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Misas al Apóstol Santiago. El ‘Got Talent’ gallego de 1897

Hay músicos que no llegan a ser profetas en su tierra. Otros, aun siendo conocida gran parte de su obra, solo ahora a algunos les suena su nombre, pese a que en un pasado no muy lejano fueron glorias nacionales.

Es el caso de Juan Montes Capón (Lugo 1840-1899). En esa capital gallega nació y allí falleció repentinamente, sin apenas ir más allá de las murallas romanas para dirigir los múltiples coros y orfeones que creó y dirigió. Iba a la ciudad herculina con cierta frecuencia para esa labor o formar parte del jurado de los célebres certámenes musicales, tan de la época.

Quizás no se sepa tanto que visitaba a su amigo Canuto Berea Rodríguez. Se escribían cartas a diario con la familiaridad y compadreo de quienes viven para un mismo fin: la música y cómo sacar réditos de ella a nivel empresarial. Berea fue estudiado por Lorena López Cobas y, como resultado nos ha dejado ¡un tocho de cuidado!

Entre otras cosas, Berea regentaba una red de tiendas de música (entendidas en su máxima amplitud, donde había de todo como en botica). Él mismo compuso y editó también piezas de interés.

Sobre Juan Montes no faltan detalladas noticias de él en vida, en prensa gallega y americana, y en estudios posteriores: era el bardo gallego, siempre laureado.

Cuando J. B. Varela de Vega le dedicó una biografía, confieso que me quedó la impresión de que sentía por Montes más devoción que yo por san Ramón Nonato. Cuando leí y publiqué alguna de su correspondencia, en concreto con Berea, se me cayó el mito y, pensé que, más que camino de los altares, habría que ponerlo en cuarentena un tiempo para purificarse. Era hombre avezado y con fina retranca, que sabía sacar tajada allí donde pudiera.

Como ejemplo, lo que más se repite en sus misivas a Berea es “así nos conviene”, “[cuando] se sirva escribirme hágalo separadamente concerniente al piano de lo de nuestro negocio”, “recomiéndele los extranjeros, que después yo trabajaré el asunto”, etc.

Berea le editó a Montes sus Seis Baladas Gallegas (As lixeiras anduriñas, Doce Sono, Negra sombra, Loxe d’a terriña, Unha noite n’a eira do trigo, O pensar d’o labrego). Esas melodías eclipsaron un tanto su faceta como compositor de música sacra, aun habiendo estado vinculado, desde la niñez a la muerte, a la catedral de Lugo, desempeñando todos los cargos posibles. Tenía claro que su futuro era ser sacerdote, para lo que cursó los estudios pertinentes, sin llegar a dar, inexplicablemente, el paso.

Montes era el totum factotum della citta. Acudía a todas las veladas de salón, a toda función en el templo, amén de dirigir ensayos todo el día. Incluso recogía melodías populares de su entorno y las daba a conocer a sus colegas.

En vida le dedicaron poemas como este: Es un músico excelente/muy simpático y modesto/y en sus cantos se trasluce/el amor al patrio suelo//. Que alboradas y muiñeiras/retozan en su cerebro/y todas las melodías//del repertorio gallego (Labarta, 1893). Los autores en los que se inspiró fueron R. de Castro, Curros Enríquez, A. J. Pereira y S. Golpe.

Una de sus piezas sacras tiene una historia bien curiosa. Es la Misa a 4, órgano y orquesta, in honorem Sancti Iacobi Apostoli, premiada en el certamen musical celebrado por el Ateneo León XIII el Año Santo de 1897 en Santiago, como reza en la portada. Se conservan dos ejemplares en el archivo compostelano. Realizó también un Te Deum y una Misa de Requiem que superan a esta esta. No obstante, la del Apóstol tiene el valor de haber sido realizada en etapa madura (falleció con 59 años). En ella vierte todo su sentir religioso.

Compitió en ese certamen con Bienvenido Socías Mercadé (El Vendrell, 1877-1952) que con 20 años despuntaba como organista, pianista y compositor. Su Misa, conservada también en el archivo compostelano, obtuvo el primer premio. El Cabildo, le abonó las 500 pesetas del concurso ya que el Ateneo parecía no tener fondos. Se estrenó el 25 de julio de 1897. La de Montes, siendo también laureada pero no retribuida, se ejecutó el 30 de diciembre, en la Traslación del Apóstol. Así, todos contentos.

Ambas piezas y, en especial la de Montes, siguen los criterios de la reformada música sacra de fines del XIX, refrendados en 1903 por el Motu Proprio de Pio X.

La grabó la Orchestra de Cámara de Xove y el Grupo Vocal Solo Voces, pero su difusión sigue siendo escasa.

Hoy día, en una sala de conciertos o en una catedral o templo convertidos en sala de audiciones, tendría buena acogida. Aunque no menos interés levantaría retomar aquellos concursos que tanto talento hicieron florecer a su amparo. Una especie de Got Talent... a la gallega, de música sacra o profana, popular o urbana, de esta tierra.

26 jul 2021 / 01:00
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