El fruto de la vida

LOS SERES HUMANOS tenemos hoy la gran preocupación del trabajo y del logro de una pareja ideal. En ocasiones da la impresión de que, con esos dos aspectos, ya nos damos por satisfechos y no miramos más allá. Sin embargo, el trabajo no es algo que nos venga garantizado para toda la vida: de hecho, no faltan los que se ven constreñidos a engrosar las listas del paro; y la pareja, tal como la buscan hoy muchos de los que se casan, tampoco ofrece garantía de perpetuidad. Y, al final de la vida..., ¿qué?

La 1.ª lectura de la Misa de esta tarde y de mañana está tomada del libro de los Proverbios. Trata de la mujer hacendosa, que vale más que las perlas. Confía en ella el corazón de su marido; le ofrece siempre complacencia, y nunca disgustos. Trabaja con seriedad en su casa, y provee de vestidos a los que en ella viven. Pero más todavía, extiende sus manos al pobre, para asistirle. Concluye el autor de este canto que la gracia es engañosa, la hermosura es fugaz, mientras que la mujer que cuenta con el Señor, merece toda alabanza.

San Pablo les dice a los Tesalonicenses que no sabemos cuándo vendrá el Señor a pedirnos cuentas de nuestra gestión. Su venida será tan inesperada como la del ladrón en la noche. Cuando unos y otros presuman de paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos la ruina y no podrán escapar. Sin embargo, los creyentes no tienen que temer, pues son hijos de la luz e hijos del día, no de la noche y de las tinieblas. Así pues, con su vida sobria y vigilante se dispondrán al encuentro del Señor.

La parábola de los talentos, muestra lo que el Señor nos da y lo que nos pedirá. Nos ofrece lo que requiere nuestra condición: a unos un poco más y a otros menos. Sin embargo, tampoco nos pedirá a todos igual: a quien más se le ha dado, más se le pedirá; y a quien menos, menos se le exigirá. El Señor, a su vuelta, pedirá cuentas de los talentos que nos ha dado; y, si los hemos puesto a fructificar, nos hará tomar parte en su gozo y en su paz.