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|| nosotros y cía ||

Factura eléctrica y política energética, un dolor de muelas

Tengo que desdecirme, no me queda otra. En años anteriores, a la vuelta de las vacaciones les aseguraba que con la edad cada vez me influía menos eso que se denomina depresión postvacacional y que esperaba que en el futuro mi reincorporación al trabajo tras el descanso veraniego fuera perfectamente asimilada sin trauma alguno.

Pero qué equivocado estaba. Me supongo que la madurez y los años no lo corrigen todo, ya que muchos de nuestros sentimientos, sensaciones y percepciones dependen sobre todo de las circunstancias del momento, el lugar y la situación personal, social y, cómo no, profesional.

Ya habrán deducido, inteligentes lectores, que cuando empecé a trabajar el pasado lunes casi entro en depresión, solo casi, tampoco hay por que exagerar. ¿Verdad?

¿Motivos para esa desazón? Pues muchos. Algunos que puedo comentarles son un dolor de rodilla, el no poder disfrutar de mi nieta todos los días, carecer de más tiempo para leer, ver series y cine, no estar con mi familia y un largo etcétera de circunstancias externas que como les dije en otras ocasiones, me llevan a desear mudarme a una isla desierta cual Robinson Crusoe.

Menos mal que aún no anochece hasta las ocho de la tarde, porque eso de salir de trabajar de noche da al traste con los ánimos de cualquiera, hasta del más pintado.

Y toda esta zozobra sin pensar en la factura de la luz, que crece y crece sin que se vislumbre un techo para el sablazo que la energía -electricidad y gas- supone para nuestro bolsillo, el de los indefensos consumidores.

Te duele encender la luz, casi no cocinas en el horno porque cuando lo haces siempre te coincide que lo pones es en los tramos horarios en los que el megavatio/hora es más caro, el lavavajillas lo arrancas después de la medianoche, cuando te vas a la cama. Eso si no te olvidas y por la mañana te das cuenta de que tienes que fregar a mano porque ya no dispones de platos y vasos para utilizar y te da dolor de muelas apretar el on.

¿Y la lavadora? Pues hay que arrancarla a primera hora de la mañana, al levantarte, cuando aún es asumible en comparación con el resto del día la electricidad.

Ya no te digo cuando escuchas el ruido negro -así se denomina- del frigorífico, te pone de los nervios cuando te das cuenta de que no puedes disminuir (en este caso subir) más la temperatura interior porque si no ya no enfriará.

Gracias a la política energética de este país, tendremos que apagar la luz de la lamparita nada más meternos en la cama, sin leer esa media horita que tanto ayuda a conciliar un plácido sueño.

Pero ahora que lo pienso, miren por donde a lo mejor el apagón que nos imponen contribuye a mejorar la demografía nacional, ya que si no se puede encender la tele, ni estar en el ordenador hasta altas horas de la madrugada ni disfrutar de tres o cuatro capítulos de nuestra lectura de cabecera, a lo mejor las parejas vuelven a la sana costumbre de copular por las noches y procrear a modo de divertimento y entretenimiento.

No sé. Sea cómo sea, yo sigo en baja forma espiritual.

Y ahí es cuando envidio a que Robinson Crusoe y su compañero, Viernes, viviendo de todo aquello que les proporciona la naturaleza, incluida madera y vientos para la energía, sin que aparezca una empresa eléctrica o hacienda con un recibo o un impuesto al sol y el viento.

En fin, ya iremos desgranando los sinsabores a los que seguiremos enfrentándonos este otoño, el invierno y la próxima primavera. Presupuestos, sumisiones ante los independentistas, Puigdemones, dimes, diretes y rifirrafes entre Gobierno y oposición, demagogia, falacias y falsedades, tomaduras de pelo a la ciudadanía sin el menor rubor ni vergüenza.

Pero ese es otro cuento.

Mientras y ya incorporado y rodado en mi quehacer diario se difumina la pesadumbre y para el momento presente y el futuro, como no podía ser de otra manera, sigo con mi optimismo natural, sin aderezos ni conservantes, un positivismo absolutamente ecológico y sostenible.

En nada tenemos aquí las Navidades, fiestas, champanes, comilonas y nueva normalidad -me sigue sonando fatal- para abstraernos del devenir diario.

Yo por ahora me sumo al dicho aquel de “menos mal que nos queda Portugal”.

|| las claves una a una ||

1 Más errores. Nuestro amado Pedro Sánchez habla pocas veces y mejor sería que no lo hiciera nunca. Dos meteduras de pata, por lo menos, en la última semana a cuenta de sus anuncios presupuestarios para los jóvenes: la ayuda para el alquiler de 250 euros, que veremos que beneficiará a muy poca gente, y el bono cultural del 400 euros para los de 18 años.

2 Descaro. Esta última medida tiene una carga política e ideológica inadmisible en una democracia que se precie, ya que no valdrá para espectáculos taurinos. En esta línea también podría dejarse fuera cualquier otra actividad que no sea del agrado de Podemos y otros socios del Gobierno, o aquellas ideadas, realizadas o llevadas a cabo por personas de un pensamiento distinto al de aquellos que otorgan la subvención.

3 Un desastre. Y luego se les llena la boca al presidente y sus ministros cuando aseguran que gobiernan para todos los españoles, sin distinción de ideología, voto, pensamiento o gustos culturales, en este caso. En fin, qué pena me da todo esto.

|| Lo mejor

entrevista Sinceramente, no comulgo con Arturo Pérez-Reverte, pero su intervención del pasado jueves en el programa El Hormiguero, que presenta Pablo Motos en Antena 3, me pareció providencial. Personalmente me vi identificado con casi todas sus explicaciones y consideraciones, amén de la calidad de su obra literaria y su excelente y pulcro trabajo en la Real Academia Española.

y Lo peor ||

DIPUTADO CONDENADO El diputado de Podemos Alberto Rodríguez fue condenado esta semana por el Tribunal Supremo como autor de una agresión a un policía. “¡Qué vergüenza de justicia!” es lo mejor que se les ocurrió en la formación morada para opinar sobre la sentencia del alto tribunal, ya ni guardan las formas con un “respetamos” o “no opinamos” sobre las sentencias judiciales.

|| La foto de la semana ||
Adiós al Gordo del Euromillones

Ahora que repaso algunas de las fotos que hice este verano, encuentro esta que tomé a mediados de septiembre en el Club Náutico del puerto de Camariñas. Un día maravilloso de sol, con una temperatura ideal y una fría y anhelada cerveza sobre la mesa de una terraza mirando al mar. ¡Ah! y luego disfruté como un auténtico gourmet dando cuenta de una parrillada de moluscos y pescados ¡Qué más se puede pedir! Pues únicamente que sigamos teniendo salud y que la factura de la luz, los impuestos y el alza de los precios no acaben con nuestros escasos ahorros para poder seguir dándonos, de vez en cuando, algún pequeño lujo; los grandes los vamos a seguir soñando, ya que la esquiva diosa Fortuna no me agasajó el pasado viernes con el premio gordo del Euromillones: 200 millones de euros. ¿Qué haría usted con tal cantidad de dinero?

10 oct 2021 / 01:00
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