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Joaquín Barreira, exorganista de la Catedral y uno de los primeros sospechosos del hurto del manuscrito, carga contra el Cabildo y las condiciones laborales en aquel momento// El exdeán José Mª Díaz admite que sus compañeros le dieron de lado TEXTO Uxío Santamaría

“Somos las dos únicas víctimas del robo del Códice Calixtino”

“José María Díaz y yo somos las dos únicas víctimas del robo del Códice Calixtino”. Así de claro lo tiene Joaquín Barreira, exorganista de la Catedral y uno de los primeros sospechosos sobre los que puso el foco la Policía tras la denuncia de desaparición del valioso manuscrito, el 5 de julio de 2011. En una entrevista en el marco de la serie documental El robo del Códice, que estrenó el pasado 28 de diciembre RTVE Play, el músico hace un repaso sobre la etapa en la que prestó servicio al Cabildo y también recuerda el episodio del polémico robo. Joaquín relata que en el momento del hurto vivía en un piso propiedad del Cabildo; y que muchas noches acudía a la Catedral en solitario o acompañado para ensayar en el órgano. Por este motivo, por todo el tiempo que pasaba a solas en el santuario, fue señalado, en parte, como él mismo afirma, por miembros del órgano de gobierno de la seo; como también admite el propio inspector Antonio Tenorio, encargado de la investigación policial.

“Hubo un momento que llegué a pensar que yo era un posible cabeza de turco, a la que podían empaquetar el robo del Códice Calixtino. Entonces llamé a la Policía para pedir un registro en mi domicilio”, explica Barreira. Este episodio también lo recuerda el inspector Tenorio: “Nos llamó de madrugada como unas cuatro o cinco veces pidiendo un registro; y le dijimos que iríamos a primera hora de la mañana”, afirma el policía en el documental.

Y fue tal cual. Al día siguiente el Cuerpo Nacional de Policía puso patas arriba el piso del Cabildo donde vivía el entonces organista. No encontraron el Códice, pero en uno de los armarios sí hallaron un facsímil del manuscrito medieval valorado en varios miles de euros, que supuestamente había sido sustraído de la Catedral. Por este motivo, Joaquín Barreira fue detenido y llevado a los calabozos. “Recuerdo que aquella noche que pasé en comisaría dormí como un bendito, después de cinco días sin dormir”, asegura.

Sobre la aparición del facsímil en el interior de su casa, el organista reconoció que se llevó el libro de la Catedral sin permiso del Cabildo, pero lo justificó afirmando que era un tomo que solía utilizar para estudiar la música; y que a veces lo usaba en el órgano y otras lo llevaba para casa para continuar con su investigación. Asegura, en todo caso, que fue un malentendido, lo que también mantiene el exdeán de la Catedral, José María Díaz, quien en el documental de RTVE declara que, “si yo lo hubiese sabido, diría a la Policía que se lo había prestado yo”.

Barreira, que en su día fue condenado a cuatro meses de prisión por el hurto de este facsímil, denuncia ante las cámaras la situación laboral de los empleados de la Catedral, al menos en aquel momento; y también se muestra comprensivo con Manuel Fernández Castiñeiras, el ladrón confeso del Códice, cuando se rebeló ante lo que consideraba una injusticia laboral. “No me reconocían nada y cada vez me pedían que tocara más. Sin vacaciones, sin derecho a coger una baja por enfermedad... Nada. Puedo decir como dato informativo que a mí me pagaron 20 euros por tocar para Benedicto XVI” en su histórica visita a Santiago del seis de noviembre de 2010.

En todo caso, hay que decir que el registro policial en el piso de Joaquín Barreira sirvió para demostrar su inocencia. El propio inspector Tenorio reconoce en la serie que el organista pasó por un trance innecesario, “aunque también se lo buscó”; al tiempo que admite que el organista “es una buena persona” y que salió mal parado de todo esto.

Barreira, que perdió su trabajo a raíz del suceso, va más allá y se autoproclama una de las dos víctimas del robo del Códice, apuntando a José María Díaz como la otra. “Fue una persona muy maltratada por la Catedral y durante mucho tiempo le dejaron que se autodestruyese”, manifiesta el organista, que quiere subrayar que “fuimos las personas más machacadas en toda esta historia, fuimos las dos únicas víctimas del robo del Códice Calixtino”.

Si bien José María Díaz asumió en su día toda la responsabilidad tras la desaparición del manuscrito, del cual era custodio como archivero de la Catedral, ahora cree que el trato que recibió tampoco fue el que se merecía. Afectado por el paso de los años, el canónigo y exdeán, que vive con su hermano en Mondoñedo, recuerda a grandes rasgos lo ocurrido; pero sí hay un hecho que destaca es la pérdida de confianza de sus compañeros capitulares. “No me acuerdo de detalles, pero el Cabildo dejó de respaldarme y me obligó a dimitir”, manifiesta el sacerdote ante las cámaras de un documental en el que no ha querido participar ningún responsable del Arzobispado de Santiago.

Sobre Manolo Castiñeiras, quien fue su amigo íntimo y con quien incluso compartió meriendas en su casa, para luego traicionarle con el robo del Códice, señala que tenía una obsesión con las llaves de la Catedral, “porque pensaba que así podía controlarlo todo”. Fue José María Díaz quien puso a la Policía definitivamente en la pista del electricista, pues el día que estaban interrogando a uno de sus monaguillos, hoy sacerdote, se puso en contacto con los investigadores para comunicarles que les había quedado sin registrar una estancia de la Catedral. Era el almacén donde había trabajado Fernández Castiñeiras. Allí la Policía encontró un juego de llaves etiquetado como Arch. Cat. (archivo de la Catedral), lo que llevó a confirmar que Fernández Castiñeiras había tenido acceso, y podría seguir teniéndolo, a las instalaciones donde se custodiaba el Códice Calixtino. Esto ayudó a centrar la investigación.

“Yo no era capaz de pensar que este hombre era el ladrón. Él podía entrar en mi casa, porque tenía la llave. Y también faltaron varias cosas, por ejemplo, el traje de gala de canónigo, que lo tenía en una percha y desapareció. Tuvo que haber sido él”, sostiene el clérigo en el documental, antes de tratar de justificar el motivo que llevó al electricista a cometer el robo.

“Él creía que yo, siendo deán, podía pedir que le aumentasen el sueldo. Y como yo no quería hacer eso, como venganza hizo lo que más me podía disgustar”, explica, a la vez que añade que “yo tenía mucha confianza en él; y él sabía que yo había dicho que el mayor disgusto que me podían dar era que desapareciera el Calixtino”.

ERAN BUENOS AMIGOS
La merienda en casa del electricista

··· Tanto Manolo Castiñeiras como José María Díaz siempre admitieron su buena y estrecha relación de amistad, que se fue desgastando en la medida en que el electricista no veía satisfechas sus demandas laborales, siendo finalmente despedido de la basílica. Ahora lo corrobora Remedios Nieto, esposa de Castiñeiras, con una anécdota que vivió en sus propias carnes: “Un día llegó Manolo y me dijo: mira, que va a venir el deán a merendar. Ve a comprar un poco de jamón y una botella de vino. Me quedé un poco sorprendida y dije... bueno. Llegó, saludó y se metieron en el salón. Venía con una sotana negra. Y mi marido me dijo: tú vas para la costura y mientras esté él aquí no entres”, relata Nieto en el documental. Detalla que “cuando salieron, don José María me puso una mano en el hombro y me preguntó mi nombre. Le dije que me llamaba Remedios y él me respondió que era una mujer muy hacendosa”. La esposa de Castiñeiras confiesa que ella estuvo aquel día “muy cohibida, porque no sabía ni cómo tratarlo, como a mí no me tira mucho la Catedral...”

05 ene 2023 / 01:00
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