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Aquella radio mía

    La mía y la tuya, aquella radio analógica y todavía artesana. En casa de mi abuela había un aparato de válvulas, porque en la mía ya solo recuerdo el transistor. El mundo y la vida entraban por la onda media, una textura sonora que multiplicaba las distancias físicas e imaginadas. Este fin de semana me di un atracón de radio, tradicional y nueva, para gozar del día mundial que desde hace diez años festejamos de este medio de comunicación que no termina de agotarse. Las emisoras acudieron al llamamiento de la Unesco y celebraron la efeméride como nunca.

    Emocionante es siempre escuchar a los oyentes en directo y en el mismo tiempo en que viven el locutor y el resto de la audiencia, conectados todos por el mismo reloj y cada cual con su peripecia. Esa radio que te despierta por la mañana y te duerme por la noche. Esa radio palpitante que te habla de la misma lluvia que ves tú, que te informa y te distrae, que te alienta y te hace sentir uno más de la comunidad. Esa es mi radio y la tuya.

    Soy mayor, pero no antiguo. Así que tras el maratón por los transistores de la vivienda, uno en cada estancia, salí a andar con un podcast en el auricular conectado al móvil. Gran invento esto de los podcast, y de mucho futuro oí decir. Además de archivo en línea de los programas radiados, son idóneos para contenidos temáticos, incluso independientes de la emisión convencional como ya se viene haciendo. Radio nueva, sí; aunque la de la vida, la piel y el corazón, marcando las mismas señales horarias –los pitos– para todos, es la otra, la radio de siempre. En la que empecé a trabajar, más bien a aprender, con veinte años.

    Estos días a través de las redes sociales, compañeros de la época recordaban con fotos y textos algunos instantes de las incipientes trayectorias profesionales: el estudio de Radio Galicia, ya en el Ensanche, lleno de adolescentes asistiendo en vivo a La canción del verano o la realización del programa local un jueves de la Ascensión en plena Alameda.

    Esas instantáneas siempre me llevan al mismo pensamiento: el contacto con los oyentes, a los que quieres cuando haces radio, un vínculo tan próximo como afectuoso. Por eso oyentes y escuchantes dicen que no pueden vivir sin la radio.

    El podcast al que me refería antes contenía una entrevista en la que se reproducía el popular poema Galope en la garganta de su autor, Rafael Alberti. Echo de menos más poesía en la voz natural de sus progenitores, ahora que asistimos a la renovación de formatos y soportes. Porque para la palabra dicha o interpretada, además del teatro, no hay como la radio. La mía y la tuya.

    16 feb 2021 / 01:00
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