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Héroes

EL RECIENTE descubrimiento en el mar de Wedell del Endurance, el barco de Shackleton hundido durante su viaje a la Antártida a finales de 1915, ha hecho evocar en todo el mundo la figura del mítico explorador anglo-irlandés. Su fama deriva precisamente del fracaso de la expedición y del hundimiento del barco. Es en ese momento en el que surge el capitán que dirige a sus hombres, primero sobreviviendo en la banquisa, navegando luego en las lanchas hasta alcanzar la isla Elefante y finalmente en la travesía épica, en un humilde bote de 6 metros de eslora, hasta alcanzar la factoría ballenera de las Georgias del Sur, a través de uno de los mares más difíciles del planeta. De todo ello hay fotografías, desde el partido de fútbol en los hielos más australes hasta la partida del bote hacia las Georgias, mientras el resto de la tripulación se quedaba en la isla esperando un rescate improbable.

Shackleton había sido durante años marinero en barcos de vela y marino mercante, había participado en otras expediciones, una de ellas bajo el mando del malogrado Scott, e incluso en su intento de hacer fortuna no tuvo reparos en meterse en negocios dudosos: transportes de tropas rusas hacia extremo oriente, minas en Hungría y otros asuntos más o menos oscuros. Pero en el fondo era un inadaptado y el destino le tenía preparado su momento, aquel en el que uno debe dar un paso al frente, ser o no ser. Y de ese comportamiento en el instante decisivo procede la admiración general por Shackleton y sus hombres, que no ha decaído desde hace un siglo: los que llevamos una existencia gris y rutinaria vemos en él la ilusión de la vida libre y los grandes espacios, la camaradería de los viajes peligrosos, la aventura. De ahí la emoción del descubrimiento de los restos del barco hundido.

También hemos celebrado hace poco un nuevo aniversario de la revolución de los claveles. Muchos cantamos Grândola, vila morena del gran Zeca Afonso, que había sido la señal para la insurrección. Para mi generación aquellos hechos fueron importantes, por haber tenido lugar en el querido Portugal y por el año, 1974, en el que el franquismo mostraba signos evidentes de un final próximo. De todos aquellos capitanes y líderes políticos, de Spínola Vasco Gonçalves y Otelo Saraiva de Carvalho, pasando por otros protagonistas más centrados como Vasco Lourenço, sobresale la figura del capitán Salgueiro Maia que aquella noche se dirigió a sus hombres en términos inolvidables, que cito literalmente de un reportaje de la RTP lusa: “Meus senhores, como todos sabem, há diversas modalidades de Estado. Os estados socialistas, os estados capitalistas e o estado a que chegámos. Ora, nesta noite solene, vamos acabar com o estado a que chegámos! De maneira que, quem quiser vir comigo, vamos para Lisboa e acabamos com isto. Quem for voluntário, sai e forma. Quem não quiser sair, fica aqui!”. Los 240 hombres le siguieron en el camino de Santarém a Lisboa y poco después Caetano estaba en el aeropuerto preparado para el exilio en Brasil. Obsérvese que no hay grandes palabras, ni frases enfáticas; apenas una apelación moral a realizar lo que es preciso.

Salgueiro Maia rechazó ser miembro del Consejo de la Revolución, gobernador civil, diplomático y otros cargos honoríficos, siguiendo la carrera militar hasta su muerte. El escritor Fernando Assis Pacheco le dedicó un elogio homérico: “Não devia ter morrido de um cancro qualquer, mas de pé, fulminado por um raio”.

No sé si estos tiempos son propicios para los héroes; más bien se diría que se admira a millonarios y jugadores de fútbol, pero en todo caso cada uno debe elegir sus mitos y en este asunto delicado yo debo reconocer un cierto romanticismo.

Pero los mitos, conscientes o inducidos, no agotan el tema del heroísmo. Cualquiera en su vida cotidiana puede tener ese momento decisivo en alguna de las vueltas inevitables de la vida, en las tragedias cotidianas. Es el heroísmo anónimo que surge aquí y allí y que, a veces, también sale en los periódicos: las mujeres afganas que levantan su voz, el periodista que arriesga su vida en México, Malta o Rusia, el comerciante de Palermo o Nápoles que dice no.

03 jun 2022 / 01:00
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