Mentalidad mundana y sentir según Dios

VIVIMOS en un mundo que se apoya en criterios terrenos. De ahí que Jesús llegue a decir que nosotros somos de aquí abajo, mientras que él viene de Dios y volverá a Él. El que es de la tierra actúa movido por los estímulos materiales, a no ser que permita que Dios le renueve interiormente y le haga suspirar por esas otras realidades que llamamos celestiales, propias de lo alto, donde está Cristo, sentado a la derecha del Padre.

La 1ª lectura de esta tarde y de mañana, tomada del profeta Jeremías, muestra lo que le acontecía al profeta: El Señor le encargaba de proclamar su palabra, pero los destinatarios se revolvían contra él, pues de ordinario les anunciaba malas noticias, a causa de su comportamiento tan reacio a llevar a cabo lo que el Señor decía. El profeta llega a sentirse tan a disgusto que en algunos momentos intenta desligarse de lo que el Señor le indicaba. Sin embargo dice expresamente que la palabra de Dios se volvía en sus entrañas un fuego ardiente, de suerte que intentaba contenerla y no era capaz de hacerlo.

San Pablo exhorta a los romanos a presentarse como una ofrenda grata a los ojos de Dios. Ello llevará consigo el no ajustarse a los criterios mundanos, sino más bien a transformarse por la renovación de la mente, para que sepan discernir lo que es voluntad de Dios: lo bueno, lo que a Dios le agrada, lo que es perfecto.

En el pasaje del Evangelio que proclamamos, Jesús hace el primer anuncio de su pasión: tiene que ir a Jerusalén y ser allí juzgado por el Sanedrín, de modo que será ejecutado, y resucitará al tercer día. Pedro, siguiendo el sentir de los judíos sobre el Mesías, dice que eso no puede sucederle. Jesús le manda retirarse, pues en esa ocasión está juzgando como los hombres, en lugar de ofrecer el sentir de Dios. Aprovecha el Maestro para llamar a todos a seguirle con su cruz, conscientes de que, quien entregue su vida por Cristo, la encontrará; y que no le vale de nada al hombre ganar todo el mundo si se malogra a sí mismo.