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LUIS DANIEL MARTÍN//Periodista

“El abrazo será nuestro ‘papel higiénico’ en el súper de la vida”

La vida, a veces, te pone ante retos que parecen imposibles, ante situaciones difíciles de describir con palabras, ante realidades que podrían confundirse con un sueño. Sin embargo, dentro de cada uno de nosotros habita una fuerza interior que está esperando su momento. Decía el genio de Iria Flavia que “hay dos clases de hombres: quienes hacen la historia y quienes la padecen”. Luis Daniel Martín (47) tiene un poco de cada uno de ellos... Su historia es de las que remueven, convencen y se recuerdan, su vida es de las que emociona, entristece y le sublima, pero todo junto hace de él un hombre sencillo con un corazón indestructible, incluso al covid-19... todo un superhéroe con una eterna sonrisa, aunque sea bajo la mascarilla. Valoremos lo que tenemos y exprimamos cada segundo. Diseño: Carmen Botana

Eres un paciente oncológico, padeces diabetes y una enfermedad respiratoria. ¿De dónde sacas las fuerzas?

Mi vida ha sido una superación permanente llena de obstáculos. Sin embargo, nunca he tirado la toalla y he seguido intentando hacer realidad mis sueños, que se cumplieron cuando me diagnosticaron la leucemia que padezco. Desde ese día, y aunque parezca extraño, aprendí que la vida hay que saborearla minuto a minuto, sin esperar lo que vaya a suceder mañana. De ahí que vuelque todas mis energías en un solo momento... en el hoy, el aquí, el ahora y en respirar, que no es tarea fácil con un enfisema pulmonar. No me preocupa nada más.

¿Cómo empezó todo?

Mi lucha contra el coronavirus podría remontarse al mes de octubre de 2019, cuando empecé a tener síntomas de una gripe diferente a las demás. Me dijeron que tenía dos bacterias de neumococo, la Serratia marcescens y la Haemophilus influenzae, para las que me dieron una medicación que no funcionó. Fui arrastrando esa extraña gripe hasta la primera semana de marzo, cuando la enfermedad comenzó a ser terriblemente activa. La fiebre subió de golpe hasta los 39,5ºC, el nivel de mi oxígeno en sangre cayó en picado hasta el 84 %, las dificultades respiratorias hicieron que llamara en varias ocasiones a urgencias, hasta que una ambulancia vino a por mí. Me ahogaba y sentía que la vida se me iba.

Ingresé el 11 de marzo en el Hospital Clínico Universitario San Carlos, de Madrid, en agudos y muy enfermo. Di positivo en los dos primeros test del covid-19, pero aún así no eran del todo fiables. Un par de días después me trasladaron a una habitación de aislamiento donde pasé ocho días, hasta que di negativo en el tercer PCR. Pero la fiebre no se iba y pensaron que se debía a mi leucemia, a una extraña anemia hemolítica que podría haberse activado y que el año anterior me obligó a recibir quimioterapia. Lo descartaron tras numerosas pruebas y me dijeron que quizá habría contraído la enfermedad del beso, un citomegalovirus que se trasmite por la saliva. Juro que no besé a ningún sanitario en el hospital (aunque hubiera deseado besarles a todos). Ni lo uno, ni lo otro. En mi cuerpo había algo más...

Recaíste... Y contagiaste a tu mujer...

Me dieron el alta el 31 de marzo, después de haber pasado, como dice Sabina, más de 19 días (y lo que parecían 500 noches) muy malito... Me fui a mi casa pensando que había superado la pesadilla, pero no fue así. Siete días después volví a tener fiebre, a saturar por debajo del 90 %, a tener sensación de ahogo y a estar completamente agotado. Hablé de nuevo con los médicos que al principio decían que una neumonía no se iba tan fácilmente y después que no perdiera el tiempo y fuera a un hospital. Reinaba un enorme caos para pedir que una ambulancia limpia de covid viniera a mi casa, pero llegó...

El 11 de abril me ingresaron por segunda vez al dar de nuevo positivo, algo que nadie esperaba y en esta ocasión mi estado de salud era bastante peor. Los medicamentos de la primera vez no servían; mi cuerpo se había vuelto resistente. Los médicos temieron que entrara en parada cardiorrespiratoria y valoraron mi ingreso en uci, aunque finalmente respondí al oxígeno que me pusieron.

Lo peor estaba por venir. Dos días después, el mismo día del segundo cumpleaños de mi hija, Lucía, ingresaban a mi mujer en mi mismo hospital, presumiblemente por covid-19. Mi mundo se derrumbaba; había contagiado a mi compañera de vida y no sabía si mi hija lo padecía o no. Nunca lo sabré, porque nadie le hizo una prueba. Así pasamos hasta el 28 de abril , con una medicación que me quemaba las venas y me dejaba agotado. Me dieron de alta cuando mi mujer dio negativo. Yo seguía siendo positivo y teniendo una fuerte carga viral, pero aún así me mandaron para casa. Mi negativo (la quinta prueba) vino el día 7 de mayo... 58 días después de mi primer ingreso.

Eres colchonero. ¿Es tu complejo vitamínico?

Desde pequeño el Atlético de Madrid ha estado muy unido a mi vida. Vivo muy cerca del antiguo Vicente Calderón y hasta allí he ido cuando era niño con mi abuelo, luego con mi padre, trabajando para el club cuando era joven, después con mi pareja y ahora con mi hija... vamos todos al Metropolitano. Es una ilusión, un sueño, una afición, pero también es una filosofía de vida, de superación, de inconformismo, de fortaleza, de seguridad y de confianza. Ha sido, es y será mi mejor talismán, por eso siempre que he acudido al hospital lo he hecho acompañado de mi bufanda, de la camiseta y como dice nuestro himno, “demostrando coraje y corazón”.

Simeone te llamó hace unos días. ¿Cómo fue esa sensación?

Fue la mejor sorpresa de alguien a quien admiras por sus valores y por su entrega. Si dentro del campo es todo un referente para los aficionados, fuera de él, como persona, me ha demostrado tener una gran humanidad y un gran corazón. Me llamó para preguntarme cómo me encontraba, cómo estaba mi familia, para contarme cómo era su vida y la de los suyos protegiéndose del covid y sobre todo para darme ánimos, a un simple socio de su club. Nunca olvidaré sus palabras y sobre todo su aliento. Lo de “partido a partido” tiene ahora más sentido que nunca, igual que cuando decía Luis Aragonés eso de: “A ganar, a ganar y volver a ganar”. Para atrás, ni para coger impulso.

¡Tu hija es la socia más joven!

Sí, mi hija nació en un parto programado el Día Internacional del Beso, el 13 de abril, y teníamos todo preparado para que nada más nacer le hiciéramos una foto en el paritorio y se la mandáramos a una persona del club que le haría el carné. A los dos minutos cuarenta y nueve segundos ya era atlética y a los 15 días fuimos con ella vestida de rojiblanca a la despedida del niño Torres . El fotógrafo del club tomó una imagen y en una revista lo titularon de una forma preciosa: “Se va el Niño y viene la Niña”, mostrando que el crecimiento del fútbol femenino es imparable.

Has estado en primera línea de fuego. ¿Tienes algo que recriminarle a algún responsable político?

No podemos culpar a nadie de las desgracias que suceden en nuestras vidas. Debemos asumir que los primeros responsables somos nosotros, quizá por desconocimiento, quizá por ignorancia o puede que por demostrar más fuerza que la madre naturaleza. Sin embargo, otra cosa es la actuación ante esas desgracias y en este sentido hay muchas cosas que debían haberse hecho mejor e incluso de una forma más rápida. Quizá, cuando pase todo esto, llegará el momento de pedir responsabilidades a quienes han antepuesto los recortes materiales o de personal en la sanidad pública española, para lucrarse favoreciendo a amigos o llenándose los bolsillos mientras condenaban a muchos mayores a ser cribados porque no se disponía de equipos suficientes. Difícil de olvidar.

¿Cómo crees que está reaccionando la sociedad?

En líneas generales la sociedad ha asumido su responsabilidad. Es cierto que ha habido y habrá gente que no respeta a nadie, ni siquiera a ellos mismos y que provocarán nuevos rebrotes. Otra cosa es que la política y el sentimiento de rivalidad nos haya hecho actuar como auténticos cromañones, enfrentándonos entre seres humanos. Ante eso te diría que podríamos extinguirnos no por el virus sino por ignorantes.

¿Y si te pido un consejo...?

Cuando pase todo esto, ver a los que necesitan un abrazo porque ese será nuestro papel higiénico en el supermercado de la vida...

Recuerdo a Álvaro, un gallego de Pobra de Brollón

¿Alguna secuela? ¿Cómo te encuentras psicológicamente?

Ahora intentamos superar dos de las secuelas más graves del covid-19; el miedo a un nuevo contagio y la angustia por todo lo que hemos vivido. Cuando me dijeron que era negativo en mi primer ingreso, me trasladaron al área de Oncología del hospital donde estaba ingresado en una habitación con un hombre mayor gallego, de Pinel en Pobra de Brollón (Lugo), al que trataba como si fuera de mi familia. Se llamaba Álvaro Rodríguez Álvarez y me unía a él algo inexplicable. Tal vez era que entre su morriña y mi tristeza por estar lejos de los nuestros, se encontraba el sentimiento de fe más grande del ser humano, el amor. Él murió el día 10 de abril y a mí me ingresaron de nuevo un día después. Desde entonces no he conseguido dormir bien ni un solo día y estoy seguro de que cuando pase esta pesadilla necesitaré la ayuda de un buen psicólogo y visitar Galicia, para rendirle homenaje.

18 may 2020 / 00:15
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