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Maderas nobles en la fría pasarela de O Hórreo

{hay que procrear más}

Amancebado sobrino, ya he dado orden a mi escribiente, O’Leary, para que mande un telegrama de felicitación a Raquel Gil Pose e Isidro Pérez Magán, los flamantes padres que hace unos días tuvieron trillizos en nuestro hospital Clínico. Menos mal que todavía quedan algunas parejas dispuestas a procrear, porque los jóvenes de hoy sois por lo general unos inconscientes que solo pensáis en retozar de forma compulsiva y sin pensar en el futuro, que se presenta muy negro si el índice de natalidad sigue igual de bajo que en los últimos veinte años. Yo, como sabes, soy padre de cinco hijos, y lo cierto es que comprendo perfectamente a los hedonistas que no quieren tener descendencia con el fin de poder dedicar todo su tiempo a sí mismos y a gastar en tatuajes, gimnasios, aparatos electrónicos demenciales, discos de rap, trapitos indecentes y viajes lo que, de otra forma, deberían invertir en pañales y potitos. Por fortuna, mi exmujer, la adúltera Marie Louise, disfrutaba mucho cuidando de la prole, porque yo nunca llevé nada bien eso de despertarme a golpe de berridos infantiles ni tener que suspender mis sesiones de ópera cuando la niñera se empeñaba en invadir el salón con chimenea para que los niños pintasen tumbados en la alfombra y cerca del fuego. Para colmo, ninguno de tus primos salió medio normal y aún hoy dependen de mi patrimonio para sobrevivir, pues el trabajo dicen que les produce ansiedad. En fin, Damián, en mi próxima vida he decidido ser monje de clausura y me dedicaré solo a escuchar cantos gregorianos y a comer tomates ecológicos cultivados en el huerto del convento. ¿Qué te parece mi plan?

{el apagón de nueva york}

Al igual que yo mismo y otros muchos sabios con visión de futuro, el doctor Manuel Macía, jefe del servicio de Obstetricia del CHUS, también tiene muy claro que el problema de la bajísima natalidad patria va cada vez a más. Él, sobrino, lleva toda su vida profesional atendiendo partos y recuerda que hace tan solo unos años en el Clínico nacía una media de diez churumbeles al día, mientras que en los últimos tiempos lo habitual es registrar tres o cuatro alumbramientos. Tampoco parece que la pandemia haya animado a la gente a procrear más pese a que infinidad de parejas han pasado mucho más tiempo juntas en el obligado confinamiento hogareño, seguramente porque se han dedicado al vicio solitario o conjunto, al ocio, al deporte casero con extraños instrumentos de tortura física y a los placeres gastronómicos en vez de a incrementar la familia. No sé, Damián, yo confiaba que con la crisis sanitaria pasaría algo parecido a lo que ocurrió con el gran apagón de Nueva York acaecido en 1965, que fue determinante para que, nueve meses después, se registrase un llamativo baby boom, pero no ha sido así. Es más, lo que ha habido es un baby crash, y de esta forma no hay manera de prosperar. El mundo occidental se hunde, sobrino, te lo tengo dicho millones de veces, y ya me veo comiendo arroz y fideos con palillos chinos.

{impuesto de circulación}

Como bien sabes, sobrino, yo no tengo que pagar el impuesto de circulación por el mero hecho de que no tengo un vehículo similar al del resto de mortales, sino un bello carruaje de caballos que no contamina nada al ir movido por la fuerza tractora de mi fiel Petrus. Cierto es que sí voy dejando alguna impureza cuando me muevo por la ciudad, pero es por culpa de mi cochero y escribiente, que se ducha con escasa frecuencia y sus efluvios se hacen notar cuando va en el pescante y el viento le entra por la sobaquina. Tendría que mandarlo a freír gárgaras y pedirle a doña Yolanda Díaz, a la que aprecio pese a su patente escoramiento político a babor, que le pague lo que le corresponda por un Erte de larga duración, pero temo no encontrar a nadie que sepa manejar la calesa. Mi buen amigo Jacobo Pérez Paz, posiblemente uno de los especialistas gallegos que más sabe de caballos, sí realizaría con destreza suma esa función, aunque dudo mucho que esté dispuesto a convertirse en mi cochero y por eso ni siquiera me he preocupado en proponérselo. Sí voy a contactar, en cambio, con el concejal de Tráfico, don Gonzalo Muíños, para que me informe sobre cuánto habré de pagar si me decido a restaurar la bella motocicleta Triumph que heredé de mi tío sir Francis Brown, la cual lleva ya más de treinta años criando moho en el granero de mi mansión. Te mantendré informado si logro arrancarla.

{locomotoras de vapor}

He de confesarte, Damián, que la nueva pasarela de la estación intermodal me gusta más bien poco. Hasta el final de su construcción mantuve la esperanza de que el conjunto fuese rematado con maderas nobles o con elementos pétreos vistosos, pero no ha sido así y todo indica que mantendrá el frío aspecto metálico que tanta tiritona me produce cuando paseo por la calle del Hórreo. He de telegrafiar tanto al alcalde, don Xosé Sánchez, como a la conselleira de Infraestructura, doña Ethel Vázquez, para proponerles que conviertan el exterior de la pasarela en uno de esos jardines colgantes que están tan de moda, o bien que quiten la especie de malla que recubre la instalación y dejen las cristaleras al aire. En cuanto al anuncio hecho por el ministro de Transportes, don José Luis Ábalos, sobre el próximo inicio de la construcción de la nueva estación de tren, solo espero que esa prometida rapidez no derive al final en la insoportable lentitud con la que avanzan casi todos los proyectos financiados por el Gobierno central. Ya ves, Damián, lo que pasó con el AVE, cuya llegada a estas tierras seguimos esperando muchos años después. A mí me da igual, porque me gustan más las locomotoras de vapor, pero entiendo el enfado reinante entre quienes son adictos a viajar rápido. Te dejo, sobrino, altas responsabilidades requieren mi atención.

12 abr 2021 / 01:00
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