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|| nosotros y cía ||

Mascarilla por aquí, mascarilla por allá

¡Buenas! ¿Cómo están, qué tal pasaron el verano?

Lo cierto es que tenía ganas de hablar con ustedes. Habría preferido hacerlo en una terracita, todos alrededor de una mesa con cervecitas, vermú, agüitas con gas o lo que deseen. Lo importante no es el aperitivo, sino volver a vernos e intercambiar impresiones tras las vacaciones.

¿Saben qué? El otro día me puse la mascarilla pringada y enguarringada de Campari, ya saben, esa exquisitez italiana amarga pero enormemente sabrosa.

Estaba sentado en una terraza bajo una maravillosa sombra en un espléndido día, sin nadie por aquí ni nadie por allá, con mi mascarilla bajada para comerme la tapa y dar unos tragos del refrescante aperitivo. Cuando de pronto veo a los ahora autoritarios, perdón, autorizados guardias municipales acercarse a lo lejos, así que me subí la mascarilla y así estuve un rato.

Pero cuando quise darme cuenta estaba intentando beber con la mascarilla puesta.

¡No vean cómo me quedó el polo que acababa de estrenar; el vaquero me preocupa menos, va a la lavadora y no queda ni rastro del Campari.

Sí, esa es solo una anécdota de lo que me pasó este verano. Sumen las suyas, las de sus familiares, conocidos, vecinos y ya verán qué nueva Antología del disparate publicamos.

Porque sinceramente, a quién se le ocurrió eso de que hay que llevar la mascarilla en todo momento, a todas horas siempre que se esté fuera de casa, haya o no haya nadie en ni en 1,5, dos, cinco, diez, cincuenta ni cien metros a la redonda.

¿Qué científico genio apoyó que aunque se esté solo, pero solo, solo, haya que tener la boca tapada?

Porque sepan que este nuevo virus, como otros, vive lo que vive y en las condiciones que ya todos conocemos. También sabemos hasta la saciedad, porque nos machacan con esa información todos los días nuestros políticos y expertos en coronavirus, que el contagio de la covid-19 se produce por las gotículas o el aerosol que se desprende con nuestro aliento, con nuestra respiración o al toser, al hablar, al fumar, al reírnos, al estornudar a una distancia de un metro y medio.

Pero vayamos más allá, seamos más papistas que el papa e imaginemos que la transmisión se produce incluso a diez metros.

Entonces, ¿por qué tengo que ponerme la mascarilla cuando no veo a nadie.

No soy un talibán contra la mascarilla y menos aún un negacionista. Nunca lo he sido y ya mostré en varias ocasiones mi carácter racional, mi defensa de la ciencia, militancia en el conocimiento, creencia en el método científico y todo lo que sea pura lógica. Así que no, no me vayan a atacar por ahí.

Así que el que quiera atacarme que no vaya por ahí. Veo todos los días las quejas de médicos de sobrada formación y conocimientos quejarse de “la estupidez de llevar la mascarilla cuando se va solo o se está al aire libre sin nadie a una distancia prudencial”. Tal cual.

Es que hasta el contestado y cuestionado Fernando Simón, ese señor científico que hoy dice una cosa y mañana otra, siempre fue firme en la distancia del contagio. Eso sí, para él un día la mascarilla no era importante para impedir la transmisión del virus y a la semana siguiente era fundamental ponérsela y llevar bien tapadas nariz, boca y barbilla. Menos mal que nos dejaron al aire las orejas y los ojos.

Lo cierto es que en todo esto no hay nada nuevo. El SARS-CoV-2 es un virus de la familia de los coronavirus, de los que ya se conocen muchas cosas desde hace muchos años, por ejemplo su tamaño. También se conoce qué deja y qué no deja pasar una u otra mascarilla, y si puede en uno y otro modelo traspasarla un coronavirus.

Entonces a qué viene tanta memez. Que triunfe la razón, la ciencia y que las autoridades sean duras en su justa medida con aquellos que pongan en peligro a los demás, con aquellos que no creen en la gravedad de la pandemia, de esta enfermedad, de la cantidad de muertos y víctimas que está dejando, de las secuelas con las que marca el resto de la vida.

Pero seamos sensatos, que no se multe a personas que van por la acera ¡solas! sin la mascarilla, que la placa de agente municipal sirva para algo más que exhibirla.

Si los municipales fueran tan diligentes cuando los llamas por problemas de orden público o de cualquier otra naturaleza de seguridad, otro gallo nos cantaría.

¡Ah, y sé de qué hablo! Lo que podría contarles en experiencias personales.

|| las claves una a una ||

1 ¿Qué pasa en España? El otro día se preguntaban en un programa de Radio 5 qué es lo que pasa en España para que la covid-19 esté dando tanto y tan duro, mucho más que en el resto de países europeos. Y eso que vamos con la mascarilla a todas partes.

2 ¡Ay, la familia! Decía mi abuela aquello de “familia y trastos viejos, pocos y lejos”. Este aforismo, cómo ven, viene que ni pintado para los tiempos que vivimos, ya que muchos expertos achacan la situación en nuestro país a los contagios que se producen en las familias y los grupos de amigos. ¡He ahí la diferencia!

3 Medidas menos drásticas. Porque sepan ustedes que en el resto de Europa las medidas para combatir este virus son mucho menos drásticas que en España. No hay tantos confinamientos, ni aislamientos, ni la mascarilla hay que usarla al aire libre (eso solo pasa aquí), y sin embargo se encuentran todos en una situación epidemiológica mucho más satisfactoria que la nuestra

4 Responsabilidad. Así que en lugar de concienciar tanto sobre los tapabocas, habrá que educar sobre la responsabilidad de los contactos con personas ajenas a nuestro entorno habitacional, aunque estas se correspondan con los hermanos, primos, tíos, padres o abuelos que viven en otros domicilios. Ya no digamos de los colegas, las pandillas y los amigos; a esos mejor tenerlos a distancia. ¡Ven! Yo en eso sí que pequé y como tantos hice encuentros en casa que no debería haber celebrado. Mea culpa.

|| Lo mejor ||

A VER SI ES VERDAD. Qué gran objetivo propuso el miércoles la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Pretende que se reduzcan en un 55 % las emisiones contaminantes en Europa de aquí a 2030, un 15 % más de lo que se había previsto hace tan solo unos años. Esperemos, por el bien de todos, que se logre su deseo y no siga el mismo camino que los plásticos, que a causa de la pandemia de la covid-19 cayó su reducción en el más absoluto de los olvidos. Todo lo que contribuyamos al medio ambiente será bueno para el planeta.

|| Lo peor ||

TERRIBLE. Todavía sigo impactado por la muerte esta semana de dos bebés a manos de sus progenitores. Una niña de cuatro años fue degollada por su progenitor tras discutir con la madre de la pequeña. Un niño de tan solo diez meses falleció tras ser golpeada su cabecita contra los barrotes de la cuna por sus padres, de 20 y 17 años. ¿Cómo es posible que se puedan llegar a cometer semejantes crímenes? Lo siento, no le encuentro explicación ni puedo ofrecerles a ustedes análisis alguno. Escapa, sin duda, al razonamiento humano.

El momento estelar estival
20 sep 2020 / 00:00
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