Santiago
+15° C
Actualizado
martes, 23 abril 2024
16:11
h

Bajo la luz y sonido del Pórtico de la Gloria

Lejos estaba en mi ánimo en estas fechas navideñas pensar que en mi cabeza se entremezclarían todas estas ideas. Se las cuento, aunque de “cuento” no tienen nada. Todos son hechos reales.

Es tiempo de villancicos, pero no dedicados al santo Patrón de España si no al Niño Dios, a la Sagrada Familia y también -en fechas estamos- a los Reyes Magos.

Finaliza el año, pero aun estando en este tiempo litúrgico (o mero período vacacional, si se quiere ver desde el punto de vista profano), nos enteramos de que un anciano Papa de lo más musical que ha habido en nuestro tiempo, comienza a empeorar y, en pocos días, se nos va.

A muchos preguntaron y preguntarán quién fue para él Benedicto XVI. Lo verán como teólogo, filósofo, maestro, compañero, un gigante pese a ser pequeño.

Serán comentarios que saldrán en la prensa o en libros. El mío ahí no constará, pero quiero aportar, desde mi prisma, condicionada por mi deformación profesional, mi particular visión y cercanía a Ratzinger.

Benedicto XVI era, además de Pontífice, un gran melómano. Le vimos en fotos y vídeos tocando el piano y también en conciertos. Escribió y comentó, en conversaciones y entrevistas más o menos informales, lo que pensaba sobre la música y los placeres y bondades que ésta aporta.

Como suele pasar, tenía sus compositores favoritos, abarcando desde Palestrina y Vivaldi, pasando por Mozart y Beethoven, Rossini y Verdi, a Arno Pärt. Gustaba de la buena música, pero solía pronunciarse sobre la sacra y la que lleva a la contemplación, al silencio y a comprender mejor y prepararse para una terrenal muerte. Así lo vivía en su día a día y lo llevaba a su terreno y a la propulsión de sus ideas.

Mozart era, con diferencia, su preferido. No es casual ya que nació en patria de ambos y lo escuchó desde su infancia.

Le gustaban dos de mis obras más queridas: la Misa en do menor y el Réquiem.

La primera la menciona en su relato <Mi vida> (1997): < La guerra había excluido a gran parte del público internacional de los festivales de Salzburgo, así que era posible conseguir buenas entradas para los conciertos a bajo precio. Así pudimos escuchar, por ejemplo, la Novena Sinfonía de Beethoven (...), la Misa en do menor de Mozart, un Concierto de los Pequeños Cantores de la Catedral de Ratisbona y muchos otros inolvidables conciertos>.

Vuelve a repetirlo ante la pregunta de P. Seewald (2016) sobre sus piezas favoritas de Mozart: <Hay un quinteto para clarinete que me gusta mucho. Luego, por supuesto, la ‘Misa de la Coronación’, que me encanta desde que era niño. También disfruto mucho con el ‘Requiem’. Fue el primer concierto que oí en mi vida, en Salzburgo. Y luego, la ‘Pequeña Serenata Nocturna’. De niños, esta pieza la tocábamos al piano a cuatro manos. También, cómo no, ‘La flauta mágica’. Y de entre las óperas destacaría el ‘Don Giovanni’ (<Benedicto. Últimas conversaciones>).

Sobre el Réquiem no hallo texto alguno, pero sí, y por extenso, su concepción sobre el paso por esta tierra y el camino para llegar a la vida eterna delante del Padre.

En párrafos de la encíclica <Spe Salvi> (2007) escribe, por ej.:

<La fe es la sustancia de la esperanza. Pero entonces surge la cuestión: ¿De verdad queremos esto: vivir eternamente? Tal vez muchas personas rechazan hoy la fe simplemente porque la vida eterna no les parece algo deseable. En modo alguno quieren la vida eterna, sino la presente y, para esto, la fe en la vida eterna les parece más bien un obstáculo. Seguir viviendo para siempre -sin fe- parece más una condena que un don. Ciertamente, se querría aplazar la muerte lo más posible. Pero vivir siempre, sin un término, sólo sería a fin de cuentas aburrido y al final insoportable>.

La protesta contra Dios en nombre de la justicia no vale. Un mundo sin Dios es un mundo sin esperanza (...). Sólo Dios puede crear justicia. Y la fe nos da esta certeza: Él lo hace. La imagen terrorífica, imagen decisiva para nosotros de la esperanza. ¿Pero no es quizás también una imagen que da pavor? Yo diría: es una imagen, por lo tanto, de ese pavor al que se refiere san Hilario cuando dice que todo nuestro miedo está relacionado con el amor>.

En 2017 el Papa Francisco entregó el “Premio Ratzinger” a Arvo Pärt, primer ortodoxo que no siendo investigador ni teólogo o docto en áreas similares, obtuvo tal galardón por sus habilidades artístico-musicales. Compuso una obra sobre el texto del “Padrenuestro” (<Vater Unser>, 2005), mirando a Benedicto cuando era joven y a él dedicada en el 2011 con motivo del 60 aniversario de su ordenación sacerdotal.

En suma, Benedicto mostró lo que emana de la música y lo que de ella él esperaba: < una música de alto nivel nos purifica y eleva y, en última instancia, nos hace sentir la grandeza y la belleza de Dios> (Discurso, 2005).

De ese amor participa. Lo dio y lo recibió antes y ahora. Y de esa grande e inmensa belleza goza ya, bajo la luz de ese sonoro Pórtico de la Gloria que como peregrino admiró en Compostela.

07 ene 2023 / 00:00
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
TEMAS
Tema marcado como favorito
Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.