La conflictividad escolar ha disminuido en los institutos con las restricciones al uso del móvil

Prácticamente la totalidad de los centros de Secundaria y Bachillerato compostelanos limitan la presencia del teléfono en el interior del recinto a actividades didácticas, incluso en el caso de los estudiantes mayores de edad

Dos estudiantes consultando sus móviles en las afueras de un instituto tras la jornada lectiva

Dos estudiantes consultando sus móviles en las afueras de un instituto tras la jornada lectiva / Jesús Prieto

Herramienta de uso cotidiano indispensable en la sociedad actual, el teléfono móvil es, en el caso de adolescentes y jóvenes, un dispositivo inherente a su propio cuerpo cual si de una extensión de sus brazos se tratara. Raro es ver a algún chico que no lo lleve entre sus manos y lo esté consultando, hasta en aquellos momentos en los que se está relacionando con un grupo de coetáneos. Inusual con la única excepción de los recintos escolares de la capital gallega donde, en la inmensa mayoría de los centros de Secundaria y Bachillerato consultados por este periódico existen muy marcadas restricciones, que en algunos casos abarcan también a los mayores de edad.

Unas restricciones que se circunscriben a todo aquello que no tenga que ver con un uso didáctico y que, según indican los responsables educativos, ha contribuido de forma significativa a reducir los episodios de conflictividad en las aulas, fundamentalmente los que se originaban en el ámbito de las redes sociales.

Algo que corrobora el director del Instituto de Enseñanza Secundaria Xelmírez I, Roberto Rodríguez Carballada, quien asegura que “este é o segundo curso no que está prohibido o móbil en todo o recinto agás por cuestións pedagóxicas, tras ser aprobado polo Consello Escolar e o Claustro, e viuse que hai menos conflitividade, menos pelexas nas redes, moitas veces tonterías, pero que xeraban moito conflito e, ao non ter o móbil, baixou moitísimo e, ademais, estaban sempre pendentes de que lles entrara algo”.

Prohibido también para los estudiantes adultos, aquellos que sean cazados incumpliendo la norma se enfrentan a un parte por falta leve y, si son reincidentes, la quinta amonestación se considera grave y se toman medidas más severas.

El jefe de estudios del Antón Fraguas, Alejandro Francisco, indica que en el centro siguen lo que marca la Consellería de Educación, que “foi pioneira neste ámbito coa lei de convivencia, e que di que no horario lectivo non se pode facer uso salvo con fins didácticos e coa autorización do profesorado, aínda que logo non é tan simple porque van co móbil pegado á man”. Señala que, en su caso, “facemos un esforzo por dicirlles que salvo que o indique o profesor, posto que teñen un ordenador moi potente, non o poden usar e teñen que ter o móbil gardado en todo o recinto”. Si a alguien se le observa utilizándolo inadecuadamente, se llama a su familia para que vaya a buscarlo.

En Fontiñas, donde se imparte desde bachillerato a FP básica con menores o ciclos de grado superior, su vicedirector, Suso Noia, indica que hay reglas diferentes, puesto que mientras “en bachillerato está prohibido y se les deja solo usarlo en zonas como la biblioteca, en ciclos superiores con adultos y clases de hasta tres horas continuas de formación, se les permite el móvil sin sonido, ya que hay muchas madres que igual pueden recibir un aviso del colegio de sus hijos”. No obstante, recuerda que son adultos “a los que les cuesta menos perder la atención, y con el resto intentamos sobre todo concienciar, más que castigar”.

Ana Sánchez, jefa de estudios del Eduardo Pondal, recalca que “está totalmente prohibido excepto para una actividad evaluable incluso en los recreos, cuando más peligro tiene por la grabación de imágenes”. Aclara que en Bachillerato los alumnos se quedan dentro en un espacio solo para ellos y, como están separados del resto, “ahí sí pueden usarlo, pero en la cafetería que comparten con los de la ESO no”. Si se les pilla, lo dejan en conserjería hasta terminar la jornada lectiva.

Es el sexto curso en el que está prohibido en todo el recinto del Rosalía de Castro, incluso en recreos y para mayores de edad, algo que su director, Xavier Mouriño, ve una ventaja “polo problema que xera nas redes, impídese que saquen imaxes, algo penalizado, e porque cremos que se vén a traballar”. Al tercer aviso, se le suspende de clase un día, si bien cifra en no más de una docena las llamadas de atención en un centro con un millar de alumnos.

También el Xelmírez II tiene por completo desterrado el móvil desde hace años, salvo con fines didácticos, y a quien se salta la norma se le obliga a depositarlo en la jefatura de estudios hasta acabar las clases, según su vicedirectora, Begoña Louzao.

Colegios privados como el Peleteiro especifican que no se puede llevar ni el teléfono ni ningún dispositivo electrónico que no sea para la actividad escolar, a no ser los alumnos de segundo de Bachillerato, que deben dejarlo en sus taquillas salvo en los recreos, donde tienen una zona habilitada. Vigente desde hace doce años, si a alguien se le pilla con el móvil, se entrega al tutor y, si reincide, es suspendido de clase dos días. Además, hacer fotos o grabaciones en el colegio es considerado falta muy grave.

El director de La Salle, Jesús Martín Gómez, dice que “o uso destes aparellos está prohibido no centro desde a entrada ao patio ata a saída, para ESO e Bacharelato”, y que quien lo vulnere será sancionado con la expulsión un día lectivo, al margen de otras medidas disciplinarias. Afirma que “reducíronse moito as incidencias coa súa posta en marcha hai dous anos”, que prohibe además difundir “agresións ou humillacións, ou contidos que atentan contra a diginidade das persoas ou o carácter propio do centro”.

Con todo, el más estricto es el Montessori, donde ni sus estudiantes de hasta Secundaria ni su profesorado usan el móvil en horario lectivo. Su secretario, Ángel Hurtado, afirma que “el único teléfono es el corporativo y lo atiendo solo yo desde las 13.00 horas”. Recuerda que como parte de la filosofía del centro se invita al estudiantado a no tener redes, algo que en la mayoría de casos se cumple.