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El castillo de la Rocha Forte y la rúa de la Balconada

El escritor Neira de Mosquera nos recuerda que podía distinguirse a los portugueses en el cerro del Humilladero, no en vano el Camino discurre por allí. Tal eminencia del terreno es conocida en la historia compostelana por el nombre latino Humillatorium, por la reverencia y veneración de los peregrinos al divisar desde esta cima las torres de la Catedral de Santiago, si bien su denominación vulgar era la de O Miñadoiro, que con el paso de los años devino en Milladoiro. En la actualidad se asienta allí un pueblo próspero situado a ambos lados de la vía de comunicación que en su día promovió el arzobispo Acuña y Malvar. Dicha carretera desemboca, dirección a la ciudad del Apóstol, en el puente de la Rocha. Desviándonos inmediatamente antes de adentrarnos en ese viaducto por la calle del Churruchao, caminado unos quince minutos, aunque también es posible ir en coche, nos vamos a encontrar con las ruinas de lo que fue un retiro almenado, un castillo, construido para los arzobispos de la Catedral de Santiago. Dado que se encuentra casi al paso del Camino Portugués, a unos cincuenta metros, bien merecería una indicación expresa.

El lugar donde se encuentra la fortaleza se le denomina la Rocha Vella, una aldea que pertenece a la parroquia de Conxo. Al castillo se le conoce como de la Rocha Forte o de los Churruchaos. Tras la Revuelta de los Irmandiños acabó convertido en lo que es hoy, un yacimiento arqueológico, declarado Bien de Interés Cultural. En el siglo XX la construcción de la línea del ferrocarril supuso la destrucción de una importante parte del yacimiento. Este castillo llano resulta un hallazgo inesperado por el emplazamiento, ya que no se levantó en una posición predominante como era habitual. El lugar fue elegido en base a ser un enclave perfecto para controlar la entrada y salida de la ciudad de gentes y mercancías. Lo mandó edificar el arzobispo Juan Arias en el año 1240.

También se conserva el testimonio escrito de la reconstrucción de esa fortaleza llevada a cabo por Berenguel de Landoria, después de los estragos causados por los ciudadanos de Compostela en el 1320. De este prelado, de origen francés, ya tengo escrito aquí a propósito de la condena del Home Santo, por ser este uno de los participantes en las revueltas que se dieron entre el pueblo de Compostela y el Arzobispado. Al frente de dichos enfrentamientos estuvo un noble gallego, de la familia de los Torrechanos, vulgo Churruchaos, Alonso Suárez de Deza, al que el arzobispo Berenguel designaba como Satélite de Satanás, lo que le acarreó ser asesinado por los seguidores de este, siguiendo sus órdenes, por supuesto.

Para la familia de los Deza la afrenta del crimen motivó sostenidos deseos de venganza, que culminarán años más tarde con el asesinato del arzobispo Suero Gómez de Toledo. Ese hecho aconteció delante de la Catedral, hoy plaza del Obradoiro, si bien la imaginación popular los trasladó a otra zona y a otro tiempo, justificando falsamente este crimen en los amores del prelado. Así se forjó una leyenda detrás de la cual subyace, como casi siempre, mucho de mentira y un trasfondo de verdad.

Cuentan, y versiones hay varias, que hace mucho tiempo hubo un capitán que tenía una hija tan hermosa como deseada. El oficial tuvo que partir a guerrear en África, ocasión que aprovechó el arzobispo compostelano para raptar a la joven, encerrándola en el dicho Castillo de la Rocha Forte. Los habitantes de la fortaleza eran una banda de asesinos y ladrones que asaltaban y robaban en toda la región bajo el manto protector del arzobispo.

Tras tener conocimiento de todo esto, el capitán regresó a Santiago el día de la fiesta del Corpus Christi, durante la celebración de la tradicional procesión por la ciudad. Cuando la comitiva marchaba por la rúa de la Balconada, el militar, montado en su caballo y con la armadura puesta, arremetió contra el arzobispo con su espada y le quitó la vida.

La rúa de la Balconada, que algunos se atreven a asegurar que nunca existió, fue purificada con sal y clausurada para siempre. Los vecinos de Compostela quedaron tan conmocionados por la muerte del prelado, y esto ya no es leyenda, que habiendo cerrado casas e iglesias, los que se mantuvieron fieles a la obligación de oír misa no tuvieron más remedio que acudir al pueblo de Conxo, derivando de este acontecer lo de “Vaiche na misa de Conxo”, que se mantuvo como un dicho para referirse al éxito tardío de una empresa o el retraso inesperado de un deseo, tal como acontecía con aquellos que entre ir y volver andando hasta allí se les pasaba el día.

De aquella muerte, tan señalada, quedó en el pueblo un cantar:

¡Adiós, Rúa Nova hermosa,

calle de la Balconada,

mataron a un Arzobispo

y fue por una madama!

08 feb 2021 / 00:00
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