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Cientos de miles de peregrinos, turistas y vecinos dejaron marcada su palma en la columna central de la gran obra del Mestre Mateo // Sin embargo, ya existe toda una generación de compostelanos que apenas conoce este ritual // Una costumbre relativamente reciente y con un curioso inicio TEXTO Martiño Suárez

¿Cómo se originaron las cinco yemas esculpidas en el parteluz del Pórtico?

Tras la impresionante restauración que logró recuperar la originalidad del Pórtico de la Gloria, unos trabajos que duraron más de diez años, se han perdido algunas tradiciones vinculadas al monumento por cuestiones de conservación. Serán muchos quienes echen en falta entrar en la Catedral sin antes saludar con unos cabezazos al Santo dos Croques, o sin depositar las yemas de los dedos sobre las cinco hendiduras que se forman sobre la labrada columna del parteluz. Sobre esta última costumbre, precisamente, la revista Joyas de Galicia. Magazine de Jael Joyería, acaba de publicar un interesante reportaje, que firma Martiño Suárez en el último número de 2021 y que se reproduce a continuación:

LA MANO DEL PARTELUZ del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago no es considerada usualmente como parte de su repertorio iconográfico original. Sin embargo, esta marca indeleble en piedra que refleja el paso de miles de personas por el templo ha sido interpretada en clave legendaria al menos desde el siglo XVII. Para conocer las razones de este ritual es preciso, primero, saber qué se quiso representar en esa zona del conjunto, siguiendo los estudios del profesor de la USC José Manuel García Iglesias.

El parteluz forma parte de un conjunto de cuatro columnas que se disponen a una misma altura, sobre los basamentos del Pórtico y bajo profetas y apóstoles. La columna que divide en dos la obra presenta el Árbol de Jesé como temática principal en su fuste. En el capitel se muestra la Trinidad como Trono de Gracia. Así, el conjunto representa tanto a la genealogía humana de Cristo como a la divina. Sobre la columna domina la figura de Santiago el Mayor, que recibe al fiel y al peregrino.

FUSTE. Lo insólito aparece en el mismo fuste de la columna, en el que se marca en bajorrelieve una mano derecha alzada, cinco dedos dispuestos a la altura de la mirada de quien se acerca al Pórtico, justo sobre el cuerpo acostado de Jesé. Durante decenios, resultó inevitable a los visitantes imponer su propia mano en el hueco. Lo desconcertante de este elemento hizo que la bibliografía dedicada al Pórtico, tan amplia, ignorase durante siglos la existencia de esta mano, atribuyéndola primero a imperfecciones en el mármol y después al efecto de erosión de las manos de los fieles. No faltaba razón, teniendo en cuenta que, antes de que fuese protegida, en la entrada de la Catedral se formaban largas colas para poder tocar un hito legendario.

El parteluz está realizado en durísimo mármol de O Incio (Lugo), rico en cuarzo y de gran resistencia. Por ello, cabría interpretar que la huella de la mano fue tallada y pulida en origen. ¿Con qué objeto? La leyenda clásica afirma, según recoge el francés A. Jouvin (1672), que esta es la huella de Dios en el momento en que cambió la orientación de este templo para girar el altar y volverlo hacia oriente.

En el XVIII, el peregrino G. Manier añadía de forma muy gráfica: “Las huellas de los cinco dedos están moldeadas como si fuese pasta”. No parece que en época barroca existiese ya la costumbre de imponer la mano sobre el parteluz. Es más, hubo un tiempo en el que, por una parte, esta mano se veía y se explicaba por naturaleza divina, y la que se tocaba era otra cosa: sabemos que, al menos hasta 1885, era habitual palpar la parte inferior de otra columna, en el lado suroccidental del centro del crucero, y que tenía en su interior, según la tradición, nada menos que el báculo de Santiago el Mayor. Varios peregrinos recogen esta tradición primigenia en sus escritos.

LA PRIMERA FOTO. La mitificación del parteluz del Pórtico podría haber comenzado hacia el Año Santo Jacobeo de 1920. Es en esta época en la que el fotógrafo Ksado tomó la imagen, ya clásica, de un viejo peregrino posando la mano sobre la huella. La foto tiene gran fuerza: representa como pocas imágenes la llegada a la meta jacobea tras un largo y esforzado recorrido. La imagen, clave en esta historia relativamente reciente, parece querer expresar con su delicado blanco y negro la llegada al final de la peregrinación, a la eterna Catedral de Santiago, a través de un peregrino vestido de forma un tanto intemporal, que en su solitaria presencia bajo el Pórtico esculpido por el Maestro Mateo pone su mano en aquella mano de la columna con motivo de su llegada. La imagen estuvo expuesta en el escaparate del estudio de Ksado en la Rúa do Vilar, en donde también se vendían copias.

La leyenda estaba sembrada. Curiosamente, en ese mismo año 1920 se estrena el Himno del Apóstol, que tiene letra del médico compostelano Juan Barcia Caballero y música del maestro de capilla Manuel Soler Palmer, y se utilizaba durante el vuelo del botafumeiro. En una de sus estrofas se escucha: Firme y segura/ Como aquella Columna/ Que te entregó la Madre de Jesús... La idea de la columna, vinculada a ambos cultos (mariano y jacobeo), tiende a reafirmarse. La popularización de la mano del parteluz prosigue en los años posteriores. En 1928 se publican en Vida Gallega dos fotografías en las que se ve al arquitecto Antonio Palacios y a su esposa, él golpeando con la cabeza al Santo dos Croques, ella colocando la mano en el hueco de la columna.

Además, comienzan a comercializarse postales y dibujos replicando la fotografía de Ksado, como las creaciones del fotógrafo Luciano Roisin (quien incluye en su serie de postales de la ciudad y de Galicia una de la “columna milagrosa” en la que aparece representada una mujer en pie, humildemente vestida, que pone su mano en el parteluz) o el ilustrador Carlos Sáenz de Tejada. Y más allá de las artes gráficas: por ejemplo, una escultura de Uxío Souto de ese mismo 1928, cuyo título es ¡Que volva!, en la que se ve a una mujer con indumentaria campesina, arrodillada, poniendo su mano sobre la de la columna del Pórtico en actitud suplicante. A este proceso contribuye la reorganización acometida en la Catedral en 1944 con la retirada del coro.

El Pórtico de la Gloria adquiere un papel todavía más relevante y se convierte en un espacio mucho más transitado. Es poco después, en el Año Santo de 1954, cuando se comprueba que la imposición de la mano, hasta entonces un ritual reflexivo y privado, se ha convertido ya en una acción reiterada y muy pública. Una página de la Crónica de este Jubileo compostelano presenta nada menos que ocho fotografías en las que aparecen otras tantas personas con su mano posada en la columna del parteluz. En todos los casos, por lo demás, se observa a otras personas observando el rezo; esa contemplación de una acción antes hecha usualmente en soledad ha de llevar, inevitablemente, a su divulgación.

DETERIORO DE LA ZONA. La leyenda quedó por tanto totalmente instalada en la mitad final del siglo XX. El deterioro de la zona movió al Cabildo a acotar este espacio para impedir tanto la imposición de la mano en el parteluz como la realización de otro rito típico, el golpeo, cabeza con cabeza, del llamado Santo dos Croques. La columna del parteluz es la central entre las tres que se disponen bajo el tímpano, bajo Santiago el Mayor. Las otras dos tienen encima a Isaías y a San Pablo. Se relaciona comúnmente con el sacrificio de Isaac la ornamentación de la columna existente debajo de la figura de Isaías. La disposición de Abraham a sacrificar a su hijo lleva a Yavé a bendecir y prometerle la multiplicación de su descendencia.

Lo que en su momento fue toda una colección de imágenes, fantásticamente esculpidas, casi en movimiento, al servicio del mensaje de la Iglesia, se convirtió en unos pocos años en una tradición casi secular. Los compostelanos de cierta edad recuerdan las largas colas que durante los Años Santos se formaban a la entrada del templo para cumplir con el doble rito de la imposición de la mano sobre el parteluz y los golpes al Santo dos Croques. La actual restauración y la prudencia han limitado un gesto que, como se ve, es más reciente de lo que parece.

06 ene 2022 / 01:00
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