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ENTREVISTA
Felipe Macías. Catedrático de Edafología en la USC

“Hay que aprender de la naturaleza, tiene millones de años de experiencia”

“Este para mí es el mejor de los ‘hobbies’. Y aunque vivo en un chalet, pasé mi infancia en un piso. ¡Menos mal que tenía la válvula de escape en la casa de mis abuelos, en Mera. Eran labradores y con ellos aprendí las labores del campo. Luego el profesor Francisco Guitián Ojea fue mi maestro y mi director de tesis”.

“Soy profesor emérito de la USC, en la que llevo casi 50 años. Me dedico fundamentalmente a la restauración de suelos, aguas y ecosistemas que estén degradados”.

Así se presenta el catedrático de Edafología para introducirme en el apasionante y desconocido mundo del suelo. Mientras el más común de los mortales ve un terreno, sin más, Macías sabe interpretarlo, recava información muy valiosa y le aplica tecnología gallega.

El último ejemplo, el proyecto Tekura, por parte de Enusa, en el término salmantino de Saelices. La utilización de tecnologías innovadoras de recuperación de suelos, aguas y ecosistemas como son los tecnosoles o los humedales reactivos han permitido la recuperación de todos los suelos hiperácidos y de las aguas superficiales, así como una importante mejora de las aguas freáticas.

Cuando se ve agua contaminada, rojiza en una superficie, no se soluciona el problema sustituyéndola por agua limpia. ¿Qué hacen?

Con los tecnosoles hacemos un suelo a la carta, de diseño para resolver un problema concreto. Lo que hacemos es copiar a la naturaleza.

¿Y cómo lo hacen?

Cogemos materias primas, subproductos, incluso otros suelos y hacemos la mezcla adecuada para resolver cada problema. Es una mezcla de la materia orgánica con material mineral. Por ejemplo, si tenemos que fijar arsénico, hacemos el suelo que fija el arsénico, que hace que no pase al agua. Con lo cual se queda inmovilizado y no es venenoso, no es activo. Si tenemos el problema del uranio, debemos inmovilizarlo, porque si va al agua, la va a contaminar.

Podemos hacer tecnosoles para solucionar problemas muy variados (de minas de mercurio, de cadmio...), pero también de un exceso de fósforo en embalses o lagos en donde pueden aparecer explosiones de cianobacterias tóxicas, que son a veces mortales, y que nosotros podemos resolverlo con tecnosoles absorbentes de fosfato; podemos hacer que en un lugar donde no crece vegetación, crezca; o todo lo contrario, lo cual es bueno para evitar lugares donde el riesgo de incendios es muy elevado, o como cortafuegos...

Nosotros nos preguntamos qué hizo la naturaleza para protegerse de ese problema. Por eso hicimos unos estudios de más de 10 años de duración por todo el mundo, viendo suelos en todos los continentes, principalmente en toda América, desde la bahía de Hudson a Tierra de Fuego y viendo suelos totalmente distintos y aprendiendo por qué tenían determinadas propiedades que podíamos considerar útiles.

También hacemos humedales reactivos, que son como charcas a las que les ponemos tecnosoles. Y lo que hace es arreglaa los problemas de aguas contaminadas con menos tiempo y con menos superficie.

A usted el suelo le habla y cuando ve un terreno, sabe perfectamente lo que le quiere decir.

(Risas). Evidentemente. Yo soy catedrático de Edafología desde hace 40 años. Tengo bastante experiencia y, entre otras cosas, también tenemos otro proyecto, Terra Mater, en financiación desde hace un año: buscar tecnosoles para actividades de posincendio. Lo que pretendemos es que ese suelo sea más resistente después al fuego.

¿Y cómo?

La materia orgánica tiene una temperatura de combustión. Si hacemos que la materia cambie hacia formas en donde arda a mayor temperatura, la combustión es más difícil. No es que sea imposible, pero es que al arder a mayor temperatura, arderá peor y la propagación será menor.

¿Cómo afecta al medio ambiente?

Estos suelos están aprobados por la FAO, organización que le puso el nombre en 2006. Nosotros llevábamos haciendo suelos artificiales desde 1992. De hecho, somos la primera norma del mundo de tecnosoles. La hicimos en 2005 y la modificamos en 2008. Actualmente se está copiando en muchas partes del mundo, adaptándola a distintos ambientes. Y todo con tecnología y normativa gallegas.

¿El mundo tiene, entonces, muchas posibilidades?

Sí. Fundamentalmente porque se puede hacer en tecnologías de obra civil. Por ejemplo, el primer ensayo lo hicimos en la A8, dirección a Oviedo. Tenían una superficie cortada, con sulfuros, se iba a oxidar a y producir aguas ácidas. Le echamos el tecnosol, se cubrió de vegetación y no se oxidó. Luego también hicimos cosas en el tren de alta velocidad.

Asimismo consideramos que podemos aplicar estas tecnologías a la industria agroalimentaria. De hecho, tenemos tecnosoles en el Pazo de Señoráns. De hecho , las aguas residuales del Pazo de Señoráns se tratan con un tecnosol de diseño nuestro, experimental, pero que está funcionando muy bien.

¿De dónde viene la idea, profesor?

Pues de que la naturaleza puso suelo como su sistema de protección. La calidad de las aguas depende de que el suelo funcione bien. Si está contaminado, va a contaminar las aguas. Si tiene capacidad de retención de contaminantes y de amortiguación de impactos, el agua va a estar bien.

El tecnosol, una vez que evoluciona, es un suelo, y como tal se rige por las mismas leyes y los mismos principios que los naturales.

¿Podemos considerarlos como resucitadores del suelo?

Hasta ahora sí. Siempre digo que a nosotros siempre nos llegan los cadáveres (risas). De hecho, ya estoy trabajando en la problemática del Mar Menor, pero lo que tenemos claro es los tecnosoles son sobre todo para prevenir.

Las actividades mineras que se sabía que iban a provocar impacto, si se tienen ya los tecnosoles adecuados, esos daños ya no se producen. Con lo cual, ni los daños son tan graves, ni los costos de restauración son tan elevados. La verdadera utilidad de nuestros tecnosoles es como un sistema de prevención.

Lo que está claro es que hay que hacer caso a la naturaleza.

Nosotros siempre lo decimos. Hay que aprender de la naturaleza porque tiene una experiencia de muchos millones de años...

¿Y alguna vez ella se equivoca?

Pues no, la prueba está en muchas cosas que debemos aprender de ella. Por ejemplo, no tiene residuos. Lo integra, lo recicla y lo reutiliza todo.

Cosa que el ser humano...

... tiene que aprender a ir hacia el vertido cero. De hecho, nosotros apostamos por la economía circular; es decir, que los residuos de unos puedan servir de materias primas para otros, evitando tener que llevar cosas al vertedero, que es la peor de las alternativas posible.

¿Podemos decir que un vertedero es un atentado medioambiental?

Es una solución que han tenido que buscar las sociedades modernas para un problema en un momento dado. Pero en la medida de lo posible debería desaparecer porque los productos se pueden volver a reintegrar en actividades positivas como los tecnosoles o biocarbones. Tenemos un tecnosol que se llama Terra Preta porque lo hemos aprendido a hacer de los suelos de la Terra Preta de los indios amazónicos.

¿Y cómo se estudia?

Primero hay que ir al campo y comprender por qué se ha formado. Es lo que llamamos el estudio de la génesis del suelo, cómo nació, a partir de qué roca viene, cómo fue su desarrollo y en qué estadío se halla. Porque un suelo tiene también un desarrollo, igual que un ser vivo. Por ejemplo, la selva del Amazonas en algunos miles de años puede convertirse en un páramo, porque no tiene nutrientes y no puede alimentar la cobertura vegetal, y los daños de impacto de plagas y fuegos son mucho más fuertes.

Es el suelo el que regula todos los ciclos de todos los elementos químicos que funcionan en la biosfera.

¿Son los vertederos una de las causas del cambio climático?

Sí. A un vertedero, cuando se lleva la materia orgánica, el 50 % se va a descomponer dando CO2, igual que si dejáramos los cadáveres al aire. Y el otro 50 % se va a descomponer dando metano, que caliente la tierra 23 veces más que el CO2. Las soluciones de los vertederos han de ser buscadas lo antes posible a través de la economía circular.

El vertedero

Un mal necesario. “El vertedero tiene una autorización de funcionamiento. Creo que es un mal necesario en un momento dado, pero del que tenemos que ir aprendiendo a prescindir y aprender a reutilizar todos los materiales. Por ejemplo, muchos de los materiales que van al vertedero yo los puedo utilizar para hacer tecnosoles y, además, puedo hacer algo más todavía para luchar contra el cambio climático: y es que la materia orgánica la puedo metaestabilizar. Es un proceso que también hace la naturaleza. Mientras que un cadáver se pudre en tres, cuatro meses, el compost en cinco años y el estiércol, en tres o cuatro, la naturaleza hizo que los suelos pudiesen almacenar materia orgánica que dura, al menos en Galicia, dos mil años. Es decir,sabe conservar el carbono mucho tiempo, mientras que nosotros no. No logra hacer que sea eterna, pero sí consigue que dure mucho tiempo”, explica Macías.

20 sep 2020 / 00:00
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