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|| leña al mono, que es de goma ||

Menos panderetas y más ‘perreo’

ES UNA LÁSTIMA que las Tanxugueiras no consiguiesen su propósito de representar a España en Eurovisión, porque ese era su sueño y fueron las que más y mejor pelearon por el boleto a Turín, pero resulta muy difícil de entender la pasión que ahora parece despertar el festival de marras en millones de españoles, más que nada porque se trata de un espectáculo devaluado, pachanguero, rancio y terriblemente plomazo. Y en cuanto a la supuesta fama que alcanzan quienes en él participan, habría que saber cuántos europeos se acuerdan de quién ganó el año pasado. En esa misma línea, si echamos la vista más para atrás seguro que ni los españolitos más frikis del universo eurovisivo recuerdan quién nos representó en 2009 o 2014.

Los masocas vocacionales, hemos de reconocerlo, sí solemos ver este tipo de concursos, pero solamente para autocabrearnos y flipar con los mediocres representantes elegidos por no pocos países que a buen seguro cuentan con artistas de muchísima más calidad. Eso ha ocurrido con España en multitud de ocasiones, por lo cual quienes decidimos gastar un par de horas en ver tales espectáculos nos sentimos como el protagonista de La conjura de los necios, el pirado de Ignatius Reilly, cuando se metía en los cines de Nueva Orleáns con el único objetivo de sufrir ante los bodrios que veía mientras la válvula se le abría sin piedad.

En realidad, todo lo que rodea dicho festival tiene un aire acartonado que tira para atrás, desde los conductores de la gala, la típica parejita de sonrisa perfecta y oratoria tontorrona, hasta las presentaciones de los grupos, en las que siempre se resalta la juventud, el ansia de vivir, el compromiso medioambiental y la actitud positiva de unos concursantes que, al parecer, nunca han sacado los pies del tiesto. Qué aburrimiento.

En cuanto a las votaciones, mejor no hablar, porque mientras los presentadores de cada país compiten por hacerse los más simpáticos del continente y sueltan sus rollos y sus felicitaciones en inglés, los realizadores siguen invariablemente el guión de ir fijando la cámara en cada uno de los grupos para que el espectador vea cómo celebran cada vez que les cae un buen puñado de votos. Y claro, ahí sale la cantante de turno haciendo corazoncitos con las manos y al compañero de turno poniendo caras de mucho gozo o sufrimiento mientras agita la banderita de su país. Uf, qué cansino es todo.

MISMO ROLLO. Por cierto, en el Benidorm Fest siguieron la misma escaleta, así que está muy claro que la imaginación brilla por su ausencia entre los cerebritos de TVE, que a buen seguro ni se les pasó por la cabeza intentar hacer algo más original ni siquiera al seleccionar al jurado, cuyos gustos ya vimos por donde circulan. O sea, mucho ritmo latino, mucho bailecito urbano y mucha letra tipo reguetón, que es lo que arrasa en la actualidad, de ahí su predilección por la tal Chanel, la ganadora, y por la nueva musa del feminismo podemita, Rigoberta Bandini, una oportunista de libro que por poco se alza con el triunfo con un tema chirriante por los cuatro costados.

De todas formas, poco se podía esperar del citado jurado si analizamos lo que ha ocurrido en los últimos tiempos en programas al estilo Operación Triunfo, en el que también unos cuantos supuestos expertos se encargaban de puntuar a los aspirantes a conseguir la estatuilla de triunfito supremo.

Los masocas que también veíamos el citado espacio, solo con el afán de sufrir, siempre tuvimos la certeza de que si tipos como Leonard Cohen, Mick Jagger, Bob Dylan, o Javier Krahe se hubiesen presentado en su día a un programa similar habrían sido expulsados a patadas por los torpes profesores y coach encargados de formar y puntuar a los participantes. Tampoco grupazos como Milladoiro o Luar na lubre, más en la línea tanxugueira, se hubiesen comido muchos roscos ante unos profesionales que solo buscan artistas comerciales que sepan menear el culo.

A Cohen, pues, le hubiesen acusado de soso, de triste y de componer temas con poco tirón: ¿de qué vas, tío, murmurando con voz ronca historias raras sobre una tal Suzanne que ve pasar las barcas por el río y come naranjas traídas de China? ¿Y dónde puñetas está el Chelsea Hotel? Anda, anda, vete a dar la murga a tu Canadá natal, que aquí queremos gente como Bisbal, Chenoa y Bustamante. A Dylan, seguramente le hubiesen hecho bailar como un imbécil al son de Girl from the north country y le hubiesen suspendido en canto por graznar como un cuervo, a míster Morritos le habrían reprochado su descaro y con Krahe se les habrían caído directamente los huevos al suelo. “Spain, zero points”.

Los jurados de estos concursos, ya sean nacionales o eurovisivos, adoran el pachangueo y suelen sentir repelús si ven algo que se sale de lo corriente, de ahí lo ocurrido con las Tanxugueiras. “Menos panderetas y más perreo, chavalas”, estarían pensando los cerebritos del Benidorm Fest, y casi seguro que en Turín se repetiría lo ocurrido aquí: suspenderían ante los profes y arrasarían en el televoto. Y la dictadura del perreo acabaría imponiéndose. Es lo que hay.

05 feb 2022 / 01:00
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