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ARTE. Enigmática, es bella en cualquiera de los momentos de su existencia, por encima de los delirios de la juventud en la que asombró con su presencia en la pantalla grande // El día 6 de marzo recibirá el Goya de Honor. TEXTO José Aguilar

La actriz Ángela Molina, una estrella sobre aquella lluvia

Todos los focos se encienden cuando la ves atravesar un salón, sientes una especie de arpegio que abanica las entrañas de lo íntimo con un compás binario. Se producen los silencios. Es como una sensación que roza el deseo de lo más profundo que se abre paso entre la marea rutilante de las costumbres conocidas. Ángela Molina es enigmática, bella en cualquiera de los momentos de su existencia, por encima de los delirios de la juventud en la que asombró con su presencia en la pantalla grande a la mirada de unos espectadores que la devoraban con fruición. Cada uno de los planos de los atardeceres en su boca debe meterse en ese baúl de las fantasías imposibles que deseamos y jamás esperamos en nuestras primeras mañanas que mezclan los azúcares profundos. Deliciosa melodía sin descanso son los placeres de su boca.

Sus movimientos y su sonrisa se visten con colores cálidos alcanzando la arrogancia entre los perfiles sencillos entre los que le gusta nadar disfrutando de las caricias del viento solano al que rinde homenaje con su respirar profundo. Ya es tiempo de hacer balance de la intensa carrera de uno de nuestros animales cinematográficos más rotundos, de una actriz que se reinventa y que consigue confirmarnos en todos los trabajos que es una intérprete con posibilidades y que ahora, por fin, recibirá su merecido Goya de honor. Su sensibilidad se enseñorea en cada uno de los registros sin caer en la arrogancia que se rinde ante el espejo de las circunstancias fáciles.

Una saga para la historia. El arte paseaba ya por los perfiles de una cuna a la que se asomaba su padre, el gran cantante Antonio Molina, al que nunca miraron de frente para rendirle los honores merecidos. Antonio le enseñó a discernir lo verdaderamente importante en la vida y en el mundo artístico sin pasearse por la cuerda floja de unas tentaciones a las que consiguió dar un pasaporte al olvido desde los primeros momentos en los que se planteó seriamente su profesión. Su padre conoció su talento desde los primeros pasos y alentó el mestizaje. Comenzaba la creación de un mito.

Aquellos recuerdos en los salones de los espejos. Cuando la conocí me pareció bellísima, impactante, con una sonrisa más que afrodisíaca, cautivadora y que hacía soñar con otras costumbres diferentes a las cotidianas. Eran unas melodías teñidas de colores amarillos sobre un fondo gris. Yo apenas había cumplido veinte años y ella inauguraba unos cuarenta que hacían crujir las baldosas de un infierno iluminado por unos párpados que se entornaban con melancolía. La melena sobre un rostro repleto de misterio que se iluminaba con cada palabra. Entre las incógnitas te hacía temblar cuando cogía tu brazo y pronunciaba tu nombre.

Es como si paralizara el tiempo con aquella actitud repleta de cadencias. Con el productor Luis Sanz había rodado Las cosas del querer, dirigida por Jaime Chávarri, que había sido un éxito rotundo de crítica y taquilla, y ya estaba a punto de empezar la segunda parte que aunque, finalmente, resultaría más descafeinada que la primera, obtuvo también una gran repercusión en América. Con esa secuela se recaudaron muchos millones de beneficio, de las antiguas pesetas, que permitieron abordar otros filmes de capricho de Sanz.

En aquella cena ella me preguntaba sobre las películas que me gustaban y quería que le comentase sobre los actores que me causaban una impresión profunda. A mí me preocupaban mis respuestas y todo me ruborizaba mientras permanecía sentado a su lado en aquella cena en la que no pude probar bocado y en la que no quería desaprovechar ni un solo intervalo.

El tiempo jugaba en mi contra y mis instintos se desesperaban. Yo ya había coincidido con ella en el rodaje de la deliciosa película El baile de las ánimas de nuestro querido Pedro Carvajal en el 94, pero fue en aquel momento cuando pude disfrutarla en toda su dimensión personal. Ángela corría en aquel instante iniciático entre los senderos de un boj inundado de madreselvas que desprendían todo su aroma.

Aquel intenso contacto me provocó un gran interés por su carrera cinematográfica y, gracias a Luis y a la filmoteca, pude empezar a visionar casi todos los títulos de una carrera abrumadora que quitaba la respiración y que traspasaba las barreras de la producción nacional que, realmente, se le quedaba pequeña para su personalísimo talento. No puedo dejar de citar Ese oscuro objeto de deseo de Luis Buñuel, A un Dios desconocido de Jaime Chávarri o Demonios en el jardín de Manuel Gutiérrez Aragón, rodadas en la década de los setenta, etapa en la que filmaba más de tres películas al año rechazando tantos y tantos filmes de un destape en el que nunca se sintió cómoda aunque le pareciese delicioso jugar al erotismo...

Una musa del destape que no quería serlo. Los setenta eran unos años en los que todo cambio en nuestras pantallas y aunque se produjeron con bastante esfuerzo títulos extraordinarios existían muchísimas producciones inasumibles desde cualquier punto de vista. La sensibilidad e intuición de Ángela le impedían aceptar contratos millonarios que solamente querían mostrar su rotunda naturaleza en guiones de escasa o nula calidad.

Así, nuestra actriz rechazó una y otra vez cualquier proyecto que resultase sospechoso ante sus interrogantes. La pizarra de nuestro cine estaba llena de desnudos sin sentido que se exhibían con escaso pudor en unos momentos en los que la sociedad española necesitaba alimentarse de un erotismo que se alejaba en innumerables casos del buen gusto y de lo verdaderamente artístico en el terreno fílmico. La factura de muchas películas era de cuarta regional y Ángela tenía muy claro que no podía equivocarse por mucho dinero que le ofreciesen. Sin que le temblara ni una sola vez el pulso rechazó títulos que lanzaron a la fama a otras estrellas del momento con las que nunca quiso que la relacionaran.

Ángela quería brillar de otra manera y lo consiguió no solamente en nuestro país. En Italia se forjó una importante trayectoria con la que obtuvo notables reconocimientos y un público que la respeta. En nuestra memoria muchos títulos que provocan un bello recuerdo, pero a mí siempre me abordan las imágenes de Una mujer bajo la lluvia junto a Antonio Banderas. Una película dirigida por Gerardo Vera que pasó bastante desapercibida. Efectivamente, no es un gran trabajo, pero ella tiene en el filme unos momentos especialmente magnéticos que me impactaron en mi primera juventud.

Ángela no solamente te mereces este Goya de Honor, te mereces el reconocimiento de todo el público al que has ayudado a soñar un poquito más. La sombra nunca podrá con tu belleza íntima.

GRAN FAMILIA

··· “Hija, hermana y madre de artistas, la actriz, cantante y bailarina, Angela Molina ha trabajado con algunos de nuestros cineastas más destacados de las últimas décadas, como Buñuel, Almodóvar, Borau, Gutiérrez Aragón, Jaime Chávarri, Jaime de Armiñán, Josefina Molina, Bigas Luna, Jaime Camino y Pablo Berger”, así presenta al web de la Academia de Cine cuya Junta Directiva ha decidido hace semanas que ella reciba el prestigioso Goya de Honor 2021 el día 6 de marzo.

04 ene 2021 / 00:00
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