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Voluntariado de acogida ignaciana a los peregrinos que acaban la Ruta Jacobea

Rodrigo Sanz e Iria Gayoso desarrollan su labor en el servicio ‘Apertas’, puesto en marcha por los jesuitas en Compostela

Hace siete años que los jesuitas pusieron en marcha en Compostela el servicio de acogida ignaciana a los peregrinos Apertas, y con él la ayuda y el acompañamiento a quienes finalizaban el Camino, gracias a la labor de sus voluntarios. Algunos, como el vallisoletano Rodrigo Sanz, pertenecientes a la orden jesuita, y otras, como la coruñesa Iria Gayoso, ligadas a uno de sus grupos pastorales de Galicia. Ambos repiten la experiencia este año en la Oficina del Peregrino y hablan maravillas de ella, de lo que mucho que les ha aportado en las diferentes ocasiones que lo han vivido y de cómo les ha cambiado a nivel personal.

También de lo que significa, porque la acogida ignaciana no es solo recibir a los peregrinos que llegan a su meta tras finalizar la Ruta Jacobea, es también “formación, oración personal y comunitaria, acompañamiento y mucha vivencia de la misión en comunidad”.

El programa se desarrolla del 15 de junio al 15 de agosto, y cada dos semanas rotan diferentes grupos. Aunque en los años de la pandemia no se llevó a cabo y los voluntarios ayudaron solo en días puntuales, este Xacobeo los ha vuelto a traer a la Oficina del Peregrino durante todo el verano, para Rodrigo, por cuarto año. “La primera vez vine enviado por mis superiores”, cuenta. Me encantó la experiencia y he querido repetirla cada verano”.

Comenta que la primera vez se anda “un poco perdido. Nuestro cometido es acoger a los peregrinos, darles conversación, ayudarles con sus dudas... y la experiencia es muy gratificante. También te enseña muchas cosas útiles para el día a día, como relacionarte con otra gente, tener más paciencia...”.

Sobre lo que le aporta a nivel personal el voluntariado en la Oficina del Peregrino coincide en muchas cosas con su compañera Iria, que este año trabaja allí por tercer año. Ella estudia Medicina en Santiago y colabora con los grupos pastorales jesuitas. “La primera vez que me ofrecieron participar en el campo de trabajo Apertas no me apetecía mucho”, reconoce, “porque ya vivo en Compostela el resto del año académico y se me hace duro. Pero por otra parte, también me pareció una buena oportunidad para conocer cómo es la ciudad en verano, y mi visión de ella ha cambiado”.

Cuenta que “cambia completamente de invierno a verano. Durante el curso, me machaca, no me gusta, y en el verano me enamora. Santiago me lo ha dado todo, tanto a nivel académico como espiritual”.

También reconoce lo sorprendente que le resultó la experiencia, “porque pese a que los que hacemos voluntariado vivimos en una espiritualidad y estamos más acostumbrados a acoger, me llama mucho la atención cómo lo viven el resto de trabajadores y peregrinos”.

“Ni hay que olvidar que ellos simplemente vienen a por un papel, pero se llevan y nos dan mucho más. Se van muy tranquilos, muy reconfortados. Me sorprende también cómo llegan de caminar muchos kilómetros y cómo se abren a tí, aunque no te conozcan de nada; te cuentan sus experiencias en el Camino, lo que han vivido, sus motivos... Como persona, eso es un gran crecimiento”.

Al igual que a Rodrigo, a Iria le enriquece en “la manera de cómo hablar y tratar a las personas. Me acabo de graduar en Medicina y en el fondo tiene mucho que ver con una de las labores de un sanitario, el de escuchar”, añadiendo que “a veces sana más escuchar que cualquier medicina, y esa labor de escuchar sin esperar nada a cambio no está pagado”.

También coinciden los dos en el rasgo que une a todos los peregrinos, “las personas que empiezan el Camino no son las mismas que llegan, porque la Ruta los cambia”, y añaden que “ellos también son pacientes y acogedores con nosotros”, y el origen del por qué.

“Su nexo común es el querer salir de su comodidad, de su rutina”, dice Rodrigo, “aunque tengan motivaciones diferentes como la espiritualidad, la experiencia..., pero creo que acaban con muchos más puntos en común que los que tenían al comenzar. El Camino también une de una forma muy profunda, emocional”.

Iria suma otra idea a esta experiencia compartida acogedores y acogidos, lo diferentes que son los voluntarios “algo que también nos enriquece”.

Y entre las preguntas que más les hacen, destacan “cómo seguir el Camino a Fisterra, los horarios de las misas, si habrá botafumeiro en las ceremonias religiosas, dónde comer... y también sienten curiosidad por nuestra vivencia en la Oficina, por cómo es nuestro trabajo, y qué nos ha llevado a hacer el voluntariado”.

Afirman que la pandemia ha complicado el trabajo. “Se ha informatizado todo, lo que ayuda a que la parte administrativa sea más rápida, pero también ha impuesto una distancia con mampara, mascarilla... quita comunicación, y hace que la relación sea más fría”.

Aunque la buena experiencia les ha llevado a querer repetir desde la primera vez que participaron en el campo de trabajo, cuentan que el boca a boca y la red pastoral ha hecho que muchos amigos y compañeros se hayan sumado a ella, y que pueda haber turnos de hasta diez personas haciendo voluntariado durante todo el verano. “Es una experiencia para repetir, sin ninguna duda”, insisten, y animan a todo el mundo a probarla, “porque somos acogedores y también nos acogidos, y es maravilloso”.

Además, todos los días se ofrece un espacio y un tiempo de oración personal para profundizar en la experiencia vivida y prepararse para acoger a los que hacen el Camino. El voluntario colabora y anima las dos oraciones que se ofrece a todos los peregrinos de la ciudad: a las 16.30 horas en la Capilla de la Oficina del Peregrino, al estilo Taizé, y a las 22.00 h en la Iglesia de San Agustín, al estilo del Examen Ignaciano.

04 jul 2022 / 00:00
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