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arte. Autor del cartel del Apóstol 2019 o de las últimas Fiestas de la Ascensión Carlos el Rojo es uno de los diseñadores gráficos más conocidos en Galicia // Director de arte en la agencia Coma, ha realizado trabajos para la Xunta, Inditex o la TVG TEXTO Ana Iglesias

“Todo el mundo es permeable al diseño, aunque no sepa verlo”

Confiesa Carlos el Rojo que le gusta mucho “darle vueltas a las cosas hasta encontrar algo que le de un puntito más a cada diseño”, que no le gustan “las cosas evidentes”, sino “meter un doble sentido o un guiño a mayores para aquél que se lo curra un poquito y piensa más que los demás” y que adora el diseño gráfico “de tipografías y colores planos”. También que no le convence el Illustrator y que añora el Freehand.

Y quizá para quien sigue la trayectoria profesional de este madrileño del 76 afincado en A Coruña y autor del cartel de las últimas Fiestas de la Ascensión, uno de los que mejor acogida ha tenido en los últimos años, todo esto se evidencie en sus trabajos.

Con más de dos décadas dedicado al mundo del diseño y la publicidad, Carlos recuerda sus años de estudiante en Santiago y su primer trabajo escaneando facsímiles. También sus primeros pasos en agencias de Vigo, Santiago y A Coruña, “donde ya me metí de lleno en este mundo y empecé a conocer a gente del gremio”.

Fue en 2011 cuando se montó por su cuenta como freelance, una época en la que empezó a trabajar con ZircoZine, la productora de Farruco Castromán y Luis Tosar, en algunos de sus proyectos, como el Festival de la Luz, y con algunos clientes más, hasta que en 2017 fundó junto a otros socios la compañía Coma, Comunicación Creativa, en la que ejerce como director de arte, y que compagina desde 2018 con su colaboración como diseñador gráfico en Libros del Océano.

“Somos un grupo muy bien avenido. Trabajábamos cada uno por su cuenta y éramos amigos, congeniábamos y decidimos unirnos”, cuenta Carlos, que se reconoce “casi incapaz de trabajar para alguien con quien no tengo afinidad, porque mi trabajo consiste sobre todo en ordenar visualmente lo que el cliente necesita, pero a su gusto. Y si no tengo feeling con esa persona y no hay una relación fluida, va a ser muy difícil que logre hacer algo que funcione”.

En este sentido, afirma que tener un poco de psicología también forma parte del proceso. “Necesito saber qué imagen quiere dar el cliente, qué quiere transmitir, y para eso también es importante conocerlo y saber sus gustos. Qué películas ve, qué música oye, qué ropa le gusta... todo eso me ayuda”.

Y asegura que la relación con el diseño todavía es un poco complicada. “Hace años era casi como un adorno. Algunas empresas no sabían para qué valía y ni siquiera veían la necesidad de tener una imagen concreta o un logo, Ahora todavía hay negocios que los vinculan a empresas con muchos recursos y no entienden la importancia que tiene de cara a cómo te percibe el consumidor”.

“Yo no entiendo”, afirma. “Todo el mundo es permeable al diseño aunque no se dé cuenta. Lo que pasa es que no saben identificarlo y entonces ya no le dan importancia. Pero el diseño entra por los ojos, y si no tienes referencia, tú entras en un bar, hojeas una revista o ves una película por lo que ves por fuera”.

Sobre lo que sería un buen diseño, Carlos el Rojo lo tiene claro. “Tiene que servir a un propósito. No somos artistas. Tiene que servir a una función, y esa es la que diga el cliente. Porque yo puedo hacer un cartel precioso de las fiestas que no tiene nada que ver con ellas y aunque pueda gustar, no va a funcionar. Si no cumple su objetivo no es bueno”.

MODAS. Sobre lo que se está haciendo actualmente en este campo, este profesional que hace trabajos para la Xunta de Galicia, TVG, Inditex y otras muchas compañías, señala como punto negativo “que todo se está igualando mucho, y ahora mismo un logotipo sirve para una marca de ropa, para un bar y para cualquier cosa. Y a mí eso siempre me molesta un poco, pero la gente se está acostumbrando a esto, lo ve continuamente en Internet y ya casi lo pide. Tipografía de palo seco, todo en mayúsculas, imagen limpia... ya no identificas a qué tipo de negocio hace referencia”.

También habla de modas, de la globalización, de las ventajas y desventajas de Internet que permiten ver lo que se hace en todo el mundo y absorberlo y del gusto actual por diseños muy simples y sobrios y faltos de personalidad “porque parece que da miedo salirse de lo establecido por si se falla”.

Precisamente sobre su sello personal, Carlos el Rojo dice que “aunque tengo amigos que me dicen de algo que hago que es muy mío, me cuesta entenderlo y me sorprende, porque siempre pienso estar creando adaptándome al cliente”.

“Pero supongo que va en que hay cosas con las que yo no me siento cómodo y las evito. Por ejemplo, si me dices que tengo que hacer algo con 5 o 6 colores degradados colapso, porque no sé hacerlo” (se ríe) y recuerda que “tuve un director de arte brasileño y un compañero peruano que lo hacían genial. Yo lo intento y me tropiezo y me caigo, no sé hacerlo. Así que al final creo que el sello personal es estar en lo que uno controla y en no salirse para no pegarse la leche. En un me voy a quedar en lo que sé hacer”.

Confiesa lidiar un poco desde siempre con el síndrome del impostor pensando que no va ser capaz de sacar adelante el trabajo y agobiándose “así que siempre estoy deseando hacer proyectos que me gustan y cuando me los encargan, me emociono mucho pero a continuación pienso que no voy a ser capaz”.

Una sensación que se va quedando atrás a medida que empieza a darle vueltas a la idea. Y entre los trabajos cuyos resultados más le satisfacen, está convencido de que “seguramente algunos ni coincidan con la respuesta que tuvieron”, como el de la Semana de Cine Árabe de Amal “que es de los que más me gustan a mí y menos feedback recibe cuando lo enseño”.

También el del Apóstol 2019, el logo de Sereas Ohiala, “que además es un proyecto que me gusta mucho”, y un cartel para el surfing day Onda Longa. “Y por supuesto, el de la Ascensión de este año”, dice, “porque no tenía ni idea de qué hacer. Me gustaba que la gente después de dos años saliese a celebrar sus fiestas y quería plasmarlo. Jugué un poco con esa idea de la ascensión y al Concello de Santiago le gustó”.

Y reconoce que “lo que más me sorprendió fue ver la respuesta en las redes sociales, tanto de compañeros como del resto de la gente. Me sentí muy feliz viendo la acogida que había tenido, porque es un trabajo que más allá de que el cliente, que era el Concello, se quedase satisfecho, tenía que llegar a los compostelanos, porque eran sus fiestas”.

Cuenta que “obviamente algunos encargos me dan más visibilidad que otros, pero cualquier trabajo me parece importante y lo abordo con el mismo agobio y la misma pasión” y reconoce medio en broma “que la fórmula perfecta es tener entre manos un proyecto molón y un interlocutor con el que haya una relación fluida”.

Valora profundamente “el trabajo que hay detrás de la imagen de eventos que se repiten todos los años y para los que siempre tienes que inventar algo nuevo” y admira a maestros como Javier Jaén, con quien hizo un taller hace poco; Isidro Ferré, “que es un referente y lo es todo”; la gráfica de Saúl Bass, el concepto que usa Chema Madoz...

Cuenta que “antes no hacía nada que no fuese por encargo, y ahora sí hago cosas que me tienen que llevar menos de cinco minutos y que subo a Instagram sin filtro; es un ejercicio que me ayuda a tener la mente creativa”, mientras incide en que “como profesional tienes que complacer al cliente, pero también tener claro qué es lo que funciona”.

08 ago 2022 / 23:15
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