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Curro, chingar, gilipollas o chachi y otras palabras que vienen del caló

Un libro ahonda ahora en la etimología y origen de vocablos que llegan de esa lengua

Madrid. “Curro”, “chingar” y “gilipollas” son palabras muy usadas por los hispanohablantes, como lo fueron hace unos años “chachi” o “nanái”, todas ellas unidas por su origen, el caló, que la RAE define como la variedad del romaní que hablan los gitanos de España, Francia y Portugal.

Los caloísmos, como se conocen las palabras derivadas del caló, son muy numerosos en el castellano y de su evolución, entre otras muchas etimologías, hablan en su libro La vida secreta de las palabras (La Esfera de los Libros) los integrantes de @EtimosDirectos, una de las cuentas sobre estos asuntos más seguidas en las redes sociales: Shayma Filali Baba Louartiti, Israel Villalba y Peru Amorrortu, expertos en historia y filología, informa Efe.

Sobre el origen de uno de los insultos más comunes en castellano, como es el de “gilipollas”, los autores alertan de alguna etimología falsa como es el de un supuesto caballero del siglo XVII llamado Gil con tres hijas casamenteras poco agraciadas y de “un ingenio un poco aletargado”.

Con ellas acudía a todo tipo de eventos, lo que empezó a suscitar el comentario de “Ya están aquí Gil y sus pollas”, algo que dicen que no puede ser verdad porque la acepción de “polla” para definir a una muchacha joven es posterior.

Y es que en realidad, explican, el origen de este insulto es mucho más moderno y se sitúa en el vocablo “gilí”, un préstamo derivado del romanó o del caló “jilí”, que significa “estúpido” o “necio” que se combina con “polla”, en su significado de miembro viril, para formar una expresión del mismo estilo que “tonto de la polla”

“Curro” es uno de los caloísmos más extendidos en nuestra lengua, con el significado de trabajar. Su etimología se confunde con la de otro caloísmo, “curra”, que significa paliza, derivado de una acepción de ese mismo verbo, pegar.

La etimología parece explicar esta ambivalencia de significados del verbo “currar”: aunque la RAE relaciona el verbo con el sánscrito “k ṛnoti” (hacer), investigadores contemporáneos opinan que la raíz con la que habría que relacionar el verbo es el romanó “kur-”, de “pegar” o “golpear”, pero que en tiempos pretéritos se relacionaría con la acción del herrero que golpea el hierro con el martillo. De ahí vendría la asociación con la acción de trabajar, que es la que ha pasado hasta hoy.

En los años 70 y 80 del siglo pasado, los caloísmos nutrieron las jergas juveniles con palabras como “chingar”, derivado de la raíz romaní “cinger” que significa “pelear”, y de ahí su significado de molestar o fastidiar. O “molar”, que en caló se interpretaba como “valer” o “producir”, de lo que viene su acepción entusiasta.

Al igual que ocurre con “chachi”, procedente del caló “chachipén”, que significaría “verdad”, como una valoración de aprobación. O con “dabuten”, que con sus distintas variantes -de buten, dabuti- define algo estupendo y que parece derivar de la palabra “bute”, que es “mucho” en caló. Y también una palabra que significa lo contrario, como es “chungo”, que viene de “zung” (asco o repugnancia).

Otra de las expresiones que hunde sus orígenes en el caló, según @EtimosDirectos, es “nanay” o “nanái”, que se emplea para expresar el rechazo a lo que el interlocutor acaba de decir, y que deriva del adjetivo que en esa lengua es “ningún” y, de ahí, a “de ninguna manera”.

“Chavón” o “chavo”, utilizados en América Latina, o el “chaval” empleado en España tienen el mismo origen que las anteriores palabras: vienen de “chavo” (hijo), que pasó al castellano con el significado de muchacho, explican en el libro.

Hay otros términos cuyo origen caló es más oscuro, destacan los autores, una confusión aumentada “por la poca o nula atención” que se ha mostrado a lo largo de la historia por tanto por el hispanorromanó como por el caló, critican.

Así, indican, no fue hasta el siglo XIX cuando aparecieron las primeras y escasas obras de cierta extensión sobre el habla del pueblo gitano en la península, diccionarios y gramáticas que a veces no tenían rigor científico. Y hasta mediados del sigo XX no se publicaron los primeros trabajos rigurosos sobre el caló y su impacto en el castellano como los del filólogo alemán Max Leopold Wagner o el español Carlos Clavería.

Por eso, confían en que esta “pequeña ventana” al legado lingüístico que han incluido en su libro sobre la etimología de las palabras “sirva para revalorizar la historia y la lengua de un pueblo mayormente ignorado a lo largo de la historia y que hoy en día se esfuerza por recuperar su legado e identidad”. carmen naranjo

28 feb 2022 / 17:38
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