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TURISMO. Más de medio millar de peregrinos llegaron, durante la mañana de ayer, a la Oficina del Peregrino // Las terrazas de la ciudad vuelven a tener actividad tras un mes de julio difícil para el sector turístico // Algunos extranjeros dudaron en viajar a España por la situación sanitaria TEXTO Andrés Bernárdez

Camina 20 kilómetros por la noche para dormir en pleno Obradoiro

Tras un mes de julio nefasto para la economía del centro compostelano, los comerciantes y hosteleros del casco viejo sonreían ayer ante una plaza del Obradoiro que lucía repleta de visitantes, una estampa que hacía meses que no se veía y que da fe de la lenta, aunque de momento segura, recuperación del turismo de la ciudad.

Entre las miles de personas que ayer pasaron por delante de la Catedral, volvían a abundar las historias de superación de muchos peregrinos deseosos de poder compartir sus experiencias en el Camino. Una de estas caminantes es Elisabeth, una joven italiana que el pasado día 9 de julio empezaba su aventura en Saint-Jean-Pied-de-Port, puerta de partida del Camino Francés.

Ayer, explicaba entusiasmada la historia de su Camino, una aventura llena de sorpresas y un poco de locura que, según aseguraba, le ha cambiado la vida. “Llegué a Santiago esta madrugada, sobre las 5.00 horas”, aseguraba la peregrina, que recorrió 20 kilómetros en plena noche para poder disfrutar de las vistas de la Catedral en solitario, sin el barullo y ajetreo del día.

Al llegar, optó por desenrollar su saco de dormir en plena Plaza del Obradoiro para quedarse dormida mientras observaba la Catedral. “Sobre las 8 de la mañana me despertó un chico emocionado. Me dijo que yo había sido la primera persona con la que se cruzó en Francia y que era también la primera que veía al llegar a Santiago”, cuenta. El joven se llamaba Lorenzo y le explicó que se acordaba de su cara porque, según se dice, los peregrinos crean un vínculo con la primera persona con la que se cruzan en la Ruta Jacobea.

Sin embargo, aunque partió en solitario, la peregrina no caminó sola. Junto a ella fueron durante gran parte del Camino Andrés y Luca, dos compatriotas que conoció en la Ruta y que se han convertido en su “familia”. También un cuarto miembro canario, que se rezagó en la última etapa y al que los tres esperaban pacientemente en el Obradoiro.

Junto a ellos, viajaron también todas las banderas de las comunidades y ciudades autónomas de España, que agarradas a un fuerte mástil, sirvieron de apoyo en los momentos más difíciles. Elisabeth, que se encontró la enseña en pleno Camino, se tomó el hallazgo como una señal. “Estaba descasando en el medio de un bosque realmente precioso, de esos momentos del Camino en los que sientes una gran paz interior, y me quedé dormida. Cuando me desperté y comencé a caminar me di cuenta que se me había olvidado el bastón en el bosque. Justo en ese momento me encontré la bandera, me lo tomé como una señal. Una parte de mí se había quedado en aquel bosque y ahora debía utilizar esta bandera como apoyo”.

La italiana llegó a Santiago con la bandera repleta de firmas de los muchos peregrinos nacionales que durante la Ruta se fueron cruzando con ella y compartiéndole una parte de la historia de sus tierras.

Pero Elisabeth no fue la única que ayer alcanzó su meta tras más de 700 kilómetros de dolor y esfuerzo. Mientras que hace semanas la queja habitual de los peregrinos era la falta de ambiente en la Ruta, ayer los caminantes volvían a hablar de la mezcla de culturas del Camino, de las amistades surgidas en las etapas y de las experiencias gastronómicas vividas en restaurantes de toda Galicia.

Aunque todavía queda mucho para recuperar los datos de años anteriores, ayer llegaron a Santiago algo más de medio millar de peregrinos. Entre ellos, Marchal y Monic, dos jubilados belgas que pasaron un total de 27 días recorriendo el Camino del Norte.

Para ellos fue una experiencia completa. Cuentan que antes de partir tenían miedo, tanto por la delicada situación sanitaria que se vivió en España, como por la posibilidad de encontrarse un Camino desértico que les impidiese vivir la experiencia completa.

“Pensándolo bien preferimos que fuese así, no vimos un Camino masificado para nada, pero había la gente suficiente como para poder hacer amistad con otros peregrinos”, contaba Marchal mientras apuntaba a otro matrimonio, también ataviados con la típicas chanclas de quien necesita descansar los pies tras recorrer cientos de kilómetros con las botas puestas.

Se espera que durante lo que queda de mes la cifra de visitantes se mantenga constante, dando un respiro a todos los pequeños empresarios que, pese a las múltiples dificultades que vivieron este verano, resistieron al frente de sus negocios, apostando por una recuperación económica imprescindible para volver a la antigua normalidad.

12 ago 2020 / 00:15
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