Estacionar no es acampar

EL TURISMO de autocaravana, muy de moda en el mundo más desarrollado, suele ser de tipo familiar, tranquilo y poco intrusivo, pero apenas deja dinero en los destinos elegidos. La razón es muy sencilla: los autocaravanistas viajan con la casa a cuestas, no pagan hoteles, apenas pisan los restaurantes y ni siquiera hacen gastos elevados en los supermercados, porque salen de sus lugares de origen con el aceite, el azúcar y hasta la leche ya comprada. Los modernos vehículos vienen además tan bien equipados, con ducha, cocina, WC, televisión y todo tipo de ingenios electrónicos, que cualquiera puede sentirse tan cómodo como en casa aunque aparque en medio de un bosque o en la cima de un acantilado, sin necesidad de hacer uso de los servicios de un campin o de las zonas que casi todas las ciudades ponen a disposición de los turistas rodantes. Y aunque la acampada libre está muy perseguida en España, en el caso de los autocaravanistas la cosa se complica al existir claras diferencias entre lo que significa estacionar –no puedes sacar ningún útil del vehículo, como sillas o mesas, aunque muchos hacen al final lo que quieren– y acampar. En Santiago, este tipo de viajeros cuentan, además de con cámpines, con una estupenda zona de aparcamiento y esparcimiento en Salgueiriños, a pocos minutos andando del centro de la ciudad, pero aún así prefieren no pagar nada en otros lugares muy céntricos, como es el caso del Campus Vida, y más agradables por la sombra y el frescor que proporciona la vegetación. Sobre este particular, ¿a nadie se le ha ocurrido la idea de plantar unos cuantos arbolitos en la citada explanada, tan amplia como desangelada? Háganlo y ya verán cómo los autocaravanistas no saldrán pitando de allí, asfixiados bajo sus techos de fibra, a las pocas horas de llegar. Y pagarán con gusto lo que sea menester.

BEATRIZ CASTRO/Periodista