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A posteriori

    regresaba del trabajo absorto en mis pensamientos, organizando y reorganizando las palabras que esa mañana me habían dicho en la consulta, entendiendo que el tiempo en la labor terapéutica no transcurre solamente de forma diacrónica, sino con re-significaciones que otorgan un sentido retroactivo, tanto en el caso del paciente como del terapeuta. En esas divagaciones me encontraba cuando, en mitad de la calle, una señora vino hacia mí y en un tono poco amistoso me dijo “niño, súbete la mascarilla”. Podría haberme quedado con lo de “niño” y sentirme halagado pero no fue así. Estábamos al aire libre y no había prácticamente nadie, de modo que le contesté que en exteriores y sobre todo, en una calle vacía, no era obligatorio llevar la mascarilla puesta. Como era de esperar me dijo que estaba muy equivocado, y que por culpa de gente como yo se iba a contagiar otra vez todo el mundo. Antes de que pudiera responderle finalizó nuestro encuentro con una peineta y un “vete a tomar por el culo”. Me quedé allí parado, conteniéndome a duras penas. Retomé el camino, dándole vueltas a lo que acababa de pasar cuando de pronto noté, ya llegando a mi casa, que pisaba algo resbaladizo y pastoso que en breves segundos desprendía un olor característico... en efecto se trataba de una de esas cacas de perro que crecen misteriosamente en las aceras de mi barrio. Otra experiencia que añadir... Quizás en algún momento misterioso del día se me revelase su significación...

    El resto de la jornada transcurrió con cierta normalidad. Ya me había olvidado, o eso creía, de mi mañana escatológica, cuando el último paciente, tras una sesión emocionalmente intensa en la que no paró de hablar de su madre, se despidió literalmente cagándose en la mía. No quise interpretarle este último comentario, no fuese a ser que el hombre hiciese algún tipo de pasaje al acto... Cerré el kiosco y me fui a casa, de nuevo dándole vueltas a la cabeza.

    Fue por la noche, justo antes de acostarme, estando en el baño evacuando mis necesidades cuando por fin entendí esa otra dimensión de la temporalidad que propone el psicoanálisis llamada après-coup, en la que los acontecimientos y huellas mnémicas pueden no adquirir todo su sentido sino en un tiempo posterior al de su primera inscripción. Me salió de golpe. Tiré de la cisterna y me fui a dormir.

    30 nov 2021 / 00:01
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