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Fastos y artificios de ‘Palacio’

El 4 de julio no solo se conmemora la independencia de EE.UU. Es también fiesta de las «isabeles», por la celebración de su patrona: la reina peregrina santa Isabel de Portugal (1271-1325), así llamada en honor de su tía abuela la princesa santa Isabel de Hungría (1207-1231), casada con el rey trovador Dinis I de Portugal (1261-1325), con más de un ciento de cantigas en gallego-portugués.

Ese nombre, Isabel, tiene su aquél. Se constata que casa bien con la realeza.

Celebramos el 70 aniversario en el trono de Isabel II de Inglaterra. Hubo fastos y música. Un espectacular concierto con Queen, R. Stewart, A. Bocelli, D. Ross y otros. Sonó We are the champions, todo un himno, y We will rock you, coreado por el público. No faltó Elton John y su Your Song.

En la memoria queda otra Isabel II: la «Reina Castiza», «la de los tristes destinos» (Galdós), la monarca Isabel II de España (Madrid 1830-París 1904).

Su vida y reinado, desde múltiples prismas, llenan incontables páginas y lagunas, pero me ciño a su visita a Santiago durante 3 intensos días. Vino con su consorte, la infanta Isabel («La Chata») y el príncipe, futuro rey Alfonso XII.

Se dispuso que quedara todo relatado según sus intereses. Convenía hacer buena crónica de sus viajes por España por el bien de la institución que regentaba. La compiló el polifacético De la Rada y Delgado.

Amén de exponer logros de la vida civil de Galicia, aquí se exhibieron costumbres regionales.

Hubo poemas en gallego de A. de la Iglesia, J. M. Pintos, V. de Turnes, A. García Vázquez Queipo y otros autores del provincialismo ideológico que preludian el rexurdimento literario. Como apunta M. Barral, afloró cierto patriotismo local dentro del marco de una España que reivindicaba políticas alternativas en avance: regionalismo y nacionalismo. Esto también se apreció en la música popular y religiosa.

Se entonó un Te Deum «a toda orquesta». Voces infantiles interpretaron ante ella: «Salve, o Reina, de España dulce, / Tierna Madre del Pueblo Español; /Salve, o Reina Isabel, de Galicia, /De Santiago el espléndido sol».

La consabida ofrenda al Apóstol, el cronista la despacha escuetamente: «El siguiente día 9 celebróse también con gran magnificencia el santo sacrificio de la Misa en la Catedral, cantándose un himno sagrado puesto expresamente en música por D. Ramón Palacio, Canónigo Maestro de capilla de la misma santa iglesia». ¿Expresamente? No, según comprobamos.

Ese himno (villancico) se cantó el día 7 y antes -por 1ª vez- el 25 de julio de 1830, en la ofrenda que hizo el obispo de Orense, delegado regio de María Cristina de Borbón Dos Sicilias, madre de Isabel II.

En dicho año Cristina no viajó a Santiago. Desde Polonia, el 27 de junio lo comunicó al Cabildo, indicando que se visitase el sepulcro y donasen 1.500 ducados, como leemos en el acta capitular del 23 de julio.

La visita de Isabel II en 1858 se perfiló en la catedral desde el 3 de septiembre. El Cabildo recibió carta del alcalde con la hora de entrada de la comitiva, organizó el besamanos, dio licencia al cronista de la reina para darle los documentos que solicitara y acordaron vestir «hábito coral» en la misa rezada del día 10.

Ramón Palacio (1793-1863), susodicho maestro de capilla, amañó una pieza de la que parece habían quedado todos satisfechos en 1830, sustituyendo Cristina por Isabela. [¿Isabel, Isabela o Sabela? En ese contexto los 3 caben, según se vea].

Se conserva en la catedral. Es para 4 voces, orquesta y órgano. Llevaba por título en 1830: «De Cristina, nuestra dulce reina. Villancico al Glorioso Apóstol Santiago. Para la oferta de la Reyna». En 1858, cambia a «De Isabela, nuestra dulce reina. Villancico al Sto. Apóstol Santiago. Letra que se puso a la venida de S. M. la reina Dª Ysabel 2ª y demás Rl familia, el 7 de setiembre de 1858».

Es loa a la monarquía hispana, guiño a Compostela y al Patrón de España. Dice el estribillo: «De Cristina / Isabela, nuestra dulce Reyna, hoy la ofrenda admitid y colmadla de dichas y gracias, y a su Esposo también bendecid».

Texto -ripio sobre ripio- y melodía -simple y alegre- no difieren apenas en ambas fechas.

En 1830 se evoca: «sea Cristina la nueva Isabel» [¿la Católica?]. Las voces cantan el texto ya citado. El bajo solista canturrea:

«¡O Patria! Ya tus votos el cielo escuchó, suspirabas por madre por Reyna Madre y Reyna Cristina te dio. No más llanto derrames».

«¡O Patria! Oyó apenas el suelo de Hesperia, sus afanes Cristina endulzó, sus virtudes al Pueblo prendaron, su belleza la España miró».

En 1858 se modificó lo mínimo. Entona el bajo solo:

«¡O Señor a quien debe la España de sus hijos el sosiego y paz! De su centro arrojad la discordia».

«Nuestro suelo de gloria llenad; y a Ysabela, de Reyes modelo, cual dechado de amor y bondad, de Ramiro y Fernando en el trono, para el bien de su pueblo afirmad».

¡Egregios cetros e ilustres coronas!

¿Sutilezas banales con argucias de «Palacio»?

04 jul 2022 / 00:00
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