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Castiñeiras vive ‘encamado’ en Sanxenxo una década después del robo del Calixtino

Completaría la pena de cárcel el año que viene, pero tras el ictus que sufrió en 2019 se benefició de la libertad provisional // Su mujer y una asistenta le cuidan en el piso que compró en efectivo

Pasaron ya diez años. Corría la primera semana de julio de 2011 cuando aquel hombre que había sido electricista de la Catedral cruzó su claustro, abrió con un juego de llaves la puerta del Archivo y accedió a la cámara acorazada para extraer un libro cuyo altísimo valor y transcendencia posiblemente desconocía en ese momento. Era Manuel Fernández Castiñeiras; y la obra que robó, nada menos que el Códice Calixtino, un manuscrito del siglo XII que está considerado como la primera guía del Camino. Un tomo medieval ricamente ilustrado que conducía a los peregrinos hacia la tumba del Apóstol.

El seis de julio, el entonces deán, José María Díaz, denunciaba ante el Cuerpo Nacional de Policía la desaparición del libro y comenzaba así una investigación que puso en alerta de inmediato a la Interpol y que destapó la fragilidad de los sistemas de seguridad de la basílica compostelana. En apenas unos días se creó una lista de sospechosos, que incluía desde ladrones de arte de ámbito internacional hasta eclesiásticos y personas del entorno de la seo. Finalmente, y tras meses de pesquisas, la Policía concluyó que el autor solo podía ser una persona; y no falló.

Justo un año después del robo, el 3 de julio de 2012, Fernández Castiñeiras, su mujer y su hijo eran detenidos. Al día siguiente, durante un registro en uno de los garajes de su propiedad, en O Milladoiro, un agente del Cuerpo Nacional de Policía hallaba el Códice Calixtino envuelto en papel de periódico y semioculto en un saco de pienso, entre mucha sociedad. ¿Por qué lo cogiste, Manolo?, le preguntó en ese momento a Castiñeiras el inspector jefe que llevaba el caso. “Yo no quise dañar el libro ni hacerlo desaparecer. Quería devolverlo a la Catedral, coño, pero no encontraba cómo ni cuándo, y luego estaban ustedes por aquí todo el tiempo... Miren, yo sufrí un ictus por culpa de don Manuel Calvo, el que era deán. Don José María me prometía entonces que si él fuera deán me arreglaría lo mío, pero luego lo eligieron y nada. Así que decidí presionarlo llevándome el Códice. Pero iba a devolverlo, ¿eh?”, respondió, según recoge el periodista Luis Rendueles en Los ratones de Dios, una obra basada en la propia investigación policial.

Pero esta es solo la primera parte de una enrevesada pesquisa durante la cual se descubrieron las debilidades humanas de no pocas personas del entorno de la Catedral; y sobre todo un botín como el que nadie se imaginaba en la casa del ladrón del Códice. Y es que, además de llevarse el libro, también quedó demostrado que Manuel Fernández Castiñeiras llevaba años robando dinero a la Catedral (guardaba en sus pisos en metálico 1.679.870,80 euros y 30.106 dólares americanos en el momento de su detención, además de otras muchas divisas); e incluso cartas a sus vecinos del edificio de O Milladoiro donde vivía. Después de una larga instrucción, y un complejo juicio -se celebró entre el 19 de enero y el 5 de febrero de 2015-, el exelectricista fue condenado a una pena que sumaba 18 años y seis meses de cárcel (el Tribunal Supremo la redujo a 11) y a pagar una indemnización de 2,4 millones de euros y 30.000 dólares a la Catedral, además de pagar una multa de 268.425 euros por blanqueo de capitales, que también se le impuso a su mujer, María Remedios Nieto Mayo, por el mismo delito.

Castiñeiras no debería quedar en libertad (contando la rebaja de pena del Supremo) como mínimo hasta 2022, sin embargo, un problema de salud irreversible le dejó libre en abril de 2019. Entonces, como avanzó EL CORREO en exclusiva, el ladrón del Códice sufrió un gravísimo ictus mientras cumplía condena en el penal de A Lama que le llevó a ingresar en el Hospital de Montecelo de Pontevedra. Fue operado a vida o muerte y salió adelante. No obstante, le quedaron secuelas muy severas. Por este motivo, tal y como acaba de confirmar a este periódico Instituciones Penitenciarias, se resolvió aplicarle la situación de libertad condicional.

Tras recibir el alta y diez años después de robar el Códice, Fernández Castiñeiras vive en el ático de Noalla (Sanxenxo) que, según un testigo, y como ya había adelantado este diario en 2015, compró entregando al promotor más de doscientos mil euros en billetes de cinco y diez euros. Una de sus veciñas señala a EL CORREO que ahora no sale de casa, pues el último derrame cerebral le habría dejado impedido. Además, ante la dependencia de Manolo, su esposa se vale de la ayuda de una asistenta para cuidarle.

04 oct 2021 / 01:00
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