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El recordado cura de la montaña lucense es protagonista de la última novela de Luis García Jambrina, en la que Fernando de Rojas investiga asesinatos en el Camino TEXTO Uxío Santamaría

Valiña se convierte en el ‘Watson’ de O Cebreiro

Elías Valiña sigue siendo referencia en el Camino de Santiago. El recordado cura de O Cebreiro, que allá en los años sesenta del siglo pasado empezó a marcar cruces amarillas sobre el sendero para indicar a los peregrinos el rumbo hacia la tumba del Apóstol, ha servido de inspiración al reconocido escritor Luis García Jambrina en su última novela, El manuscrito de barro, con la Ruta Jacobea como escenario principal. La obra, que rinde homenaje al sacerdote, recoge una nueva aventura del detective Fernando de Rojas, protagonista de novelas anteriores del escritor, está ambientada en el S. XVI.

En esta ocasión, y en una nueva fusión de lo criminal con la ficción, el detective se enfrenta a una serie de asesinatos que se producen durante su peregrinación por el Camino de Santiago, en la que está acompañado por el cura Elías de O Cebreiro, quien se convierte en “una especie de Watson para este Sherlock Holmes del Renacimiento”.

En una entrevista concedida a El Confidencial, García Jambrina señala que el Camino le atrae como concepto porque “se entrecruza todo, no solo lo sagrado sino la economía, la política, la sociedad. El Camino es el que vertebra Europa y es un antecedente de la Unión Europea. Se crea una especie de calle mayor que va de Oriente a Occidente y que termina donde terminaba el mundo conocido en la Edad Media y eso generó una gran actividad económica, nacieron lugares... No me imagino la historia de la península sin el Camino”.

La historia está ambientada en 1525: “Es un cambio de época. De la Edad Media a la Moderna. Nace el Humanismo, el Renacimiento. También están los protestantes, que lo atacan, como Lutero, que llega a declararle la guerra a Galicia por el Camino. Él relacionaba las peregrinaciones con el comercio de bulas y las supersticiones y decía que hacer el Camino era desviarse del camino recto que era Cristo. Lo otro era accesorio y, en el mejor de los casos, una pérdida de tiempo”, señala el escritor en declaraciones al citado medio, a la vez que añade que “durante esos años el Camino se llenó de todo tipo de gentes. Algunos lo hacían para ganarse la vida, como los mendigos o los pícaros. Es la época en la que nació la picaresca y todavía no se ha ido- que se aprovechaban de los albergues y los hospitales en los que se podía dormir (y robar algún dinero), pero también había delincuentes y asesinos, traficantes de reliquias, y un cierto nivel de prostitución, de la que incluso se avisaba en carteles. Los que lo hacían por fe iban disminuyendo”.

El Camino se hacía como ejercicio de penitencia, pero “era paradójico porque el propio camino ofrecía los pecados. Ahí estaban las prostitutas. O los que no iban buscando el sepulcro del Santo porque no creían que estuviera allí. Y luego todas las situaciones que se daban con los mesoneros y posaderos. De hecho, hay muchos extranjeros que se quejaban de ser engañados continuamente porque no entendían la moneda ni el idioma”, añade García Jambrina en la entrevista con El Confidencial.

El autor admite que “no he hecho el Camino. Mi intención era hacerlo el pasado año, pero fue imposible. Pero conozco bien los lugares porque he hecho alguna etapa de la vía Künig”.

29 ene 2021 / 00:00
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