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Los gallegos también padecen la pandemia al otro lado del charco

Hijos de emigrantes o residentes nacionales, vinculados a Galicia desde el extranjero, comentan cómo es la crisis del COVID-19 en los países que les llevan acogiendo meses, años o toda su vida

Pruebas PCR que parece obviar Venezuela, vacunas contra el COVID que se administran lentamente en Argentina, numerosos fallecidos en Brasil o vistas “sin mascarilla” características en República Dominicana. Son problemáticas que actualmente residen en estos países del extranjero, donde también habitan cuatro gallegos que se ven afectados por las limitaciones y demás medidas que cada territorio considera oportunas.

Ya sea porque se encuentran trabajando allí temporalmente o porque un lazo de sangre les ata a Galicia, revelan cómo es la batalla contra el virus en estas naciones: su sistema sanitario, económico y social.

Desde el otro lado del charco, lo mejor ha sido escuchar cómo José o Carlos, que heredaron nuestra cultura de sus padres, hablaban en gallego.

Saturación: “Estamos en un país donde la crisis sanitaria ha persistido desde siempre”
Ourensano en Venezuela

Caracas. José Antonio Alejandro es uno de los muchos gallegos que nacieron en Venezuela. Sus padres emigraron de Ramirás (Ourense) hasta Sudamérica, donde le criaron desde chico. Ahora vive entre las crisis, económica y sanitaria, que alberga su país. “Estuve contagiado en octubre”, comenta, pero finalmente “gracias a dios” fue casi asintomático: “Lo único que perdí fue el gusto y el olfato”.

Tal como recuerda, un día se despertó y no olía. Ante la alarma, fue a un doctor para saber si había contraído el coronavirus. “De alguna forma aquí conoces médicos que tienen tests rápidos, no estoy hablando de PCR sino de otras pruebas de sangre”, manifiesta sobre esta medida de detección prácticamente “clandestina” para “sus pacientes”.

Se la hizo y dio positivo, según apunta, aislándose en su domicilio durante veinte jornadas. Tras ese tiempo, volvió para realizarla nuevamente y su resultado fue negativo. “Inclusive generé anticuerpos”, confiesa José Antonio sobre el contagio que finalmente se quedó en un susto.

“El gran problema es que no se están realizando pruebas, entonces al no hacerse pruebas en verdad nunca vas a tener los números reales de los posibles contagios”, señala el gallego, admitiendo que esos instrumentos están muy reservados para el Gobierno. De hecho, conforme mantiene, las clínicas privadas “tienen prohibido” hacerlos y en estos momentos “están muy amenazadas”.

SIETE POR SIETE. “Aquí se implementó un sistema que se llama el siete más siete”, explica Alejandro, quien actualmente es ingeniero en Caracas y además preside la Hermandad Gallega de Venezuela, diciendo que una semana es “flexible” (pueden trabajar con horarios limitados para cada sector) y la otra “radical” (en la cual prácticamente no está permitido salir a la calle).

La última “cada vez se cumple menos”, indica José Antonio, comentando que solo deberían abrir los supermercados, farmacias o gasolineras. Estos breves periodos, más o menos restrictivos, se repiten sucesivamente (sin que exista un criterio aparente) desde el pasado mes de agosto.

Así las cosas, las asociaciones nacionales (como la suya) se integraron en un “proceso de flexibilización” en octubre, pudiendo prestar su servicio estas semanas “flexibles” por un tiempo acotado: entre las 7.00 y las 15.00 horas. “Honestamente ese horario es pésimo”, critica el dirigente de la Hermandad Gallega, puesto que aquellos que tienen hijos (que allí están recibiendo clases online) deberán cuidarles hasta las 12.00 horas, disponiendo de poco tiempo para “disfrutar” esta entidad.

SEGUROS DESORBITADOS. “Los hospitales están saturados”, añade Alejandro sobre la situación a nivel asistencial, indicando que (a falta de test que reflejen como evoluciona la pandemia en Venezuela) la mayor “referencia” de que los casos están subiendo se constata cuando se “comienzan a saturar las clínicas privadas”.

¿Por qué? Porque son inaccesibles para prácticamente todo el mundo. “El salario mínimo son 1.200.000 bolívares, (dos dólares americanos), pero si tu tienes COVID-19 solo para ingresarte te pueden pedir hasta 20.000 dólares”, asevera José Antonio.

“Eso es imposible. Estamos en un país donde la crisis sanitaria ha persistido siempre, porque la sanidad publica ha funcionado en pésimo estado. De alguna manera aquí siempre uno ha tenido que contratar un seguro privado”, subraya asimismo el presidente de la Hermandad Gallega.

PÓLIZA ECONÓMICA PARA GARANTIZAR LA SALUD. A la hiperinflación y la ausencia de trabajo, ahora se ha sumado la pandemia, tal como reconoce Alejandro. “Una familia de cuatro para tener un seguro privado normalito tiene que hacer una inversión de 3.000 dólares al año” aproximadamente, afirma.

Por ello, desde su organización han desarrollado en colaboración con la Federación de Centros Españoles en Venezuela, de la cual es el actual secretario general, una iniciativa en tiempos COVID.

“Nos hemos sentado y reunido con muchas empresas de seguros para sacar una póliza a la que llamamos España Salud para que los españoles tengan acceso a una póliza mucho más llevadera a nivel económico”, resume este ingeniero civil.

“Hay varios precios según las edades, pero para el estándar, que es entre 18 y 45 años, negociamos un precio de 400 dólares al año con una cobertura de 100.000 dólares por evento”, destaca. j.g

“Esta vacunación es lenta porque las dosis necesarias no llegan”
Carlos Ameijeiras, coruñés en Argentina

Buenos Aires. “Diciembre es un mes donde la gente se junta siempre mucho mas, también aquí hubo eventos que de alguna manera generaron este gran desencuentro”, relata Carlos Ameijeiras, que de sangre gallega se crió en Argentina tras emigrar su familia de Vimianzo (A Coruña) al gigantesco Buenos Aires.

Precisamente, sobre el “desencuentro” se refiere al “rebrote, una crecida en los contagios que ahora han bajado nuevamente”, aunque que estén en “una meseta alta”.

Ameijeiras, presidente de la Asociación Benéfica Cultural (ABC) del Partido de Corcubión, cuenta que este descenso “ha servido lo suficiente como para que las ucis y los hospitales estén aliviados”.

“Hay un porcentaje de ocupación de las unidades de terapia intensiva que no llega al sesenta por ciento”, admite, indicando que mira lo que pasa en Europa como una película que posteriormente se refleja en Argentina.

“El miedo que hay aquí es que si no empieza a haber un nivel de vacunación que sea medianamente rápido, cuando volvamos a entrar en época invernal nos va a pasar un poco lo mismo que pasa allí”, confiesa Ameijeiras.

En cuanto a la administración de las inyecciones antivíricas, el gallego indica que comenzó “hace muy poco” y “es lenta porque las dosis necesarias no llegan”, dice, señalando que “están reservadas” para los profesionales sanitarios “más expuestos”. También para algún político que busca “dar ejemplo” (se ríe).

Asimismo, destaca que actualmente los “bares y restaurantes trabajan, aunque con aforo limitado” y demás medidas higiénicas (como la limpieza de los espacios, preferiblemente zonas abiertas).

En este contexto, el Gobierno local de Buenos Aires autorizó a los negocios que “tienen una acera más amplia” para que esta “pueda ser más utilizada”. “En algunos casos han cerrado calles”, reconoce Carlos, señalando que se convirtieron en lugares donde la gente puede colocar más mesas: “Volvieron a respirar”.

Él, que vive solo con su mujer, señala que llevan “mucho tiempo” dejando de reunirse con amigos. Aun así, el mayor susto se lo dio su madre (de 91 años) que se infectó en el hospital cuando iba a otra consulta. “Volvió bastante débil, pero ahora está mejorando”, indica Carlos, destacando que “tiene madera gallega”. j.g

Cultura: “La muerte la tienen como una cosa que debe suceder”
Iván Díaz, lucense en República Dominicana

Punta Cana. “Mi impresión personal es que menos fuerte que ahí (en comparación a Galicia), no sé por qué motivo, será por el calor pero no afecta tanto”, señala Iván Díaz sobre la incidencia del COVID-19 en República Dominicana, donde lleva ya viviendo dos años. Este lucense, gerente de una empresa gallega de energías renovables, apunta que actualmente sólo hay casi “tres mil fallecidos en una población de unos 11 millones de personas”. Aun así, reconoce que la gente sí que le tiene “un poco más de respeto (al virus), cuando vamos por ahí”, juntándose únicamente con familiares o conocidos.

En esta línea, admite que “el dominicano de a pie se lo toma un poquito casi como en broma”. Y no porque no haya información, según comenta, sino por “la idiosincrasia del país”: “Aquí la muerte la tienen como una cosa que tiene que suceder”.

Por ello, tal como explica, es “común ver a la gente sin mascarilla” o llevarla “mal puesta”. Asimismo, remarca que “la distancia de seguridad no se guarda” tampoco. “Hay un poquito de todo”, resalta Díaz, diciendo que “en la capital y en Santiago, que es la segunda ciudad del país, los hospitales están copados”. Al menos es lo que “se habla”.

Él, que estuvo contagiado recientemente, apunta que sólo salía de casa para ir al médico y que le hiciesen las pruebas. “No hay un control como puede ver en Galicia, que te llaman”, destaca Iván en contraposición, remarcando que el servicio sanitario “es privado” en su mayoría.

“Te atienden como en Galicia, o mejor que en Galicia posiblemente porque te hacen mas pruebas que las que harían ahí, porque como le cobran al seguro lo importante es facturar”, confiesa.

Díaz, que cuenta que las vacunas llegaron este 15 de febrero y se empezaron a administrar el día después, concretamente de AstraZeneca, añade que “van a empezar con el personal más expuesto: médicos y efectivos de seguridad”.

Sobre las medidas que imperan, señala el toque de queda de 17.00 a 5.00 horas, momento en el que para la actividad económica. Precisamente el turismo, uno de los motores del país, asevera, es ínfimo. Y no por las restricciones, pues no “piden nada para venir”. De hecho, asegura que para casos COVID de extranjeros “el Gobierno tiene una poliza de seguro que te cubre”. J.G

“En las grandes ciudades mantienen conciencia”
Marcos Gómez, pontevedrés en Brasil

Belo Horizonte. Marcos Gómez, que prefiere no decir su verdadero nombre motivos laborales, llegó a Belo Horizonte (Minas Gerais) el pasado 1 de febrero, aunque ya había visitado otras zonas del país en varias ocasiones. “A la hora de hacer reuniones, la mayor parte las estoy haciendo presenciales sin problema ninguno”, indica el pontevedrés.

Sobre los protocolos higiénico-sanitarios, según destaca, la mascarilla es obligatoria en zonas públicas, donde predomina el gel, la limpieza de manos y la distancia de seguridad. Al menos en las urbes grandes. “Las medidas se toman más en serio en ciudades. No es lo mismo un pueblo de Belo Horizonte que está en medio de una montaña y no tiene nada alrededor. Ahí puede que haya más flexibilidad”, explica.

Asimismo, tal como señala, la ocupación hospitalaria “no es muy alta” pero “depende del estado”. En este sentido, Amazonas “es quizás el que más presión sanitaria está teniendo”, ya que es donde hay “más incidencia de la variante brasileña”. En el resto, asegura, prácticamente “no hay grandes complicaciones”.

Aun así, confiesa que analizar la situación nacional es “insusceptible” porque Brasil es “un país de países”. “Estamos hablando de 230 millones de habitantes censados”, dice, detallando que alberga “en torno a 1.000 fallecidos” cada día. “Por supuesto que es una gran cifra de muertos, pero hay que tener en cuenta la densidad de población”, añade.

Allí los bares y restaurantes permanecen abiertos, aun teniendo horarios limitados, indica Gómez, que estará en este país hasta marzo. Del mismo modo, diversos comercios y demás establecimientos están abiertos “con cierta normalidad”.

A nivel de vacunación, conforme manifiesta, la administración del remedio también varía en cada estado. En “Mato Grosso van muy rápido, están cerca del 30 % “, aunque en “Río de Janeiro apenas llega al 3%”.

Entre España y Brasil, Gómez ve como “similitud” que las personas “en las grandes ciudades mantienen conciencia de virus y solidaridad”, resguardándose del COVID-19. Sin embargo, en el país donde está actualmente “no están dispuestos a cerrar y tener un confinamiento”. Según señala, “ellos buscan el equilibrio entre economía y salud”.

Por último, Marcos asevera que la ventaja que hay en Brasil se basa en “la dispersión” y “la gran capacidad de terreno” de ciertas zonas donde es “más difícil” contagiarse al no haber “tanta aglomeración”; aun habiendo espacios hiperpoblados que impiden “tener el virus a raya”. j.g

22 feb 2021 / 01:00
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