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Obituario. El inesperado fallecimiento de la artista supuso un tremendo golpe para la familia Márquez-Oliveros y para la estirpe artística española, que se queda sin otra de sus icónicas estrellas del mundo musical TEXTO José Aguilar

Concha Márquez Piquer: “Un diamante ante la desolación”

Nuestro panorama artístico se queda sin una de las mujeres con más personalidad del mundo de la escena. Los baúles de su madre Concha Piquer, un mito en la historia de la canción española, suspiran temiendo un incierto destino que jamás ha jugado a su favor en las últimas décadas. Los senderos de la vida la han llevado por las estaciones de un calvario en el que la respiración se hacía insostenible, a pesar de su entereza. Las sombras siempre han iluminado la difícil batalla en esa, supuesta, lucha de Concha Márquez por alcanzar el lugar de privilegio en el horizonte artístico que, verdaderamente, se merecía. Demasiado guapa, demasiado culta, demasiado irónica, demasiado....

La inesperada desaparición de Concha ha sido un tremendo golpe para la familia Márquez-Oliveros y para la estirpe artística española que, poco a poco, se va quedando sin estrellas ante una situación desoladora que deja espacios que no son cubiertos por las nuevas generaciones. Un desierto de trayectorias irrumpe en ese abismo de la realidad actual que nos adormece en toda la soledad sin tener esas carreras de antaño que acompañaban cada uno de los silencios que todos llevamos en nuestro interior. Miro cada una de las postales.

Con su partida los espejos ya no nos devolverán su importante mirada y aquel movimiento en el escenario que la convertían en reina de los sortilegios en cada uno de los minutos de sus rotundas actuaciones. Los delirios de los ruiseñores anuncian un oscurantismo que hiela los jardines abandonados por un pasado glorioso que todavía asombra en la distancia. Ya no hay fuentes, ni arañas de cristal, ni aplausos que se arremolinen bajo las mesas isabelinas. Más silencios... La estamos escuchando... La cadencia de su voz se enseñoreaba con las letras de un extenso repertorio que sorprendía por abarcar horizontes inesperados entre unas nubes que bajaban a las mazmorras. Su voluntad por mejorar y su poliédrico talento le proporcionaban otros acentos ajenos al mundo folclórico que le prestaban adjetivos con mayúsculas.

Una vida de lujo, repleta de bienes materiales, que según su madre le impidió luchar descarnadamente por el éxito rutilante que desean los desfavorecidos, no fue nada más que el engañoso marco de su verdadera vida interior iluminada por los versos de Whitman, Poe o Shakespeare. Concha Márquez estaba por encima de las apariencias, de la imagen, de las críticas... de la ambición... La perspectiva que había adquirido del mundo a través de sus innumerables viajes y sus encuentros con grandes personalidades le había proporcionado una filosofía de vida en la que era conocedora de la esencia de los valores que importan. Más allá de los brillantes, de las obras de arte, del legado artístico que adornaba una vida social intensa y abrumadora estaba esa mujer reflexiva, profunda y leal que se enfrentaba a las circunstancias sin temor a las represalias de los que ejercen el poder. El valor de las confidencias ejercía su reinado.

En el salón de su residencia de Somosaguas todos los recuerdos permanecen incrédulos ante el vacío de su presencia. Los rumores de su energía se golpean contra unos cristales que los intentan atrapar con movimientos espasmódicos. Todas las voces se arremolinan en un tumulto asfixiante. Tanto dolor sobre los rostros desencajados, tanto dolor.... Ya es tarde para permanecer cada mañana en el diván a la espera de un advenimiento. El reloj continúa con la cuarta sinfonía que muestra las coronas ya innecesarias. El rocío sobre unos carteles que no anuncian eventos... tanto para el fin...

La canción de juventud de Concha se marchita abandonando todos los pétalos en un juego que resultó demasiado sádico para poder disfrutarlo. Las tentaciones a las que no sucumbió la arrojaron a un amor apasionado que duró cuarenta años y que se llama Ramiro Oliveros.

Esa era ya su única inflexión... su nieto Oliver, sus hijas Iris y Conchín y Ramiro que alumbraba cada uno de los tiempos en una vida en común que no tuvo intervalos en la distancias cortas. Todas las rosas permanecen cortadas.

27 oct 2021 / 01:00
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