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convivencia o sumisión

En todas las culturas, a lo largo de su historia, una de las instituciones que ha estado sometida al más estricto control ha sido el matrimonio, junto con la vida familiar. Del matrimonio y la familia depende la supervivencia de la especie, y también la transmisión de la propiedad entre generaciones. Por ello no resulta extraño que las grandes religiones, como son el judaísmo, el cristianismo y el islam, en sus códigos legales y morales dediquen al matrimonio una atención especial, como es el caso del Talmud, de los códigos del derecho canónico y de la jurisprudencia islámica en sus diferentes fuentes y escuelas.

En las tradiciones islámicas el matrimonio y la familia son considerados como las bases más sólidas que permiten conseguir la felicidad y garantizar la continuidad de la humanidad. El matrimonio es lo que da sentido a nuestras vidas, y además está muy estrechamente vinculado con la perfección en el cumplimiento de la fe, con la tranquilidad de nuestras almas y es la vía natural que permite dar satisfacción a los deseos sexuales.

De acuerdo con el Corán (30: 21): y entre sus signos está el haberos creado esposas nacidas de vosotros mismos, para que os sirvan de quietud, y el haber suscitado entre vosotros el afecto y la bondad. Ciertamente, hay en ellos signos para la gente que reflexiona. Y también en Corán, 24: 32: Casad a aquellos de vosotros que no estén casados y a vuestros esclavos y esclavas honestos. Si son pobres, Dios les enriquecerá con su favor.

Del mismo modo dijo Muhammad: no hay cimiento más querido por Dios que el del matrimonio (Behar-al Anwar, Vol. 100.p. 222, citado por Panahi, 2014). De la misma manera el tener muchos hijos se considera un bien de gran valor en el islam: “Casaos y tened hijos. Estaré orgulloso de tener un gran número de mis fieles el día del Juicio Final” (Mostadrak-al Wasael, vol 14, p. 150, citado por Panahi 2014).

Aunque el matrimonio y su regulación difieren mucho según cada país y en las diferentes culturas de este mundo, por lo que puede resultar arriesgado hacer excesivas generalizaciones, también es cierto que hay muchos caracteres en común si consideramos la forma en la que se regula el matrimonio en estas sociedades. Y ello se debe a que es el propio islam el que establece las normas que han de regir prácticamente todos los aspectos de la vida de las personas, en lo que se refiere, por ejemplo, a sus modos de vestirse, de comer y de beber. Como una de esas normas establece que las mujeres deben vivir casi en reclusión, la posibilidad de “enamorarse” a primera vista no solo está mal considerada, sino que además se la considera como un pecado. Así que en la mayor parte de las sociedades musulmanas los matrimonios se pactan y se llevan a cabo bodas por conveniencia. Sin embargo, eso no quiere decir necesariamente que la gente nunca llegue a enamorarse, pues, a pesar de las prohibiciones, acaba por ocurrir de un modo u otro.

Normalmente el matrimonio es planificado por los padres. Cuando ambas familias llegan a un acuerdo los futuros novios obedecen lo dispuesto por ellos y así pueden llegar al matrimonio sin ni tan siquiera haberse visto antes. Como es de suponer muchos matrimonios pueden llegar a ser felices, y otros desgraciados, pero pase lo que pase continuarán viviendo juntos para siempre. Pues, si bien es cierto que el divorcio en sí mismo está mal visto por el islam, además debemos tener en cuenta que para el marido sería muy gravoso divorciarse y volverse a casar de nuevo, debido a que tendría que devolver el precio de la dote de su esposa.

Para las mujeres la situación es todavía peor porque les resultaría imposible casarse tras el divorcio porque el islam recomienda a los hombres que se casen con mujeres vírgenes. Dijo así el Profeta: casaos con vírgenes, pues sus bocas son más dulces, sus vientres más fecundos, aprenden con más rapidez y su amor es más duradero (Behar-al Anwar, vol. 103, p. 237). Aun en la actualidad los hombres musulmanes quieren seguir el consejo del Profeta y desean casarse con una virgen, porque creen que esa mujer será más casta. Los hombres no necesitan demostrar su castidad prematrimonial, pero a veces las mujeres, sí. No importa que los estados islámicos más rigoristas intenten controlar toda la vida de su población en este terreno, porque el sexo prematrimonial se está haciendo cada día más frecuente debido al acceso generalizado a los medios de comunicación digitales, que permiten a las personas ponerse en contacto con mucha más facilidad. Cuando, a consecuencia de estas relaciones, una mujer pierde su virginidad y no se casa con su primera pareja, puede verse obligada a costearse una carísima operación de restauración de su virginidad, si desease casarse con otro hombre. Todo este tipo de razones son lo que explica que, una vez que un hombre y una mujer hayan decidido prometerse, mantengan su promesa y permanezcan siempre en el mismo matrimonio, ya que las consecuencias de una separación serían muy graves.

Aunque el islam afirma que, a la hora de casarse, lo más importante es tener en cuenta la fe, la religiosidad y la castidad de la futura pareja, sin embargo, también las filiaciones étnicas (chiitas o sunnitas) y la pertenencia a una clase social u otra, juegan un papel muy importante en la elección matrimonial, que por lo general se lleva a cabo dentro del ámbito de la misma clase social y grupo étnico, además de dentro de la misma religión.

Consumado el matrimonio, de acuerdo con el Corán y las leyes islámicas, es el hombre quien será el cabeza de familia y guardián de su esposa. Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres en virtud de la preferencia que Dios ha dado a unos sobre otros y de los bienes que gastan. Las mujeres virtuosas son devotas y cuidan en ausencia de sus maridos, de lo que Dios manda que cuiden. ¡Amonestad a aquéllas de quienes temáis que se rebelen, dejadlas solas en el lecho, pegadlas! Si os obedecen, no os metáis más con ellas. Dios es excelso, grande (Corán, 4: 34).

Según el islam el marido tiene la obligación de dar cobijo y cubrir todas las necesidades de su esposa, y a cambio de ello puede exigirle su absoluta obediencia. En muchas de estas sociedades el marido debe pagar como dote una cierta cantidad a la familia de su esposa, y entregar a su esposa otra cantidad en concepto de Mahr. Dicha cantidad se pacta a la hora de llevar a cabo el acuerdo matrimonial, pero únicamente debe ser entregada por el marido en caso de divorcio, como indemnización. Este hecho hace que la mujer quede sometida a su marido hasta el fin de su vida, a veces únicamente por una razón económica.

En el hogar la función de la esposa se limita a las labores domésticas, como la cocina, el lavado y cuidado de la ropa y la crianza de sus hijos. La mujer es como un campo que debe ser cultivado por su marido. Como dice el propio Corán: vuestras mujeres son campo labrado para vosotros. ¡Venid, pues, a vuestro campo como queráis, haciendo preceder algo para vosotros mismos! (2: 223).

En los países musulmanes más conservadores la situación es todavía peor. Se cree que “una chica debe ir hacia la casa de su destino (la casa de su marido) con un vestido blanco (el vestido de novia) y volver, si se diese el caso, con un sudario blanco”. Lo que deja ver claramente que el divorcio no es solo está mal visto desde un punto de vista religioso, sino también socialmente. Así, si el matrimonio fracasase, y como apenas hay posibilidad alguna de separación efectiva, a la mujer solo le queda tragarse su dolor, sabiendo que no tendrá ningún apoyo social, ni ninguna ayuda legal para superar su problema.

Sin embargo, la situación está comenzando a cambiar en los últimos años. Las jóvenes generaciones, sobre todo las que han accedido a una educación universitaria, y tienen acceso a las tecnologías de la información, han logrado hallar la forma de poder encontrar sus parejas por sí mismas. Se conocen a través de las redes sociales y gracias a los intercambios entre universidades, pero, aun así, al final serán sus familias las que tengan la última palabra a la hora de comprometerse en matrimonio.

El matrimonio se está convirtiendo en algo cada vez más problemático, y crecen las tasas de divorcios. Al poder entablar relaciones con mucha más facilidad a través de internet, ha surgido el “matrimonio blanco”, o libre, que es ilegal de acuerdo con la legislación islámica, y que puede ser peligroso para sus contrayentes, que acuden a él para evitar las obligaciones legales y financieras del matrimonio legal.

Pero lo más peligroso en los países islámicos no es el matrimonio regulado por la ley, sino las altísimas tasas de matrimonios forzados y de matrimonios infantiles, que no son exclusivos del islam, ciertamente, sino que también tienen lugar entre personas de otras religiones. Suele negarse, sobre todo por parte de las clases altas y los grandes medios de comunicación, que exista una relación especial entre el islam y el matrimonio infantil. Pero si examinamos, por ejemplo, el informe de la Unicef de 2013, veremos que seis de los 10 países con altas tasas de matrimonio infantil son musulmanes. Es un hecho que no debemos ocultar, ni podemos justificar, si queremos poner fin a este tipo de abusos que ponen en peligro la vida de las niñas y las mujeres.

06 abr 2021 / 01:00
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