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Leyendo la prensa

HACE YA algunos años durante un placentero viaje por la bella ciudad de Nápoles y alrededores tuve ocasión de ver muchas cosas que me llamaron la atención y me hicieron sospechar que no todo iba bien por aquellas tierras. Claro es que tampoco iba a ser yo el que descubriera el Vesubio y todos hemos leído informaciones inquietantes de la realidad social y económica del sur de Italia. Por todo ello no me ha extrañado nada leer hace unos días un reportaje tremendo sobre una ciudad de la periferia napolitana, Marano, que explicaba con todo lujo de detalles el desastre de decenios de la colusión entre mafia y política.

La prensa nos informa de muchos asuntos oscuros, tantos que su simple enumeración agotaría el artículo; paraísos fiscales, corrupciones varias, actividades mafiosas, tráfico de armas, trata de mujeres y así hasta el infinito. De todos estos hechos surge una pregunta inquietante; ¿hasta qué punto la realidad de las cosas no se nos escapa y lo que vemos no deja ser una pálida versión edulcorada de la vida que creemos vivir? Sobre todo cuando tenemos cierta constancia que también los Estados tienen sus zonas grises y conexiones más que dudosas.

Quizá en el fondo la cuestión sea un problema de proporción. Sabemos que el dinero negro se lava y vuelve al circuito legal, podemos hasta cuantificar el porcentaje de la economía que consideramos sumergida o directamente criminal; no es que sea muy ilusionante pero podemos considerar que una sociedad sigue a flote mientras no sobrepase ciertos límites. De superarlos hablamos de estados fallidos, en los que las cosas han llegado a un punto en el que la vida corriente se hace muy problemática.

Me gustaría contar un par de historias relacionadas con Galicia, de hace algún tiempo ya, y que aluden a estas cosas de la economía no oficial. Una de ellas habla de unos cargamentos de cajetillas de tabaco que se falsificaban en China, se embarcaban más tarde en el Sultanato de Omán, en el que se simulaba un origen senegalés y acababan llegando a Galicia para ser después expedidos al Reino Unido por diversos medios. No me negarán que el diseño de la operación no tiene algo de poético La otra historia me parece muy curiosa, no tanto por la importancia económica de los hechos como por las peripecias de los involucrados.

Tampoco es una noticia de estricta actualidad. En pleno confinamiento por la Covid fue interceptado por las autoridades, a 300 millas de la costa gallega, el buque Karar con cuatro toneladas de cocaína a bordo. Lo que me llamó la atención fueron los detalles: bandera de Togo, ocho tripulantes de Bangladesh, seis de Nepal y un gallego. Me imagino que el paisano iría en calidad de técnico especialista, no sé.

Reconozco que me habría gustado conocer a la tripulación y observar su vida cotidiana: creo que el Karar no deja de ser una metáfora de este mundo loco en el que andamos embarcados.

Y así, en pequeñas columnas medio perdidas nos encontramos noticias que nos desazonan y nos hacen pensar. Pero seguramente el verdadero problema para nosotros no está en esta delincuencia, que podríamos llamar menor. Habría que instalar los reflectores en zonas más oscuras, en las que los gobiernos se muestran entre indolentes y acaso impotentes. Y mientras tanto seguimos a vueltas con el estado del bienestar y su deterioro. Sí, mucho se aprende leyendo la prensa.

02 mar 2022 / 01:00
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