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Hostelería disgustada tras la apertura

Los propietarios de establecimientos consideran que la relajación de restricciones es insuficiente y las facturas siguen llegando // Las ayudas tienen “letra pequeña” y son “imposibles de alcanzar”

Este nuevo proceso de desescalada ha sido especialmente relevante para la hostelería gallega, que, tras casi un mes sin abrir las puertas, se veía asfixiada, sin ayudas y con cientos de facturas por pagar.

Con todo, el presidente de la Asociación de Hostelería de Galicia, Héctor Cañete, asegura que “no hubo desescalada en todos los sitios” y, en los que sí, “las terrazas al 50 % no son rentables como para vivir”. Pero, aún así, “hay que abrir porque tras tanto tiempo cerrados es necesario facturar lo que sea para poder pagar las hipotecas de nuestras casas y mantener a nuestras familias”, evidencia.

Asimismo, considera que las ayudas que en estos momentos están llegando son totalmente insuficientes. “Hay tres líneas de ayudas, ahora la que está llegando es la relativa al cierre de los autónomos, por una cuantía de 2.000 euros, que no dan para nada ni para compensar lo cerrado”, explica Héctor.

Y, sobre las demás, la imposibilidad de cobrarlas es una verdadera realidad. “Las condiciones impuestas en la letra pequeña” son muchas y “muy difíciles de demostrar”, como es el caso de evidenciar que has tenido en el año 2020 unas pérdidas superiores al 45 %.

Por ello, “lo que nosotros entendemos”, desde Hostelería de Galicia, es que “las ayudas deberían llegar a todos los compañeros que estamos cerrados y no haber divisiones ni rangos por nivel de facturación”.

Con todo, Héctor resalta que “no se debe ir en contra de la Xunta, ni mucho menos, porque es la única Administración que hasta la fecha ha estado ayudando en la medida de lo posible, cuando de otras administraciones como es el caso del Gobierno central aún no sabemos nada después de hace más de un año”. “No me parece justo criticar a los únicos que nos están prestando ayudas”, dice.

Por otra parte, tras haberse publicado en el Diario Oficial de Galicia (DOG) cuáles serán las condiciones para esta reapertura, estando entre ellas las inspecciones policiales con cadencia semanal y también la habilitación de un código QR para el registro de los clientes, el sector de la hostelería ha mostrado su oposición a estas medidas, por considerarlas inviables.

Héctor Cañete cree que todo el sector se siente “totalmente criminalizado”. “Entendemos que todo lo que se haga por el bien del sector para no tener que cerrar es bueno, pero también pedimos que el mismo sistema se implante en todos los demás ámbitos”, incide.

En este sentido, explica que “tú puedes ir a la farmacia, al centro comercial o subirte a un autobús y luego ir al bar y marcar allí el código QR, y eso no puede ser”. “Si es por un motivo de seguridad, que lo sea para todos, no solo para la hostelería, también para autobuses, comercios y centros comerciales”.

De este modo, el presidente de la Asociación de Hostelería de Galicia solo vería bien estas medidas en caso de que “se empiece por nosotros pero, en un tiempo, se hagan extensibles ya a todos lados, de manera progresiva”.

Sea como fuere, lo cierto es que la situación de cada hostelero depende mucho del área sanitaria y del municipio en el que se encuentre su local. Por ello, pasamos ahora a conocer las historias de un propietario de cada una de las zonas de restricción vigentes en la actualidad: nivel máximo –más de 500 de incidencia–, nivel alto –entre 250 y 500–, nivel medio –menos de 250– y nivel de limitación de movilidad al área sanitaria.

“Tuve que pagar casi 300 euros para mandar a mis empleados al ERTE”
Daily San Román Castiñeiras
Propietaria del local Castiñeira en Curtis (A Coruña) - Zona en nivel de riesgo máximo

Curtis. “Calculo que puedo aguantar esta situación un mes más y después tendré que tomar alguna decisión”, advierte Daily Sanromán, propietaria de la cafetería A Castiñeira de Curtis que, tras el levantamiento de restricciones, aún no podrá reabrir su pequeña terraza ni su interior por encontrarse en zona de máximo riesgo.

La hostelera considera que esta laxa apertura no será suficiente pues “mañana mismo tengo que pagar la Seguridad Social del mes pasado, un mes en el que el bar estuvo abierto solo hasta las seis de la tarde sirviendo cafés”. Antes también daban copas por la noche y, con la juventud carballesa, el negocio funcionaba muy bien. Todo eso se ha acabado a raíz del coronavirus.

Además, para Daily el gran problema son sus empleados, de los que se siente responsable aunque es consciente de que en estas circunstancias “nadie tiene la culpa”. “Tengo tres empleados y con lo que se vende de café y unos cuantos vinitos hasta las seis no compensa, porque su Seguridad Social hay que pagarla igual”.

Durante este tiempo cerrados, desde la entrada en vigor del cierre total de la hostelería el 27 de enero, no han tenido ningún ingreso. “Al principio tuve la idea de vender café para llevar, pero tampoco había mucho movimiento, así que iba a tener más gasto de los cafés que pudiese vender”, explica.

Trabajando solo con terraza, ahora, considera que puede volver a la actividad ella junto a otra empleada, “pero no puedo sacar a los demás del ERTE”. Ese fue otro de sus grandes problemas: “Al tener tres empleados y cerrar tuve que mandarlos al ERTE y por realizar ese procedimiento la gestoría te cobra, a mí casi 300 euros”.

“Ahora para recuperarlos otra vez a pagar 300 euros y luego para volver a echarlos lo mismo”, comenta Daily, que asegura que “llega un momento en que todo se vuelve pagar, pagar y pagar y ya no sabes de dónde vas a sacar”.

Por lo que respecta a las ayudas, asegura que desde el ayuntamiento de Carballo “me aceptaron una, que aún no ha llegado, y no da para nada, son unos 2.000 euros, que se van en pagar la cuenta de corriente de dos meses”.

Con solo un año abiertos, la hostelera tenía el sueño de fundar su propio negocio. “Trabajé muchos años en el mundo de la hostelería en Lugo y quería traer las costumbres de allá aquí, el poner tapas y así, y como vivía aquí en Curtis y conocía a los vecinos tenía ilusión porque funcionase”. Así, se decidió a alquilar un bajo y reformarlo por completo para convertirlo en una cafetería y, justo en ese proceso, le pilló la crisis del coronavirus.

“Con los cafés para llevar no ganas nada, pero puedes cubrir los gastos”
José Ángel Loureiro
Propietario del local A Boa Estrela en Carballo (A Coruña) - Área sanitaria de A Coruña

Carballo. “Tienes que tirar de ahorros, si no vas mal, porque hay facturas atrasadas que te llegan igual, como sucede con el alquiler... todos los gastos acarrean más deudas y las ayudas de momento son pocas y llegan a cuentagotas”, asegura José Ángel Loureiro, propietario de la cervecería A Boa Estrela de Carballo, una zona que el lunes estaba en máximo riesgo y ahora podrá reabrir sus terrazas pero solo para clientes del área sanitaria de A Coruña.

“La gente que no tenga algo de colchón y de ahorros... lo va a pasar muy mal”, cree el hostelero. En su caso, tiene dos establecimientos en la localidad coruñesa, pero uno de ellos se encuentra en reformas desde que comenzó el coronavirus.

En su otro local continúa sirviendo cafés para llevar. “No te haces rico ni mucho menos, pero no está mal, sinceramente, no ganas nada, pero por lo menos puedes cubrir unos mínimos”, explica.

De hecho, en noviembre, cuando la Xunta planteó la alternativa del reparto y servicio a domicilio, “nosotros no cogimos esa opción y una pena, porque funciona”.

José Ángel ve Carballo como “un pueblo en el que a la gente le gusta andar por varios sitios”. Tanto es así que “por Navidad, cuando pillabas un sitio en un bar te sentabas y no te levantabas, porque cuando querías ir para otro ya no había sitio, sobre todo con el tema de los aforos”.

En estos momentos, el secreto de que sigan funcionando y vendiendo cafés es que “nos esmeramos en cuerpo y alma en mantener la actividad, poniendo igual el pinchito junto a la consumición y dando algún bocadillo también para llevar”.

“Hay que innovar algo, si no sí que te comen las facturas, te lo digo yo”, confiesa el hostelero, que se muestra confiado en que “para la semana, o muy mal se dan las cosas, o yo creo que podremos reabrir con normalidad”. Además, en Carballo la apertura de terrazas sí funciona.

“Todo ayuda y las primeras semanas de enero, cuando estuvimos trabajando solo con terraza y no llovía, la gente bajaba igual a tomarse algo, se mostró muy solidaria”, relata.

Ahora, tras la progresiva reapertura, considera que la situación en Carballo mejorará mucho y muy rápido. Mientras, sigue acometiendo la reforma de su otro local con los recursos que tiene, “pero todo el tema de papeleo y llegada de material también se ve retrasada por el coronavirus”.

Agradece mucho la colaboración de todos los vecinos y de sus clientes fieles, muchos de ellos “oficinistas que trabajan en edificios de la zona y se bajan diez minutos para recoger su café a diario”, indica José Ángel.

“Preferíamos abrir más tarde con un plan de rescate y sin tanta limitación”
Antonio Lijó González
Propietario del Café Plaza en Ribeira (A Coruña) - Zona en nivel de riesgo alto

Ribeira. “Nosotros preferiríamos que se esperase un poco de tiempo más, pero con un plan de rescate, para que no hubiese ningún contagio ni ninguna cuarta ola y ya poder abrir sin tanta limitación, ya no solo de aforo, sino de horario”, afirma Antonio Lijó, propietario del Café Plaza en Ribeira, una localidad que se encuentra en riesgo alto. “Con la limitación de horario perdemos las cenas y solo se pueden servir comidas, por lo que a las tres de la tarde es como si se acabara todo”, indica.

Es por ello que, “lo mejor sería lo que están haciendo en países como Portugal, Francia o Alemania, que están rescatando a la hostelería dándole un tanto por ciento de lo que ganaron en el año 2019, para que después, cuando los datos sean buenos, podamos abrir con normalidad”.

El hostelero recuerda que “el verano fue medianamente bueno”, pero “por querer recuperar el verano y la Navidad, todo se vino abajo”. Por eso considera que “lo mejor es que nos dejasen cerrados, pero nos pagasen el paro como a cualquier obrero”.

También denuncia que “no están llegando las ayudas y seguimos pagando autónomos, agua, alcantarillado, basura, potencia de luz... Todo como siempre y con ingresos cero”, ya que “las ayudas tienen muchísima letra pequeña y casi nadie puede llegar a conseguir nada”.

En su caso particular, el cierre afectó todavía más, porque su local también vivía del ocio nocturno, actividad que no se puede practicar desde el pasado verano. Con todo, tener que cerrar las puertas sería un dolor muy grande, no solo económico, sino también sentimental.

El Café Plaza lleva abierto desde el año 1975. “Es un local familiar, era de nuestros padres, en el año 1992 se jubiló mi padre y lo cogimos los dos hermanos, siguiendo con la tradición familiar de nuestros padres y abuelos, es algo que te toca, no lo eliges”. Además, “mi hermano incluso nació en esta casa, llevamos toda la vida aquí, trabajamos y llevamos toda la vida aquí”.

Su única esperanza, como la de muchos otros gallegos, está puesta en la vacunación. “De cara a que estén vacunados los mayores de 60 años veo bien la cosa, porque los ingresos en uci y planta suelen ser de 70 para arriba, de 60 muy pocos y de ahí hacia abajo apenas nada, entonces cuando esté vacunada toda esa parte de la población ya la gente va a salir a la calle con más tranquilidad, con naturalidad, aunque con mascarilla, pero ya no habrá tanto pánico ni miedo y cada vez los contagios serán menos”, idealiza Antonio.

La situación es tan difícil ahora que “incluso pensé en dejarlo en estos momentos, pero cuando ya te coge con una edad es más difícil”.

“Casi te tienes que arrancar un brazo para cumplir las condiciones de ayuda”
Olalla Carrillo
Propietaria de Tía María en Teo y O Porrón en Santiago - Zonas en nivel de riesgo medio

Santiago y Teo. “Podemos abrir el interior al 30 %, pero, ¿cómo le dices a tu clientela de todos los días cuando llega que ya no se puede sentar porque el aforo está completo? ¿Con qué cara? Eso es un arma de doble filo con la que tenemos que lidiar y perjudica más que otra cosa”, explica Olalla Carrillo, propietaria de dos establecimientos en nivel 3: Tía María en Teo y O Porrón en Santiago.

A su modo de ver, “las restricciones limitan muchísimo la facturación y se trabaja para pagar la mercancía, nada más”. Además, “cobrar te van a cobrar exactamente igual”.

En este sentido, denuncia que las ayudas “tienen una serie de condiciones que tienes que reunir como negocio propiamente que las hacen prácticamente inviables, casi te tienes que arrancar una pierna y un brazo para que te las den”, sostiene la hostelera.

Y es que cree que “solo las ofrecen para decir eso, que las están dando, ya que es culpa del establecimiento no reunir las condiciones, así que una cosa es lo que venden en televisión y otra la realidad”.

Olalla es una persona optimista y siempre tiene en su cabeza el pensamiento de que “vamos a salir de esta”, pero sí que es cierto que “económicamente te va minando todos los meses, porque al final de cada uno tienes que pagar exactamente igual las facturas y llega un momento en el que, al no entrar dinero, solo salir y salir, tiras el que llevabas ahorrado”.

Por eso, cree que “en el momento en que esos ahorros desaparezcan, se acabó”. “Yo hasta el día de hoy pude tirar adelante, pero como me venga otro cierre... Ahí sí que ya no”, asevera, y añade que “pueden volver a cerrar, porque total como ellos (los políticos) no se hacen cargo económicamente de nada, les da igual las decisiones que tomen”.

Uno de sus locales, el de Teo, lo abrió en plena pandemia, el 14 de septiembre, porque “estábamos saliendo del verano y las cosas iban relativamente bien, no había mucha alarma”. Sin embargo, luego volvieron “a reducir aforo, a poner solo terrazas, a cerrar, a volver a abrir, a volver a cerrar...”.

Asimismo, Olalla lanza una reflexión en nombre de todos sus compañeros de profesión: “El bar no es un negocio que abramos 18 horas al día porque queramos. Si pudiésemos abrir y vivir de ocho horas como una mercería no estaríamos trabajando tantas horas. Hay negocios que incluso tienen que estar 18 horas trabajando los propios propietarios para sacarse un dinero, porque no tenemos clientes asegurados todos los días del año ni durante todo el día y el margen de beneficio es muy pequeño, más aún si trabajas con tapas, y hay muchas cosas que pagar”.

28 feb 2021 / 01:00
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