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El espionaje del gato y el ratón

La falta de colaboración entre los distintos servicios de inteligencia se ha vuelto proverbial, tanto en la ficción como en la realidad. Conocidos son los casos de la rivalidad entre el MI5y el MI6 ingleses, entre la CIA, el Pentágono y el FBI, o entre el KGB y el ejército de la extinta URSS. No iba a ser menos Afganistán, como podemos comprobar escuchando la entrevista, realizada por Jamaluddin Mosavi en persa en la BBC, al antiguo jefe de la seguridad nacional afgana (NDS), Ahmad Zia Saraj, quien trabajó en ese servicio 20 años y fue su jefe desde 2019 a 2021; y a la que se puso el título: “Secretos hasta ahora no desvelados de la caída de la República de Afganistán”.

Comienza señalando que “el hundimiento del sistema político afgano sorprendió a todo el mundo. El NDS debía haber sido los ojos y oídos de ese sistema. ¿Qué estaban haciendo ustedes cuando el presidente dijo que en su huida no pudo ni atarse los zapatos?” A lo que Saraj respondió que había un servicio de información de la presidencia, pero que los ministros del interior y defensa tenían cada uno el suyo. Y que en el palacio presidencial había una llamada “oficina de coordinación”, controlada por Mohib, el hombre más cercano a Ghani, que sintetizaba la información que se daba al presidente. Esa información se le proporcionaba puntualmente, pero normalmente no la consultaba.

La segunda de las preguntas se refería al informe de la SIGAR (Inspección General Especial de Afganistán), que concluyó que millones de dólares fueron robados al servicio de inteligencia cuando se producía el hundimiento. Saraj contesta diciendo: “eso es absolutamente falso”, como se puede comprobar analizando las cuentas de este servicio, que llegan hasta la noche del día 15 de agosto de 2021, en las que consta el dinero que luego se quedaron los talibanes.

Al contestar a la tercera pregunta, sobre su huida del país el día 16 de ese mes, se le señala cómo podía saber que ese dinero no había sido robado previamente. Dice que el día 15 estaba en su despacho y le constaba que no había habido ningún robo, y lo mismo podían atestiguar los guardias y oficiales que formaban su escolta. Y cuando se le pide que diga con cuánto dinero se marchó, dice que el necesario para llegar de Afganistán a Londres, vía Turquía.

Otro miembro del NDS ha afirmado lo contrario, porque señala que se apropió de mucho dinero en los últimos días de la República. Y afirma también que otro miembro del NDS, desde su llegada a los EE.UU., y viendo que el servicio Western Union de envío postal de dinero ya no funcionaba en Afganistán, abrió el servicio Hawala, que permitió que se recibiesen miles de dólares remitidos desde allí, y enviar dinero solo a los miembros de la familias afganas de los remitentes. Ese miembro del NDS guardó todo el dinero recibido desde su país, remitido por quienes no pudieron salir de Afganistán en los últimos días del colapso. Como solo se podía salir con una cantidad limitada de dólares, puede verse en qué consistía ese servicio. Continúa la entrevista sacando a la luz una información de Wall Street Journal que dice que el antiguo ministro de hacienda, Eklil Hakimi, tiene en EE.UU. propiedades valoradas en 10 millones. A lo que Saraj añade que ni él, ni su mujer, ni sus parientes tienen propiedades registradas a su nombre.

Puede verse luego un video en el que el Palacio Presidencial es alcanzado por misiles en la celebración de la fiesta del Eid, y se le pregunta por qué el servicio de seguridad no era capaz de garantizar la integridad del edificio. A lo que contesta diciendo que el 90% de los terroristas eran detenidos tras los atentados, pero que no podían prevenirlos porque salían desde la región de Quetta en Pakistán. Allí tenían sus campos de entrenamiento, pero la inteligencia pakistaní nunca daba la información necesaria.

El gobierno afgano era notoriamente pluricéfalo, y Saraj explica que eso hacía que el vicepresidente Saleh y el consejero presidencial Mohib estuviesen siempre a la greña, estando siempre él entre las dos partes. En teoría él podría prescindir de esas peleas y dirigirse al presidente, del que dependía directamente, pero la pelea entre ese gato y ese ratón hacían imposible su labor. Pocos días antes del colapso tuvo lugar la última reunión de todos los servicios de seguridad, que comprobaron que ya no se podía defender la república. El periodista le preguntó: “¿por qué era demasiado tarde?” A lo que contestó que ya había caído ignominiosamente Herat, y como el cuartel general del ejército estaba allí y en Kandahar, sería imposible seguir resistiéndose, como apuntaban también los ministros de defensa e interior. Curiosamente en una reciente entrevista el ex-presidente Ghani dice que quien ordenó cesar la resistencia fue el propio Saraj.

Confirma Saraj la información de que Blinken sí que dijo a Ghani que formase un gobierno de transición junto con los talibanes, mientras continuaban las negociaciones de paz. Pero la huida precipitada de Ghani, por miedo a que lo matasen los talibanes, frustró ese proyecto.

Se le preguntó a Saraj, por qué, contando con la ayuda de la CIA, el MI6, y con generosísimas ayudas financieras internacionales y el apoyo de la mayoría de la población, no fueron capaces de detener a los talibanes, que tenían sus bases en las montañas. Y curiosamente, y a pesar de trabajar en el NDS 20 años, dice que esa ayuda se limitaba al entrenamiento de los agentes, pero que ni se compartía información ni se hacían planes de futuro para Afganistán. Muchos agentes del NDS trabajaban en realidad para los servicios de inteligencia de los EE.UU., Inglaterra, Francia, Alemania, Irán, China y la India. Se le dijo: “¿sorprendió usted alguna vez a alguno de ellos trabajando para esos países extranjeros o para otros servicios afganos diferentes?” A lo que contestó: “sí, hubo arrestos en los niveles más bajos, pero no le puedo contestar a esa pregunta”.

La cuestión capital fue: “Cuando cayó el gobierno, ¿a cuántos miembros del ISIS había liberado?” Saraj dice que tenía en prisión a unos 4.000 prisioneros de esa organización, entre ellos a casi todos sus líderes. “En los últimos años, con la ayuda de la población, teníamos casi derrotado al ISIS y detenido a Aslam Farooqi y Shaikh Omar Konari, dos de sus principales líderes. Pero esos 4.000 terroristas fueron liberados por los talibanes, que asaltaron las cárceles”. Y así fue, pero lo que no dice es que el propio gobierno afgano y su servicio de seguridad habían utilizado al Daesh para luchar contra los talibanes, según fuentes bien informadas.

Lo curioso es que los talibanes y el ISIS también hacían operaciones militares conjuntas contra el gobierno en la ciudad de Kabul, a pesar de que se odiaban mutuamente. Saraj así lo reconoce, de la misma manera que señala que, tras la muerte de Osama Bin Laden, Al Qaeda también operaba en Afganistán y colaboraba con los talibanes. Todo ello con la inestimable ayuda del ISI (Servicio de Inteligencia de Pakistán), que “hacía lo que le parecía y sobrepasaba ampliamente los límites de la ley”, dando abrigo y toda clase de apoyos a los talibanes. Saraj señala que “Pakistán creía que el propósito de los EE.UU. era desarmarlos a ellos desde Afganistán”, y por eso nunca fue honesto en su colaboración con ninguno de los dos. Esa era la razón por la que apoyaba claramente a los talibanes, acogidos y entrenados en ese país.

Al enumerar los factores que precipitaron la caída de Afganistán, Saraj señala los siguientes: 1. la hostilidad de todos los poderes locales contra los EE.UU., que dificultaba mucho su presencia allí; 2. el agotamiento de los EE.UU. y sus aliados por una larguísima guerra; 3. el acuerdo de Doha que sacó a la calle a 5.000 terroristas talibanes; 4. la retirada paulatina del apoyo al ejército afgano; 5. la imprudencia de los políticos afganos y su creencia de que los EE.UU. nunca se marcharían; 6. la corrupción electoral; 7. la facilidad de que disponían los talibanes para difundir su propaganda y para debilitar al ejército.

Para terminar, cuando se le preguntó si volvería a Afganistán para colaborar con los talibanes, como ya están haciendo otros políticos pastunes, afirmó que para él no son personas concretas, sino una ideología contra la que luchó 20 años. Por eso dice que considera a Ahmad Massoud, que dirige un grupo de resistentes desde fuera del país, como su “hermano”, y confirma sus contactos con él. “El único camino que nos queda es la resistencia política y militar, pero siempre debe predominar la política”.

No soy experto en temas de seguridad, pero creo que Afganistán tendrá un siniestro futuro si cada vez más personas y potencias extranjeras deciden blanquear el rostro de los talibanes. Se trata de uno de los grupos islamistas más importantes del mundo, con cientos de terroristas suicidas, integrados en la unidad del ministerio de defensa Isteshadi, dispuestos a inmolarse. Creen que deben apoyar a todos los grupos terroristas afines, y convertir a su país en su santuario. Pero lo peor de todo no es eso, sino que por la incapacidad, la corrupción, la irresponsabilidad y la incompetencia de los militares afganos, ahora tienen en sus manos todas las armas y equipos del antiguo ejército afgano.

19 sep 2022 / 01:00
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