Frías estadísticas que de poco sirven

EN SANTIAGO, con motivo de la pandemia que aún vivimos, ha vuelto a resurgir con fuerza el debate sobre cómo atender a las personas mayores que viven solas, aunque seguramente el análisis habría que centrarlo solamente en los jubilados que padecen problemas de todo tipo por estar en esa situación. De nada sirve hacer un censo global sobre dichas personas –se calcula que en la capital gallega viven en soledad en torno a 4.500 mayores– si no se entra a fondo en las circunstancias de cada cual con el fin de intentar ayudar a quienes realmente lo necesiten. En otras palabras, una señora de 85 años que vive sola no tiene por qué tener problemas de ningún tipo si goza de salud, unos ingresos decentes y familiares o amigos que la visiten de vez en cuando, mientras que un señor de 70, aun siendo más joven, puede estar pasando un calvario si la soledad es impuesta, si la salud flojea y si encima su pensión se va casi por completo en pagar necesidades tan básicas como la luz y el gas. Lo censos tienen que tener un fin dirigido a hacer más efectivas las ayudas sociales a quienes realmente las necesiten. De lo contrario, son simples estadísticas frías y poco valiosas a la hora de poner en marcha medidas dirigidas a luchar contra la pobreza, la exclusión, la enfermedad y la falta de compañía. El coronavirus ha sacado a la luz numerosos casos dramáticos de ancianos que, si no llega a ser por el despliegue realizado por Protección Civil, Cruz Roja y otras instituciones sociales dependientes de las administraciones públicas o de la iglesia, probablemente hubiesen pasado una tortura insoportable al no contar con nadie que les trajese a casa la comida y otros bienes de primera necesidad. Esos son los censos que realmente tenemos que tener siempre presentes, no solo durante periodos puntuales como el actual.

BEATRIZ CASTRO/Periodista