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Un canario para La Moncloa

    A medida que pasan los días del duro confinamiento que, a falta de más efectivos métodos de lucha contra la pandemia, el Gobierno ha impuesto al conjunto de la ciudadanía se hace tanto más difícil digerir con un mínimo de tolerancia los Aló Presidente con que Pedro Sánchez irrumpe en el almuerzo de los españoles cada mediodía del sábado. Una comparecencia que cabalga en progresión geométrica a lo largo de las semanas ya transcurridas del sopor a la provocación, de la manida justificación al más impune de los descaros, de las mentiras.

    De lo escuchado el sábado el cronista salva únicamente, por su veracidad, dos afirmaciones del presidente; una de ellas fruto de un lapsus que en absoluto volverá a repetir –“la imprevista invasión del virus en febrero”– y el repetido mantra de que el confinamiento era y es la “única medida de lucha contra el virus”.

    Si en el primero de los casos el descuido le llevó a reconocer que la invasión del virus se había producido al menos una semana antes de las autorizadas manifestaciones del 8-M –lo que, repetimos, no volveremos a escuchar de su boca–, en el segundo de los casos y también de modo involuntario hizo un certero retrato de la actuación del Gobierno que preside en la lucha contra el virus al reconocer como única medida efectiva la del confinamiento.

    Por lo demás, resulta una continuada provocación la insistencia de Pedro Sánchez en presumir de diálogo con la oposición y con las autonomías a propósito del virus, justificándolo en las homilías dominicales del ordeno y mando a los presidentes autonómicos o en las obligadas comparecencias en el Congreso para lograr las inmerecidas –por no pactadas– prórrogas del Estado de Alarma.

    Se tiene hablado con frecuencia de ese raro virus existente en La Moncloa que tiene la virtualidad de reducir la racionalidad de los gobernantes a la horma de sus caprichos, creando un peligroso cinturón sanitario respecto de la sensibilidad de la ciudadanía. Se vio con la prepotencia de Aznar en su segundo mandato, las descerebradas medidas de Zapatero respecto de la crisis económica y en la inhibición legislativa de Rajoy cuando disponía de todo el poder. Y se reproduce, de nuevo, con el actual inquilino de La Moncloa, que ostenta el triste récord de que cuantas medidas adopta con la pretensión de ayudar a algún colectivo social o económico acaba siendo repudiadas por sus bienintencionados destinatarios.

    Ante la deriva del actual Gobierno algún comentarista aconseja ya llevar al complejo presidencial el canario con que los mineros suelen acompañarse en su bajada a la mina y que tan efectivo resulta para avisar de la venenosa concentración del apaciblemente mortal grisú. Un canario en La Moncloa capaz de detectar esa desafección entre ciudadanía y gobernantes que avise a tiempo antes que la pócima de la indignación ciudadana se convierta en letal. Por el momento, empresarios, autónomos, sanitarios, afectados por el ERTE, agricultores, investigadores, hosteleros, empleadas de hogar, transportistas... engrosan ya la larga nómina de los desafectos.

    Y sí; es cierto. Si el canario hubiese asistido a la comparecencia del sábado del presidente Sánchez hubiese huido despavorido por la ventana.

    03 may 2020 / 20:43
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