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Winter light

    TÍTULO de una bella canción de la estadounidense Linda Ronstadt (1993) que, como su nombre hace presagiar, habla de esperanza, de la luz en la obscuridad, del despertar de la vida hibernada, de ilusión. Se pasea por mi cabeza cuando se acerca el otoño porque considero el estío como una especie de suspensión temporal, de invierno de la cosa pública y de muchas cuestiones del ámbito privado o personal. Un tiempo de vorágine en el que sólo nos ocupamos de lo más superficial, liviano o urgente; de lo placentero. Un trance donde aparcamos la enjundia vital para momentos más intimistas y de mayor concentración. Por eso, llegados a este punto, los desafíos y la realidad vuelven a abrirse paso.

    Puede que sea un buen momento para reflexionar con valentía y sin tabúes sobre qué país queremos ser en el futuro. De un ejercicio colectivo de sensatez, generosidad y, por qué no, de profesionalidad y competencia. Abierto a todos, con el único requisito del sentido común; sin ataduras a nada que no sea el interés general.

    Hace tiempo que estamos construyen-
    do un país imposible, cimentando defectos estructurales que serán insalvables en
    poco tiempo. Les pongo un ejemplo: el
    mercado energético patrio. Un espacio híper regulado pero que se asemeja a la sel-va, con sus leyes ancestrales. El resultado está claro: un lastre insoportable para los ciudadanos y para la competitividad de las empresas mientras los beneficios del oligopolio agrandan orondos patrimonios en Pekín o Nueva York.

    Otro sector híper regulado, pero con evidentes disfunciones, el sistema bancario español. Que a su histórico endosado de deuda a los ciudadanos suma ahora una febril reducción de costes a cuenta de sus clientes, dejando muchos pueblos sin una oficina –cuando el Estado ha hecho indispensable tener una cuenta abierta–, colas tercermundistas a la intemperie y, lo más peligroso, escasez de competencia.

    Pero quizás lo más urgente sea el sector público por la acuciante necesidad de un pacto para la educación, para la sostenibilidad del estado del bienestar, para una regulación del mercado laboral que remedie las graves dificultades actuales (los vicios de todas las partes, la falta de disponibilidad o la precariedad actual).

    ¿Seguirán los políticos enquistados en sus estúpidas guerras de pírricas victorias en forma de migajas de votos? Para el curso que empieza les recomendaría la serie animada creada por Warren Buffett El Secreto Club de los Millonarios. En unos de sus capítulos afirma: quién no tiene un plan, planea fallar.

    16 sep 2021 / 01:00
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