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Obligatorio salir a la calle a la pata coja

    Algunos tenemos la sensación de que si un día de estos a cualquier lumbrera del sector político le da por obligarnos por decreto a salir a la calle a la pata coja, alegando que tal medida será muy positiva para atajar el coronavirus, todos obedeceríamos como borreguitos y hasta aplaudiríamos con entusiasmo la monumental parida. Los amos del poder llevan tantos meses mareándonos con las medidas de prevención y protección contra el coronavirus que ya resulta difícil confiar tanto en quienes nos gobiernan como en la “comunidad científica” en la que se escudan para tomar decisiones de enorme trascendencia social y económica.

    El caso es que al principio de la pandemia quienes usaban mascarillas eran tildados de frikis y de alarmistas hasta por quienes aseguraban controlar más que nadie sobre las plagas víricas, desde especialistas de la Organización Mundial de la Salud a catedráticos de renombre internacional. Hoy, nos obligan a llevar el protector incluso si paseamos en solitario por playas desiertas a las tres de la madrugada, no vaya a ser que alguna orca salvaje tosa demasiado fuerte y nos llene de miasmas. Para colmo, el número de contagios no ha parado de subir desde que todos, o casi todos, pululamos por ahí con el burka buconasal por orden de la autoridad pertinente.

    Seguimos: hace apenas dos meses, tanto los niños como los jóvenes parecían gozar de una especie de inmunidad frente al covid. En la actualidad no para de crecer la cifra de contagiados en edades cada vez más tempranas, aunque nadie ha sabido dar una explicación razonable a ese cambio en la estrategia de ataque del virus. ¿Será que ya se ha cebado bastante en las personas mayores y ahora prefiere carne más lozana? Vayan ustedes a saber.

    Más madera: en marzo y abril, las peligrosas gotitas que exhalamos al hablar, toser o estornudar podían contagiar a todo quisque que no estuviese a al menos metro y medio de distancia y, siguiendo esa teoría, aquí hasta han prohibido fumar o vapear en el exterior de los locales si estamos cerca de nuestro primo, vecino o amigo. En cambio, cuando empezó la temporada turística dimos por bueno que en los aviones atestados tales cosas no ocurrían porque en su interior se crea un ambiente totalmente aséptico. A partir de ahí, por cierto, los contagios empezaron a desmadrarse, aunque preferimos culpar al botellón y al cha-cha-chá.

    Acabamos: desde hoy vuelve a estar prohibido consumir en las barras de los bares, aunque no en las mesas interiores y en las terrazas. Ojalá la medida, al parecer recomendada por los expertos sanitarios, sirva para algo. Para algo más, al menos, que salir a pasear a la pata coja.

    03 sep 2020 / 00:44
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