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Benditas redes sociales

    ESTAMOS CANSADOS DE ESCUCHAR que vivimos en la era de la tecnología y de las redes sociales. Ahora lo raro es no tener cuenta en Instagram o no saber cómo funciona Twitter. Las marcas ya no son marcas si no tienen 300 mil seguidores y si no son capaces de hacer TikToks virales. Sin embargo, también estamos cansados de escuchar que la redes sociales son malas, que el móvil solo genera adicciones y que vivimos enganchados a una realidad que no es la nuestra.

    Hace unos días falleció Elena Huelva, la influencer de 20 años que se ganó el cariño y la admiración de más de 900 mil internautas. La influencer que ha dicho en voz alta, sin miedo y con una sonrisa en la cara, la palabra prohibida: cáncer. Elena Huelva contó, durante tres largos años, el día a día de esta enfermedad, logrando que se hablara de ella de una manera diferente a la que estamos acostumbrados.

    A sus 20 años, consiguió normalizar lo hasta entonces no era normal. Vivir en un hospital, sacarse fotos con una sonda, bailar con la bata del oncológico infantil y contar, sin tapujos y con esperanza, algo que miles de personas se ven obligadas a vivir.

    Durante más de 1.095 días no estuvo sola, ni tuvo que rebuscar para encontrar a alguien con quien hablar lo que estaba sintiendo, porque las redes sociales hicieron su magia y la mantuvieron conectada. Creó una familia, conoció a cientos de personas nuevas y logró transmitir un mensaje muy importante:

    Que hay que invertir más, mucho más, en investigación. No por ella, por todos.

    Hace unos años esto no habría sido posible. Ese mensaje jamás hubiera llegado a tanta gente, Elena jamás se hubiera sentido tan acompañada en los momentos más duros de su vida y el cáncer jamás se habría colado en las páginas de los periódicos más importantes de nuestro país. Porque hace unos años no existían las redes sociales.

    Es verdad que las redes generan adicciones, complejos, dependencias, vidas irreales... pero también es verdad que acompañan a mucha personas que están solas, que conectan a familias que se encuentran a miles de kilómetros de distancia, que dan voz a mucha gente que no la tiene...

    Tal vez el problema no sea la herramienta, sino la forma en la que esta se usa. Tal vez la solución, como casi siempre, sea la educación.

    En la revolución industrial murieron millones de personas por culpa de no saber usar las máquinas y se crearon escuelas, centros de formación y manuales de prevención de riesgos. Ahora tocará hacer lo mismo con las redes para que todos podamos utilizarlas en beneficio de la sociedad.

    Como Elena, que sin escuela ni manual, nos ha dado a todos una gran lección de vida.

    15 ene 2023 / 01:00
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