13, el número enigmático

para unos es el número de la suerte, para otros es el de la desgracia, maléfico como ninguno; no falta quien le encuentra sentido esotérico, incluso mágico, y por supuesto quien ve en él simplemente un número, sin más, como cualquier otro.

Para los que nos movemos en el mundo de la Ciencia el trece es, desde luego, un número; un número primo que, como tal, no es divisible más que por sí mismo y por la unidad. Cabría pensar que por ese motivo no interviene demasiado en los resultados obtenidos de los diversos cálculos en general; pero a veces, cuando lo hace, conlleva un significado tan determinante que resulta clave imprescindible en el campo en el que opera.

Ese es el caso que representa la estructura geométrica de la Micropartícula Cuántica, descrita en la Teoría de la Configuración de la Energía. Dicha partícula estaría constituida por doce Unidades Cuánticas Elementales (UCE) dispuestas espacialmente en forma esférica, y cada una de ellas sería en realidad un campo de fuerza de extensión también esférica; pero la mencionada partícula poseería en su interior otra UCE más, a modo de núcleo, que situada en su centro geométrico haría la número trece y daría a toda la partícula una gran cohesión.

Esa estructura, agrupada en forma exponencial, daría como resultado la creación de múltiples partículas aún no conocidas y cuya expresión 13^13 se correspondería con el Electrón.

La representación gráfica de esa estructura, en sección mostrando el interior, es la que en su día elegí como símbolo o icono identificativo de la mencionada Teoría, que sin pretenderlo en absoluto, resultó estar basada en la configuración geométrico-espacial que arrojaba el “enigmático” número 13.