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ENTREVISTA
Ramón Villares Paz // Catedrático de Historia Contemporánea de la USC

“La memoria que existe en España del periodo republicano es bastante débil”

Para gozar de pluralidad y evitar la polarización, lo que hacen falta son prácticas políticas virtuosas”

Un libro “que puede ser útil para entender no sólo porqué resistió el régimen de Franco, sino para rescatar el papel que el exilio tuvo en la oposición al franquismo y, sobre todo, en la inspiración de dos conceptos claves: democracia política y organización territorial del poder de forma descentralizada”. Así define Ramón Villares Paz (Xermade, 1951) su obra “Exilio republicano y pluralismo nacional: España, 1936-1982”. El Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidade de Santiago (USC), que fuera su rector (1990-1994) y también presidente del Consello da Cultura Galega (2006-2018), estuvo el pasado jueves en el Ateneo de Madrid. Allí, el historiador lugués presentó su nueva publicación, cuyo contenido sin duda alguna enganchará a quienes lo lean.

¿De qué forma incidieron los exiliados republicanos en la evolución de España? ¿Cuál era su intención?

Los exiliados se consideraban a sí mismos no como vencidos, sino como miembros de una comunidad política, España, a la que aspiraban a retornar sin abdicar de sus ideas. No abdicaron, pero tampoco se convirtieron en una “estatua de sal”, como le sucedió a la mujer de Lot, sobre todo a la vista del desamparo en que quedaron tras el final de la guerra mundial. Resistieron al cambiar la esperanza del retorno inmediato por una estrategia a medio plazo, que suponía apoyar la oposición interior contra el régimen franquista y actuando en el exterior, evitando en lo posible la incorporación de España al Mercado Común y a las instituciones democráticas europeas. Aunque no se diga mucho en voz alta ni haya monumentos en su honor, la contribución del exilio fue vital para construir la democracia en España, lo que no es poco mérito.

¿Qué lograron durante esos años?

Los principales hitos del exilio pasan por diversas fases. En un principio, confiaban en un retorno a España, tras la guerra mundial, lo que no pudo ser. A partir de los años cincuenta, su objetivo es trazar una estrategia a medio plazo, diseñando un futuro distinto para España, de lo que suponía la dictadura franquista. Eran conscientes de que no se podía restaurar el régimen republicano de 1931, sino que era preciso crear un discurso político nuevo, en el que la democracia y Europa jugaban un papel esencial. Uno de los momentos más decisivos fue el congreso de Munich de 1962, en el que los asistentes del interior doblaron a los procedentes del exilio. Más que un “contubernio”, como quiso hacer ver el franquismo, fue el principio de un futuro democrático para España, construido a dos manos.

Otro hito fue preservar la pluralidad política de España, en la que fueron especialmente activos los exiliados de Cataluña, Euskadi y Galicia y, en general, todos los partidos políticos de la oposición al franquismo. Que en la constitución de 1978 se hable de “nacionalidades” y “regiones” y que se reconociese una vía rápida para las autonomías que “en el pasado habían plebiscitado sus Estatutos de autonomía” es la mejor confirmación de aquella estrategia.

Si de objetivos pasamos a personas, se pueden señalar algunas figuras relevantes, como el vasco José Antonio Aguirre o el gallego Alfonso Castelao en los años cuarenta. Más adelante, yo destacaría a Salvador de Madariaga, autor en Munich de uno de los discursos políticos más importantes de la España del siglo XX y, desde los sesenta, a varios opositores del interior, como el antiguo falangista Dionisio Ridruejo o el socialista Tierno Galván, además de la influencia ejercida desde el exterior por el líder comunista Santiago Carrillo. En todo caso, ni el exilio se reduce a una persona, ni tampoco la transición es de paternidad única.

En lo que a Galicia se refiere, ¿qué papel jugaron sus exiliados?

Los exiliados gallegos fueron, en términos comparados, muy pocos y se ubicaron prioritariamente en Argentina o que quedaron en Francia. El peso político lo llevaron los que estaban en Buenos Aires, donde fue esencial la figura de Castelao, convertido en un mito todavía en vida. Su legado fue excepcional, plasmado en obras como Sempre en Galiza y en iniciativas como el Consello de Galiza. Posteriormente, otra figuras relevante, también desde Buenos Aires, fue Luis Seoane que, con Díaz Pardo, diseñaron una estrategia de recuperación de la cultura gallega de la época republicana, a través de iniciativas como el Laboratorio de Formas, la industria de Sargadelos, el Museo Carlos Maside y muchas otras. Tendría que señalar también la aportación, para el nuevo nacionalismo surgido en los años 60, de un pequeño grupo de exiliados gallegos en México, como Carlos Velo, Delgado Gurriarán o Luis Soto, presentes en la revista Vieiros.

¿Seríamos un país más atrasado, menos libre, sin ese papel que ejercieron los republicanos españoles desde el extranjero?

Diría que la España atrasada, poco libre, era la que representaban los vencedores en la guerra civil, de modo que cualquier pequeño triunfo de los exiliados era avanzar en la dirección de una España que, con régimen republicano o no, fuese sobre todo democrática. Aunque no lograron satisfacer su gran obsesión de haber derribado a Franco, con la transición democrática y la Cons-
titución de 1978 sintieron que su
resistencia no había sido vana.

Además, desde el extranjero, sobre todo desde la Europa occidental, los exiliados fueron capaces de estar presentes en las instancias políticas europeas, alcanzando a representar España. Es verdad que la España democrática no reconoció debidamente la contribución que había hecho el exilio, pero esta actitud es muy común con todos los exilios.

En el marco de la polarización actual, de discursos más agresivos desde la clase política e incluso los medios, de una sociedad seguramente más dividida que antaño, ¿qué parecidos pueden encontrarse entre la España de ahora y la de antes de la guerra civil? ¿Y qué diferencias?

Es verdad que se percibe una cierta crispación en la vida política de la España actual, pero creo que no tiene nada que ver ni con la herencia de la época republicana ni con las deficiencias, tan cacareadas, del proceso de transición. Es frecuente apelar a un cierto clima de “guerracivilismo” para explicar lo que usted me pregunta, pero creo que la memoria que hoy existe en España de la guerra civil o del periodo republicano es bastante débil.

Los problemas actuales de han de explicar en el contexto de hoy y a ello dedican poca atención, tanto la llamada “clase política” como los medios de comunicación. Hay una contradicción tremenda en este punto: se conoce poco el pasado y, desde luego, la Historia (con mayúscula) como medio de conocimiento del presente y, en cambio, se privilegia de modo constante un adanismo o presentismo que no tiene otra lógica que satisfacer los deseos efímeros y mutantes de la sociedad actual.

¿La pluralidad tiende a la polarización? ¿Cómo garantizar la primera y evitar la segunda?

Creo que es bien sencillo. Para gozar de pluralidad y evitar la polarización, lo que hacen falta son prácticas políticas “virtuosas”, como decían los clásicos: deliberar constantemente y reconocer al adversario o al contrario. Volvamos a la experiencia del exilio. A pesar de su derrota en 1939, ellos aceptaron que no tenían toda la verdad consigo, dialogaron con gente del interior, se dieron la mano quienes habían estado en frentes distintos y construyeron una democracia de la que nadie tenía un manual de instrucciones. Habría que aplicarse el cuento...

07 feb 2022 / 01:00
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