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La definida huella de Sotomayor en Chile

    A Fernando Álvarez de Sotomayor (Ferrol, 1875-Madrid, 1960) se le considera en Chile uno de sus artistas y con todo merecimiento forma parte de la historia del arte de aquel país; en el Museo Nacional de Bellas Artes y en colecciones particulares han quedado ejemplos de una intensa presencia que comienza en 1908, cuando el pintor atendiendo a una invitación oficial, se traslada a Chile para ejercer de profesor en la Escuela de Bellas Artes y la oferta se produce en un momento favorable, cuando su carrera se está desarrollando con éxito. Más allá de valorar su estatus, el gobierno chileno preparaba los actos de celebración del Centenario de independencia (1910) y deseaba estrechar lazos con España para propiciar un acercamiento cultural.

    Hasta entonces, la influencias estéticas, francesa e inglesa en la plástica chilena habían sido constantes y el momento parecía oportuno para propiciar un cambio y volver la mirada hacia un nuevo marco; Joaquín Sorolla, Ignacio Zuloaga y Ramón Casas, se encontraban, entonces, realizando una pintura a partir de supuestos tradicionales, aunque abierta a una mentalidad vanguardista de connotaciones europeas, empleando renovadas técnicas y Sotomayor estaba cumpliendo con importantes encargos.

    El retrato y la temática mitológica eran el principal argumento de su obra aunque ya se estaba introduciendo en la práctica de un costumbrismo regionalista, distinguido y elegante, que ofrecía una visión de Galicia legendaria y céltica.

    La idea de poner en funcionamiento un programa pedagógico junto a la posibilidad de ofrecer su visión de la pintura a través del propio ejemplo, pesarán en la decisión final. A su llegada, puede comprobar la realidad artística generada desde la Escuela de Bellas Artes y el Consejo de Bellas Artes, que organizaba las actividades y al tiempo se encargaba de dirigir el Museo Nacional. Más allá de la enseñanza, la labor promocional de esas instituciones propiciaba un atractivo clima cultural y en ese entorno Sotomayor entiende que tiene que mostrarse como artista; una de las primeras acciones en ese aspecto será la exhibición de su obra y su participación en exposiciones; en la Quinta Normal enseña una serie de piezas, entre ellas el Retrato del pintor Alfredo Helsby, realizado ya en tierras chilenas.

    En el Primer Salón Nacional presenta una colección de retratos de reciente creación pertenecientes a familias influyentes de Chile y su figura como artista se afianza; prueba de ello son los numerosos encargos que recibe. Desde su cátedra de Dibujo Natural y Colorido comienza a sentar las bases de su ideario pedagógico; su neutralidad y prestigio serán una garantía para los alumnos, procedentes, en su mayoría, de diferentes clases sociales y quienes pronto serán los protagonistas de novedosos modos de entender el arte; Sotomayor les enseña técnicas nuevas, les ayuda a llevar a cabo sus propios planteamientos desde el rigor y la conciencia de lo que supone ser un buen artista.

    La situación incluye transformaciones en la temática, la inclinación hacia cuestiones sociales, cambios en la composición, la aplicación directa del trazo y el color sobre el lienzo obviando el boceto previo.

    Básicamente, los discípulos centrarán sus intereses en el ejercicio de una nueva pintura que extraerá del entorno aquellos elementos cotidianos familiares para expresarlos de un modo directo. El estilo limpio y clásico de Sotomayor será un referente y de ese magisterio saldrá una generación de pintores que tendrá una especial relevancia en la historia del arte chileno: la Generación del Trece, también llamada del Centenario o de Sotomayor; todos proceden de la Escuela de Bellas Artes: Pedro Luna, Fernando Reza, Alfredo Lobos, Ulises Vázquez, Ezequiel Plaza, Jaime Torrent, Abelardo Bustamante, Arturo Gordon, Oscar Millán, Jaime Torrent, Manuel Gallinato, Jerónimo Costa, Agustín Abarca y Carlos Isamitt.

    Atienden a la expresión de costumbres tradicionales del propio país, a la recreación del paisaje cercano y con la expresión de un lenguaje que renuncia a los postulados del siglo XIX, esa nueva realidad artística tiene en el ejemplo y doctrina de Sotomayor y en la definida estética racial de su obra, los fundamentos del cambio.

    11 oct 2021 / 01:00
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