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¿cómo luchar contra esta plaga? Se trata de un reto muy difícil debido a que los vándalos campan a sus anchas y muy pocas veces son cazados con las manos en la masa. El Ayuntamiento gasta 160.000 euros anuales en limpiar pintadas, pero se ‘reproducen’ casi de forma inmediata TEXTO D. Casal/ Brais F.

Degradación y feísmo creciente en un Campus Vida plagado de grafitos

Pese a ser una de las zonas más atractivas de la ciudad para pasear o hacer deporte, el Campus Vida padece desde hace ya muchos años un abandono de tal calibre que cada vez son menos los vecinos interesados en disfrutar de un entorno invadido por cientos de feos grafitos y donde el feísmo campa a sus anchas. Edificios, casonas, tapias, escalinatas, farolas, bancos... Resulta muy difícil mirar hacia algún lado y encontrar algún elemento en buen estado o liberado de antiestéticas pintadas, plaga que cada vez se extiende más por todos los barrios del municipio, incluso en pleno centro histórico, sin que las distintas administraciones logren poner freno a la degradación general.

En los últimos años se han anunciado varios planes dirigidos a devolver al antiguo Campus Sur, donde se encuentran los colegios mayores más emblemáticos, numerosas facultades y edificios universitarios de todo tipo, su antiguo esplendor, pero lo cierto es que las escasas actuaciones acometidas no han servido para regenerar una zona que, por su atractivo, debería estar inmaculada. Y es que no solo los grafitos afean un entorno en el que también abundan las aceras en mal estado, la vegetación poco cuidada y un mobiliario urbano muy destartalado.

El problema es el de siempre: los gamberros campan a sus anchas y tanto el Ayuntamiento como el resto de administraciones y los particulares pasan al final de pintar y arreglar muros e inmuebles que a los dos días vuelven a presentar el mismo aspecto lamentable.

Sobre este particular, los datos cantan por sí solos. El Ayuntamiento de Santiago, por ejemplo, gasta una media de 160.000 euros anuales en las labores de limpieza de las pintadas registradas en la ciudad (en 2019 se actuó sobre más de un millar), tarea en la que se emplearon más de dos mil horas de trabajo por parte de la concesionaria.

A estas cantidades de recursos públicos y horarios laborales que podrían tener otra utilidad más práctica hay que sumar también los fondos y tiempo que destinan a este fin los particulares, porque cuando la pintada se realiza sobre la pared de una propiedad privada es esta quien tiene que asumir los correspondientes costes de limpieza, según marca la ordenanza municipal.

Lo triste es que este tipo de agresiones ya han dejado de ser noticia, salvo cuando suponen actuaciones graves contra el patrimonio histórico, como el caso de las dos que sufrió la Catedral de Santiago en dos ocasiones, y que obligaron a un considerable desembolso por parte de las administraciones públicas para retirar la pintura sin dañar las piezas históricas.

DIFICULTADES. Castigar de forma ejemplar a los autores de las pintadas es una operación casi imposible. Salvo que se los pille infraganti y con el spray en la mano, no es posible identificar y sancionar a los autores, que además suelen actuar de noche y encapuchados. Algunos ayuntamientos llegaron a recurrir a peritos calígrafos para identificar a los artífices de los garabatos, pero la maniobra no llegó a calar. En Santiago, durante los últimos años, se cuentan con los dedos de una mano los vándalos que al final pudieron ser condenados por atentado contra el patrimonio público.

Todas las administraciones públicas se han preocupado por sacar adelante normativas que castiguen estos actos vandálicos. El Ayuntamiento recoge en la ordenanza de publicidad sanciones que oscilan entre trescientos y los tres mil euros según el daño cometido y la zona de actuación, ya que el casco histórico está especialmente protegido.

Un gran enclave que surgió con el proyecto de 1929 para la expansión de la emergente Universidad
Rodríguez Cadarso, que le da nombre a la primera residencia construida, tuvo un papel fundamental en el desarrollo de toda la zona

Santiago. El germen de lo que hoy conocemos como el Campus Vida tiene su origen a finales de los años 20 del siglo pasado. Tras la compra de los terrenos (el grado de expropiaciones necesarias para hacer realidad el macroproyecto obligó a recortar el programa inicial), en 1929 se aprobó en Santiago un ambicioso proyecto, a cargo del arquitecto municipal Constantino Candeira Pérez, para la dotación de residencias de estudiantes y otras necesidades de la Universidad en los terrenos que comprendían el paseo de la Ferradura de la Alameda, la carretera de Noia y la de Conxo, siendo la base del diseño actual.

Bajo el mandato de Alejandro Rodríguez Cadarso, entre 1931 y 1933, empezó a conformarse el encargo con el inicio de las obras del Colegio Mayor que recibe, precisamente, el nombre del exrector de la USC. Esta, que pervive en la actualidad, fue inaugurada en 1941, situada en la plaza que conserva actualmente el mismo nombre que el edificio, dando paso a una década en la que se culminaron los tres colegios mayores, el Observatorio Astronómico, la escalinata y se realizaron las primeras obras de urbanización y ajardinamiento.

Por aquel entonces, se dotó a la capital gallega de un espacio verde excepcional salpicado por construcciones bellísimas, como las citadas residencias Rodríguez Cadarso, San Clemente y Fonseca. Esta parte, conocido popularmente como la Residencia, mantiene hoy en día un aspecto similar al de por aquel entonces, con una influencia clara del esquema inglés college+sport y de los estilos del comienzo del urbanismo barroco.

A partir de ese modelo inicial, en los setenta comenzó la gran expansión de este espacio universitario, con la edificación de las nuevas facultades para la Universidad más importante de Galicia. Se arrancó con la de Química, seguida muy de cerca por otras como la de Farmacia y Derecho, lo que provocó el traslado de los estudiantes desde el casco histórico, o la de Matemáticas. Este crecimiento generó la urbanización de una zona que antes era una verde pradera.

Con todo, ese desarrollo repentino dejó, como bien han apuntado arquitectos locales, “construcciones de estética más que dudosa”, siendo el preludio del declive de un enclave en el que reina, cada día más, un incomprensible estado de abandono. ecg

13 ene 2022 / 01:00
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