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El camino interior de un peregrino bachiano

Marzo arranca con las reivindicaciones feministas, la lucha por la igualdad, la condena de la violencia de género... Parece como si tras el letargo del invierno comenzase el resurgir de una primavera tan florida como guerrera.

Por otra parte, en Santiago es cuando los peregrinos se hacen notar y se advierte su presencia en toda la ciudad.

A título personal yo lo llamaría el mes de Johann Sebastian Bach (Eisenach 1685-Leipzig 1750). Su música suena estos días de modo diferente o, al menos a mí me lo parece.

Nació un 31 de marzo, en primavera. Y me congratula que un participante del documental de famosos peregrinos, conducidos por el productor de cine Miguel Ángel Tobías (Baracaldo, 1968), sea el tenor José Manuel Zapata (Granada, 1973), conocido por sus interpretaciones, así como por conferencias y vídeos, en favor de la buena música, intentando que, sea esta cual sea, se la vea sin prejuicios.

En una entrevista reciente afirma que hay una música para cada instante, algo que es obvio, aunque a veces hace falta decirlo en voz alta para darse cuenta. Asimismo, preguntado por cuál sería la banda sonora de su etapa en El camino interior (el documental ya citado) respondía sin titubeo: La pasión según san Mateo, de Johann Sebastian Bach, porque transmite la paz de la etapa, da gloria a Dios y acerca a los hombres a la divinidad.

Es la gran pasión de Bach y la pasión de muchos de nosotros. Es la más larga y más elaborada, aunque no fue especialmente estimada por su cercanía al estilo operístico. Incluso parte de la burguesía del XVIII la rechazó por no acomodarse a su pietismo, corriente del luteranismo que Bach compartía a medias con el racionalismo. Por eso, o porque era muy habitual hacerlo, Bach la revisó repetidas veces.

No fue hasta 1829 cuando el compositor y director F. Mendelssohn la presentó en versión reducida con la Sing-Akademie de Berlín. Desde ese momento fue todo un clásico.

Hay quien opina que es la mejor obra religiosa de la historia de la música, por la elección del texto y la adaptación de la melodía, por la forma poética en que narra algo tan crucial para los cristianos, su fidelidad al texto evangélico o la piedad que suscita.

No se sabe la fecha exacta del estreno. Puede que sea fruto de una cantata fúnebre anterior, o viceversa. En todo caso, debe datarse entre 1727 y 1729. Lo cierto es que se interpretó el 15 de abril de 1730 en Leipzig, conducida por Bach y con un mermado grupo de intérpretes. Consta su queja ante el desmantelamiento de músicos en aquel Viernes Santo.

Entonces Bach vivía en su último destino, tras peregrinar por diversos lugares. Era como el Generalmusikdirektor, el maestro de capilla encargado del Coro de Santo Tomás y de todas las actividades de la ciudad: enseñar, componer, dirigir, etc.

A casi tres siglos de distancia todavía se sigue indagando de dónde partió Bach para así poder comprender mejor su música. Se estima que contó con una nutrida biblioteca -algo normal entonces- que no solo contenía libros de música, sino de espiritualidad, de teología y filosofía y otras obras profanas. Suman 81 libros de teología

-una cuarta parte relacionada con Lutero- según el inventario realizado al fallecer. Habría que sumar su genio y su experiencia vital para sacar conclusiones.

Aun así, coincido con el escritor y apasionado músico Ramón de Andrés, en una idea que enlaza con lo expresado por J. M. Zapata: Es utópico creer que los estudios biográficos y el análisis de las obras ayudan a desvelar las interioridades de un ser humano; tarea imposible, porque la distinta actitud ante las mismas cosas a lo largo del tiempo y la inconstancia de ánimo nos caracterizan como especie. Contar la vida ajena -o la propia-, opinar sobre ella, es cultivar el equívoco. Por eso en muchos aspectos (...) sigue siendo un desconocido. Nunca sabremos quién fue realmente, del mismo modo que no sabemos quiénes somos sus oyentes ni en qué lugar nos sitúa cuando se escucha o se interpreta su música.

Poca herencia material dejó Bach en 1750 a su segunda esposa, Anna Magdalena. Ella intentó sin éxito vender tres cantatas de su marido. Pero aun así la joven esposa aparece en los registros de Leipzig como una mujer que vive de la caridad.

No es exageración pues vivían con ella solo las mujeres de la amplia familia de Bach. Por tanto, los ingresos eran paupérrimos.

Anna Magdalena podría haberse dedicado a cantar o a tañer un instrumento por sus dotes musicales, pero los condicionantes del entorno no lo hacían viable. Hablar de igualdad salarial era más que ilusorio. Una mujer no podía cantar en un templo, algo compartido con los católicos. Solo en alguna ciudad germana o en Hamburgo les era permitido con tal de que estuviesen ocultas a los fieles.

Bach apasiona siempre, como todo lo que encierra un misterio, el futuro que vendrá o lo que vislumbra el peregrino desde el Monte do Gozo, atento a su camino interior y a su sino...

14 mar 2022 / 01:00
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