico con Galicia, no se agotan ahí sus responsabilidades políticas en tanto que integrante de una muy concreta opción de gobernabilidad para España. Que también cuenta.

    09 may 2020 / 00:18
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