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ENTREVISTA
María José Montiel / Mezzosoprano

“Yo amo venir a Galicia, que tengo en el corazón por la ascendencia gallega por parte de mi madre”

“Recuerdo cuando tenía veinte años, en el Real Coliseo de El Escorial, que nos vino a ver Teresa Berganza, quien se acercó a mí para felicitarme, y me dijo ‘Qué tan excelente mezzosoprano eres’”

La mezzo María José Montiel ocupa desde este año la Cátedra de Canto en el Curso I.U. de Música en Compostela, por deferencia de quien hasta los años precedentes había sido su titular, Ana Mª Sánchez, por la confianza y reconocimiento entre ambas. Mª José Montiel fue Premio Nacional de Música del 2015, y convirtió el rol de la Carmen de Bizet en seña de identidad, del que dejó excelente impresión en el Teatro San Carlo de Nápoles. Participó en la reapertura del Teatro Real, en el otoño de 1977, en el rol de La vida breve, de Manuel de Falla, contribuyendo a la recuperación de Merlín, de Albéniz. Demuestra una profunda afinidad con el lied, la mèlodie y la canción española, a la par con la portuguesa. Una voz que supo dar el paso desde los roles de soprano a los de mezzo que se ajustan de perlas a sus cualidades actuales, reforzadas por recursos bien timbrados y firmes, con un vibrato de mayor consistencia. En el espacio de las formas camerísticas supo encontrar acompañantes a la medida de los repertorios elegidos.

¿Cómo fue su incorporación a la cátedra de canto del curso?

Vengo por motivos de salud porque Ana María no ha podido venir, no es solo una colega mía, sino también una gran amiga. Estoy encantada de venir a Galicia, que tengo en el corazón por ascendencia gallega por parte de madre. También por este grupo tan humano, organizadores, la presidenta, María Dobarro, profesores... Este año, como lo hacemos online, aprovechamos los equipos de alta definición y los recursos tecnológicos y sacaremos el curso adelante conectándonos con Japón, por ejemplo. Una experiencia que ya hice en Berlín, cuando cerraron todo, y seguí dando clases a mis alumnos de la Universidad de Berlín durante dos meses. En este curso se corrige la dicción, la expresión, la dirección musical...

Háblenos de su voz, en un acercamiento a su personalidad artística.

Me resulta difícil separarla de mí misma... Yo amo la voz como tal y lleva todo lo que he vivido: las alegrías, las esperanzas, las penas o los momentos gratos e ingratos, las vivencias y mis viajes, las personas que me han ayudado. El canto es la voz del alma. Canto desde el 99 como mezzo pero a los 20 años estaba haciendo una zarzuela barroca, Las labradoras de Murcia, de Rodríguez de Hita, en el Real Coliseo de El Escorial y nos vino a ver Teresa Berganza, quien se acercó a mí para felicitarme, comentándome “qué tan excelente mezzosoprano eres”. Le respondí que cantaba como soprano. Insistió en que era una buena mezzo para Mozart y Rossini. Mi ambiente familiar me encontró cantando como soprano, donde mi abuelo gallego cantaba, mi madre tocaba el piano y tras un traslado a Viena, para un curso, accedí a las clases de lleana Cotrubas, a la que le canté el aria de Mozart Come scoglio y ella confirmó mis cualidades como mezzo. Me insinuó que cantase Werther, Ottavian, Der Rosenkavalier o Carmen, que fue después uno de mis grandes roles.

También resulta interesante su planteamiento ante la canción de concierto.

Con el pianista que mejor he trabajado fue Miguel Zanetti, ya que desde el principio confió en mí, además de ser alumna suya. Siempre le adoré y su muerte me dejó un vacío angustioso, por el dolor que sentí. Un hombre tan generoso, tan tierno y con un sonido especial. Toqué con muchísimos pianistas, como Josep Colom, con quien hice un recital de Falla, las Siete canciones populares y Debussy; con Rubén Fernández Aguirre, y últimamente el mallorquín Miquel Esterich. En cuanto a la canción, cuidé siempre la canción española, a la que considero a la altura del lied o la mèlodie, aunque aquí no le demos la importancia que se merece. Tuve la suerte de hacer mucha canción española de concierto, por eso me llevo a Berlín toda la zarzuela que puedo, y en el extranjero procuro cantar nuestro repertorio.

Recuerdo un estreno de Juan Durán, el Tríptico rosaliano, que iba a interpretar en el XX Ciclo de Lied, pero que tuvo que suspender por problema de salud.

Fue una tristeza porque las piezas de Juan Durán eran una preciosidad por su vuelo de fantasía y me dolió no poder hacerlo y sé que se va a pasar por streaming en este curso, pero estoy segura de que las voy a recuperar. El programa del ciclo era maravilloso, entre piezas de Guastavino, Falla E. Halffter o Debussy. Entonces me iba a acompañar Iván Martín, con el que hice mucha música, como el recital en la Sala de Las Meninas, en el Museo del Prado.

Parece que la música contemporánea está entre sus debilidades.

Me gusta mucho hacerlo y en el repertorio en general destaco obras de García Abril; Tomás Marco, por Ojos de verde luna, que se hizo bastantes veces, basada en leyendas de Bequer; de Cristóbal Halffter; Luis de Pablo; o Lorenzo Palomo. Me parece muy importante esa faceta de mi vida y les agradezco mucho cuando han pensado en mi voz. Antoni Parera, por ejemplo, con su ópera María Moliner, repetida con frecuencia y escrita para mi voz. No falta Xavier Montsalvatge o el Tríptico, que me dedicó Antón García.

08 ago 2021 / 00:43
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