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Singular andadura para sin par criatura

Cantos en latín y villancicos en castellano a la Inmaculada Concepción fueron piezas habituales en los templos antes de la promulgación del dogma mariano. La trayectoria hasta llegar a la bula Ineffabilis Deus (1854) no fue lineal ni fácil.

En España, entre los ss. XI y XII se celebraba ya como fiesta. En Santiago, al pasar por la avenida de Rodrigo del Padrón recordemos que fue un prelado que le tuvo especial devoción (s. XIV). En esas fechas, figuras como el filósofo y místico R. Llull, contribuyeron a propagar su culto.

Los Reyes Católicos solicitaron en nueve ocasiones la declaración del dogma. Se dieron pasos significativos en el XVII y XVIII, hasta conseguir Carlos III que la Inmaculada fuese declarada patrona de España.

Fuera de ámbitos reales y teologales, la devoción se manifestó en procesiones, votos, cofradías, congregaciones, etc.

En Santiago, la capilla de la girola de la catedral dedicada a Nuestra Señora de la Concepción estuvo ligada a la cofradía de la Prima, donde los clérigos de coro allí cantaban Misa. Cornielles de Holanda en el XVI diseñó el retablo que la acompaña.

También desde Roma se fomentó su culto, con vaivenes por disputas y ataques entre los que defendían que María no tuvo pecado original y los que objetaban que se le había borrado inmediatamente. Alejandro VII se declaró a favor de su culto (1661) y Clemente XI extendió su fiesta a la Iglesia universal desde 1708. Pero no acabó ahí la controversia.

Volviendo a Compostela, privilegios regios y clamores populares ayudan a explicar -aunque no siempre- porqué y cuándo hubo mayor o menor profusión de estos cantos a María.

En el resto de las artes no fue sencillo representar tan vaga y delicada idea cual es la Inmaculada Concepción de la Virgen, hasta que, en el s. XVII se tuvo suficiente claridad y afloraron pinturas, relieves y estatuas. De aquí parto para esta reseña musical, lo que no implica que antes no hubiera cánticos monódicos o polifónicos a pequeña escala, ya desde que se consolidó la capilla de música catedralicia.

José de Vaquedano, en 1674, compuso el Villancico a Nuestra Señora de la Concepción, ¿Qué le diré a esta bella zagala? Como en eco surge la pregunta entre las voces: ¿Qué le diré...? Y van respondiendo: Dile que es aurora, dile que es el alba; aurora, sol, día; estrella, lucero, jazmín y clavel.

Es una etapa de bonanza económica que permitió la construcción del nuevo órgano de Manuel de Viñas, obra supervisada por Domingo de Andrade.

De Vaquedano a Pedro Cifuentes apenas hay músicos relevantes, ni composiciones, en concreto, dedicadas a la Virgen.

Buono Chiodi realizó una treintena. Trajo de Italia obras anteriores a 1770. Entre ellas Nativitas tua, “Motetto a la Natività de Nuestra Signora”. Del resto de su producción destaca la que realizó a su llegada: Los ángeles digan, los hombres alaben. Luego ya compuso regularmente, en mayor cantidad en años santos: hay 5 de 1773 (para doble coro o con recitados y arias de solistas) y 2 para el Anno Santo de 1779.

Melchor López realizó una cuantiosa obra, aunque reutilizó piezas de maestros anteriores. Compuso concertantes para doble coro y orquesta y recitados y arias de solista, con textos simples y alejados de disquisiciones teologales. En el Villancico para la Concepción Ven, Reina inmaculada, por ejemplo, se repite: Ven Reina inmaculada, ven a este mundo, ven Reina soberana (...), ven a este mundo y dejarán burlada la antigua serpiente.

De esta época es la pequeña talla en plata de la Inmaculada del altar mayor (F. Pecul, 1799). Unida al sagrario refuerza el mensaje contrarreformista al resaltar dos pilares católicos: la Purísima Concepción y la Eucaristía.

Ramón Palacio volvió al latín y pequeña orquesta en el “Invitatorio a la ConcepciónImmaculatam Conceptionem (1828) y en dos piezas de 1839: “Motete a la Natividad de Nuestra SeñoraHodie nata est y “Motete para la festividad de la ConcepciónTota pulchra. Compuso otros 10 villancicos y arias en castellano de 1826 a 1833: brillante aurora, concepción purísima, sin par criatura, apelan a la Inmaculada.

Este marco, entre el barroco y el clasicismo coincide con grandes obras de remodelación de la catedral, impulsadas por arzobispos con vínculo con la corona (Rajoy, Bocanegra, Malvar). Eran sensibles a los cambios estéticos y a la promoción de Compostela como centro de peregrinación, aunque tradicionales en sus planteamientos, conjugando barroco gallego y clasicismo académico.

Quedan muchas cosas en el tintero, como la capilla de Ntra. Sra. la Blanca o de las Españas, cuya Concepción, nunca mejor dicho, quedó velada...

¡Y es que es tema denso y serio! Será cosa de un Misterio que tanto seduce como turba.

06 dic 2021 / 01:00
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