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Alejandro González Pascual, el esperado regreso

    tras unos años de relativo silencio, la pintura de Alejandro González Pascual (A Coruña, 1930- 1993) retorna a la luz publica, y lo hace, esta vez, en los espacios temporales del Museo de Belas Artes de A Coruña. Se recupera y legitima su obra, en un necesario gesto, y la actualización, demuestra el acierto de indagar en un pasado no tan lejano, con el objetivo de rescatar trayectorias, merecedoras, como la suya, de nuevos reconocimientos y que al tiempo, evidencian cuan necesaria es la mirada retrospectiva.

    En el diseño y materialización del proyecto tiene parte fundamental el equipo del Museo junto a la hija del pintor, Blanca González Docampo, historiadora de arte, que ha estudiado con precisión y rigor la obra de su padre.

    En el proceso de realización se siguieron unas pautas temáticas con el fin de facilitar un mejor seguimiento de lo que fueron los ejes de su trabajo y las etapas correspondientes, se repasan, por medio de una selección de alrededor de un centenar de obras, distribuidas en cuatro bloques argumentales: Naturaleza, Bodegón, Retrato y Estudio, todos ellos explicativos de las etapas del pintor, y que acercan a los momentos principales de una trayectoria que nace en los primeros años de la década de los cincuenta marcada por la fuerte intención de aprendizaje, de conocimientos, de participación en los círculos culturales de su ciudad natal; y los deseos se irán traduciendo en actitudes, en obras en las que ya se puede advertir, en aquellos momentos, todo aquello que era de su interés en cuanto a tendencias o artistas que le atraían: Picasso, el cubismo, la abstracción o el informalismo.

    En algunas de esas obras tempranas ya se observan ciertos trazos de lo que en adelante será su estilo, determinado sustancialmente en su pintura por la sobriedad colorística, la leve insinuación de los objetos, de la figura aislada presente en los retratos, cuestión que cultiva a lo largo de su carrera, desde 1946 hasta 1993, o los distintivos fondos neutros, grisáceos, negros y blancos en sus naturalezas muertas, e invariablemente el espíritu de síntesis presente en toda su obra.

    El paisaje, como renovación, y exponente de la personalidad de González Pascual, la interpretación de la naturaleza a la que el pintor se siente profundamente ligado, y que capta en su mas pura esencia, recorre las etapas centrales de su vida creativa, en concordancia con otros aspectos mas sutiles, alejados de lo que podría ser la interpretación directa de la realidad, o de connotaciones literarias, y responde, en primer termino, a un impulso interior, al sentimiento de identificación con ese entorno, al resultado de la emoción ante la contemplación.

    El paisaje que se revela en su pintura, en los primeros tiempos, queda significado sutilmente, con nombres propios, y florece de las experiencias vividas, de la cercanía de los montes de Cerdido, del Eume, Seixo Blanco. Y la inclinación afectiva por el entorno natural, la transmite y acuña desde otros puntos geográficos, de nuevos lugares que conoce a raíz de los viajes efectuados por Francia (Montpellier), Suiza (Lago Leman) o Castilla, de infinitas llanuras; todos ellos forman parte de uno de los principales argumentos, los montes, que aborda a partir de las décadas sesenta y principios de los setenta; en esas pinturas, las formas se describen veladamente, en masas redondeadas, de tonalidades oscuras, en verdes, negros azulados y amarillos.

    En el discurso evolutivo, que parte de las insinuaciones montañosas, a la recreación de bosques, arboles, toradas y raíces, se refleja todo un ejercicio poético que acerca y clarifica los objetos descritos, situándolos en un primer plano, reflejados en base a lineas rectas y en algún momento tratados esos objetos como naturalezas muertas, otro tema clásico de la pintura que el artista revitalizará a su modo, y con el que, al igual que hará con los retratos, le servirá para reflexionar y resolver asuntos relativos a la propia pintura. Esas naturalezas interiores, se irán sucediendo con mayor intensidad a partir de los años ochenta, y serán objeto primordial de los estudios del pintor sobre la luz, planteadas con exquisita minuciosidad, en sus gamas cromáticas, austeras y reconocibles, de fondos lisos negros y posteriormente blancos, afirmativas, como toda su obra de una innegable y firme personalidad.

    21 feb 2022 / 01:00
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