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{ III } Gritos, posesiones malignas, sangre y muerte fueron los aspectos que definieron la convivencia de un barrio tranquilo, que en plena Pascua de 1988, traspasaron una realidad que no conocían para hacer frente al parricida de Los Tilos

El exorcismo casero del profesor de Los Tilos se torna en una carnicería

Los delirios encontraron en Miguel Martínez lo más parecido a una cariñosa fidelidad, como la de una costumbre, que estuvo a gusto con él y por eso se quedó y no se fue. Sin embargo, la hostilidad del mundo que se le presentaba a este hombre, marido y padre, acabó con todo aquello que habían construido con anterioridad. Fue durante la adolescencia, más bien entrado en la edad adulta, cuando un trastorno comenzó a distorsionar una realidad ordinaria, como la de muchas otras personas. Sus ideas delirantes y sus alucinaciones, desembocarían en una auténtica tragedia que implicaría a una comunidad, tanto por la cercanía de unos hechos de los que no se conocía un pasado parecido, así como por la brutalidad y la forma de llevar a cabo el crimen, en una tranquila zona de Teo el 4 de abril de 1988, en Los Tilos.

Una familia, aparentemente feliz y estable, como la describieron muchos de sus vecinos, dejaron crecer, poco a poco, en su seno, un problema que acabaría por destruirles.

Miguel Martínez no es el real protagonista de este escabroso crimen, si no lo que creía ver y oír. Él era profesor de la EGB, especializado en ciencias naturales, nacido en Ourense, que desde 1974, cuando tenía 22 años, comenzó a presentar una personalidad psicopática compulsiva, ante la que necesitó atención psiquiátrica regular. Este lo llevó a encadenar varias bajas por enfermedad. Con todo, realizó el servicio militar y en sus informes no se advertía signo anormal en la conducta.

Fue pocos años después del diagnóstico cuando, en 1979, Miguel conoce a Genoveva Ferreiro Antelo, de 30 años, una mujer inteligente y con un carácter fuerte, que era militante del Bloque Nacionalista Galego, apareciendo quinta, el pasado año a los hechos, en las listas del partido. En ella, encontraría una fiel compañera, manteniendo un noviazgo de cuatro años antes de casarse, durante los que desarrollaron una relación normal a excepción de momentos puntuales en los que él sentía la necesidad de aislarse y estar solo. Sin embargo, ambos terminaban en una reconciliación y entendimiento, que según explicó Miguel, siempre fue mutua y sin aparentes problemas mayores. Esta relación parece que comienza a estabilizarse, hasta que en abril de 1983, Miguel y Genoveva contraen matrimonio. En este momento, se van a vivir al barrio de Los Tilos, cerca de Santiago de Compostela, en el municipio de Teo y será aquí donde comiencen a crear una familia. Tendrán dos hijas, por un lado estará Catarina, que nace en 1984 y la más pequeña, Andrea, nacida en 1987, que, literalmente, será la única protegida de una realidad proyectada por una mente enferma.

Fue en este último año cuando Miguel entró en una profunda y complicada fase depresiva, su mente, que por momentos creaba realidades paralelas, lo llevaron a provocar uno de los crímenes más sonados, pero poco entendibles y mucho menos justificables, para la gente de a pié, sus compañeros de trabajo, sus estudiantes, y su familia.

Él estuvo durante largo tiempo, sometido a tratamiento psicoterapéutico nocturno, pero sin embargo, lo abandona de cara a las Navidades de ese año, sin conocer, la propia oscuridad que le acompañaba cada día. El médico que le hace este seguimiento, no le volvería a ver más, hasta que su foto, aparecería en todos los diarios nacionales y autonómicos con un reconocimiento que nadie quiere tener merecido.

Una tragedia se va gestando en el seno de una familia aparentemente normal, y sin grandes discusiones. Miguel comienza a “observar” una serie de dominios diabólicos entre sus familiares. Según veía y creía, su suegro estaba ejerciendo un dominio total sobre su mujer, mientras que esta estaba intentando hacer lo mismo con la hija mayor de ambos. Se estableció una cadena de dominios diabólicos en esa familia, aunque, la hija menor, Andrea, no podría ser poseída dado su nombre, según pensaba él. Esta situación “paranormal”, habría tenido origen en la visita de una sobrina, Araceli, de cuatro años, que según él, fue quien trajo la posesión a la casa.

Sospechando cada vez más de que su pareja, Genoveva, estaba interviniendo en la “confabulación diabólica”, Miguel decide en la mañana del 4 de abril de 1988 ir a casa de sus suegros para explicar el caso a su madre política, pero no se decide a contárselo dada la presencia de su suegro, también poseído.

Miguel regresa a su casa, viviendo a través de la representación de muchos temores y delirios. Ahí que, después de comer, en su domicilio su mujer le dice que puede bañar a la niña mayor mientras ella sube al trastero para poner a secar una ropa. Durante el baño, decide realizar un ritual de “purificación” por lo que aprovechando la tarea encomendada, derramó por todo el baño, aseo y cocina, colonia, champú y jabón; elementos necesarios para la purificación y limpieza de un ambiente hostil y peligroso, al mismo tiempo que decide invocar a los arcángeles, según afirmó durante el juicio oral.

Genoveva, se lo encontró realizando este ritual. Así que, con miedo, se desplazó hacia la habitación posiblemente para llamar a sus padres y contarles lo que estaba pasando. Miguel, que creía que sus suegros poseían poderes diabólicos, se dirigió corriendo hacia Genoveva y antes de que llegase al teléfono, la detuvo, forcejeando con ella y arrastrándola hacia la cocina en donde le asestó varias puñaladas con un cuchillo causándole gravísimas heridas que le causaron la muerte. En la cocina, la mujer había comenzado a chillar, ante lo que un grupo de vecinos se alertó y se dirigieron a la puerta para ayudar. Pidieron que se permitiese el paso dentro del inmueble, pero ante la negativa interna, decidieron llamar a la Guardia Civil, presentándose efectivos del puente de Lestedo y, movilizándose también, Cruz Roja y Bomberos de Santiago. Una vez en ese forcejeo, él hombre desde su realidad, y Genoveva desde la otra, veían ambos el mismo resultado, que sería el asesinato a puñaladas de ella. El hombre estaba convencido de que Genoveva estaba poseída y según relató “pensaba que era imposible que tivera sangue, eu non vin sangue” si no un líquido de color verde, propio, según creía, de los demonios y vampiros como ella.

El RITO. Ya muerta, y con el afán inquebrantable de liberarla de su posesión, “como non tiña estaca, utilicei o coitelo e unha tabla” de cortar carne, actuando como si se tratara de un vampiro. Sin embargo, y como otra más de las sorpresas que presentaron sus oscuros y delirantes relatos, producto de una terrible percepción de la realidad que no solo quedaron ahí.

El hombre, absolutamente convencido de tener una importante misión entre mano, enajenado por unos hechos que parecía haber oído y visto, decidió comprobar que el cadáver de su mujer no tenía corazón, claro signo de haberse convertido en un ser sobrenatural. Para ello, seccionó su pecho, y extrajo los pulmones, colocándolos a un lado del cuerpo. Por otro lado, también extirpó el corazón, que previamente había confundido con los pulmones, y que le causó una gran sorpresa pues, según él, los demonios y los vampiros no podrían tenerlo. Además, para impedir la continuación de sucesivas dominaciones, también le arrancó los ojos, porque “era lo que utilizaba para dominar a Catarina”, su hija mayor.

El cadáver también fue encontrado con diversas incisiones por todo el cuerpo, concentradas en las zonas del vientre y los muslos, todos ellos con forma de una cruz cristiana, símbolo de protección contra del diablo.

Miguel Martínez, sereno e inconsciente de la horrible escena, fue encontrado por la Guardia Civil, satisfecho de haber cumplido con la misión encomendada por Dios para acabar con el “maligno” que habitaba en el interior del cuerpo de su mujer.

LA PURIFICACIÓN
“Tenía la sangre verde”

··· Miguel Martínez pensaba que su mujer era un demonio o un vampiro, es por eso, que una vez le asestó varias puñaladas que acabaron con su vida, pensó que su sangre debería ser verde, y no roja, exactamente igual que como la tienen los vampiros.

··· El autor del suceso, extirpó los ojos de la mujer y los colocó sobre la cabeza, a ambos lados. Esta especie de ritual, se debe a que él estaba seguro de que era este órgano con el que establecía el dominio demoníaco hacia sus hijas. Le abrió el tórax para confirmar, ya que “pensaba que no iba a encontrar el corazón” dijo a los investigadores.

“Esperen, que aún no terminé”, dijo mientras acababa de cortar el cuerpo sin vida de Genoveva
Se percibía tranquilo en todo momento, además, hablaba de ella como su “exmujer”

Eran las tres y media de la tarde del lunes, cuando, media hora después de haber comenzado, llegaron los agentes de la Guardia Civil al domicilio, donde exigen la apertura de la puerta. Desde el fondo de ese espacio, pesado y silencioso ya, se escucha decir a Miguel: “Esperen, que aún no terminé” en relación al importante trabajo que tenía entre manos: exorcizar a su mujer extrayéndole los ojos, los pulmones y el corazón. Posteriormente, y una vez terminado el laborioso trabajo de purificación, dejó pasar a varios vecinos y a los agentes diciendo “pónganme las esposas, hice lo que tenía que hacer”.

Miguel Martínez fue trasladado al depósito municipal, donde sufrió una reacción paranoide aguda con amnesia que motivó su ingreso en el Sanatorio de Conxo, donde manifestó a los médicos que “mejor es que mis hijas estén huérfanas, que poseídas por una madre endemoniada”.

Además durante el juicio y según la médica forense que lo atendió, declaró que Miguel Martínez estaba obsesionado con la imagen que había dejado al final del suceso, que al ser preguntado, la definía como “ciertamente dantesca”, con una gran frialdad, y declarándose ausente de ese acto, según se podía leer entre las líneas de su entonación.

Pareciendo que había olvidado los hechos de los que se le inculpa, empezó a recordar una vez estuvo ya en prisión. Según explica el autor, “empecei a ser consciente o 28 de maio, cando estaba nunha litera e veía os barrotes que se me asemellaron ás cruces”.

Este proceso se celebró en la Sala Segunda de la Audiencia Provincial de A Coruña, juzgando a un Miguel Martínez, el profesor de la EGB de 37 años que descuartizó a su mujer delante de sus hijas pequeñas. Sin embargo, fue este órgano quien acordó absolver al acusado del delito de parricidio, del que lo considera responsable, atendiendo a la eximente de enajenación mental “al haber realizado el hecho con sus facultades intelectivas y volitivas totalmente anuladas por el episodio esquizofrénico que sufría”.

El trastorno mental que sufría fue admitido por los informes de los cinco peritos, psiquiatras y médicos forenses que colaboraron en las evaluaciones. Además, también se tuvieron en cuenta las pruebas de tratamientos previos a los que estuvo sometido

Ante las declaraciones del acusado, y de los expertos, la Sala decretó el internamiento de Miguel Martínez en un psiquiátrico penitenciario - dada su peligrosidad del que no podría salir sin autorización del Tribunal. Sin embargo, condena al pago de una indemnización de cinco millones de pesetas a sus dos hijas, que había dejado sin una madre, y también sin un padre, pues no las volvería a ver el resto de su vida dado uno de los crímenes más atroces y macabros que se habían presenciado.

¿Qué tipo de posesión maligna observó en su sobrina Araceli?
Andrea, era inmune al dominio diabólico porque su nombre significa “fortaleza”

Según expuso Miguel Martínez, todo comenzó con la estancia y la presencia de Araceli en la casa familiar. El inicio del fin se produjo tan solo tres días antes del macabro crimen, cuando Miguel empezó a sospechar de que la sobrina, Araceli, estaba intentando poseer a Catarina, de cuatro años de edad, y la mayor de las dos hermanas. El padre de las menores, basó su creencia en que estando los tres en una habitación, había observado como Araceli movía los labios sin decir nada, y como Catarina comenzaba a hablar.

Además, según relatan las págnas de este periódico pero de 1989, el mismo día que Miguel presenció ese hecho tan extraño, y en la misma habitación, sonaba en la radio una pieza de música clásica, cuando “ de repente hubo una interferencia” según dijo Miguel y comenzó a “oír risas en el aparato”. Hasta ese momento Miguel Martínez se había creído con poder suficiente para “romper os maleficios que estaba botando” pero la anécdota de la radio le había hecho dudar de su fuerza. Además, Araceli, en opinión del procesado en aquel momento, dominó también a Genoveva, su mujer, descubriendo esta situación en esa misma maña, justo cuando Catarina entró en el dormitorio del matrimonio tarareando algo, cuando comprobó que era la mujer la que estaba moviendo los labios.

Con todo, ni Araceli ni Genoveva pudieron con Andrea, que contaba con poco más de dos meses. Miguel achacaba la victoria frente al diablo de la más pequeña debido a su nombre, ya que Catarina significa “inocente” mientras que Andrea, “viril, fuerte”.

Así, el hombre estaba seguro y convencido de que con el asesinato “ estaba liberando á miña muller do espíritu de Araceli” que tenía aproximadamente la edad de la hermana mayor Catarina, cuatro o cinco años. Fue por eso, que el parricida, siguiendo un “mandato divino” mató a la mujer por estar “endemoniada”

31 oct 2021 / 01:00
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