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ANIVERSARIO Mondoñedo recordó ayer la figura de uno de sus vecinos más ilustres, en una jornada en la que Rexina Vega fue nombrada ‘Cunqueiriana de honra’ TEXTO Ana Martínez

Cuatro décadas sin la imaginación fabulosa de Álvaro Cunqueiro

Hace cuarenta años de la muerte de Álvaro Cunqueiro, el novelista, poeta, dramaturgo y gastrónomo que fundó el realismo mágico, que él prefería llamar fantástico, y cuya cuna, Mondoñedo, recordó ayer con una ofrenda floral y la lectura pública de la meditación humana de El año del cometa, a uno de sus vecinos más ilustres.

En este aniversario el fabulador estuvo más vivo que nunca. La escritora e investigadora Rexina Vega fue nombrada Cunqueiriana de honra, Abel Vigo presentó un libro sobre la Arqueoloxía Cunqueiriana y César, hijo de don Álvaro, recordó ante los presentes la figura de su padre.

Álvaro Cunqueiro, prosista excepcional, premio Nadal en 1969 por Un hombre que se parecía a Orestes, murió con 70 años de edad.

A la localidad lucense que cuatro décadas después continúa honrándolo lo condujeron desde un centro vigués cuando se encontraba ya en estado crítico. Diabetes, insuficiencia renal, tratamiento de hemodiálisis cada dos días, neumonía...

No resistió. Falleció en el trayecto hacia el pueblo.

Bien podría decirse que Cunqueiro era muchos hombres en uno. Ensamblaba bien las palabras, era inmensa su energía creadora y mostraba como pocos las limitaciones del ser humano, las ambivalencias, la duda perenne.

Por ejemplo, a veces decía que el articulismo literario le quitaba tiempo para la escritura de obras, pero a la par confesaba estar encantado con la publicación en los medios y, en las etapas en las que dedicó menos tiempo a esta faceta, a las colaboraciones en los periódicos, tampoco aumentó la creación.

Sea como fuere, Álvaro Cunqueiro, el autor de Merlín e familia, acertaba, en una y otra modalidad, con el punto exacto, con ese toque inigualable.

Fue colaborador habitual de Efe y sus narraciones breves se distribuyeron a través de esta agencia a numerosos países de Iberoamérica.

Escribió para los principales rotativos gallegos, La Voz de Galicia, Faro de Vigo (decano que dirigió y con el que después siguió colaborando), La Noche, EL CORREO GALLEGO, El Progreso, El Pueblo Gallego... Y para muchas publicaciones tales como Sábado Gráfico, Vértice, La Estafeta Literaria, Los Cuadernos del Norte, Destino, Primera Plana o El Sol.

Su estilo era tan peculiar e inconfundible que copiarlo sería muy osado. Por no decir imposible.

Con retranca, Cunqueiro comentaba: “Benditos mis imitadores porque de ellos serán mis defectos”.

En Mondoñedo, un municipio situado en una de las laderas de un valle entre montañas repletas de iglesias y monasterios, nació Álvaro Cunqueiro un 23 de diciembre de 1911. A aquel niño lo entretenían con historias, relatos variopintos que le entusiasmaban.

Cunqueiro, poseedor de una extraña capacidad para tratar las cuestiones populares y recrear los mitos, seguía disfrutando, ya con el paso de los años, de la oralidad, así como de jugar a las cartas, y también era feliz con el buen comer.

Sentía fascinación por las tabernas. Sus conocimientos gastronómicos eran poco comunes, nada al uso. Aunque claro, con él había que estar siempre en guardia porque nunca se sabía qué era ficción y qué realidad. No en vano navegaba con inusitada habilidad entre las dos aguas.

Sobre la lápida del erudito artífice de territorios míticos reza la siguiente leyenda: ‘Eiquí xaz alguén que coa súa obra fixo que Galicia durase mil primaveras máis’ (’Aquí yace alguien que con su obra hizo que Galicia durase mil primaveras más’).

Pues, lo mismo: mil primaveras más para Cunqueiro.

01 mar 2021 / 01:00
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