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La odisea pop del sargento Pimienta y su banda de corazones solitarios

Más de medio siglo ya del octavo disco de estudio de The Beatles, surgido en un momento en el que se sentían atrapados en un callejón sin salida por el brutal empuje de su propio éxito. La Beatlemania era una bendita locura pero resultaba insoportable, de manera que decidieron que el del 29 de agosto en el Candlestick Park de San Francisco sería su último concierto.

La escena es sencilla: imaginemos a un niño de cuatro o cinco años sentado en el suelo ante un equipo de música a la vieja usanza, de esos plateados de varios pisos. Los vinilos están en la parte inferior y siempre escoge el mismo. Lo separa con cuidado del resto, lo observa, lo toca y lo despliega sobre sus piernas cruzadas. Porque el álbum es doble y se abre. Es de los que molan.

Y con el simple gesto de abrirlo, como hace a diario, está abriendo una puerta a un mundo de infinitas posibilidades en el que no es necesario ni que empiece a sonar la música. Su imaginación le lleva a esos lugares en los que podrían estar esos cuatro tipos con sus casacas militares ‘eduardianas’ de colorines. Y antes de saber quienes son realmente o cómo suena lo que tocan, ya retumban en su cabeza melodías inventadas.

Pero, ¿quiénes son estos cuatro? ¿Por qué llevan bigotes? ¿Y la gente que les rodea? ¿Dónde están? ¿Qué hacen? ¿Qué han hecho? ¿Qué harán? Durante un tiempo puede aguantar su ímpetu y hacer caso a la orden expresa de no sacar los vinilos y ponerlos a girar en el tocadiscos, más que nada porque tiene que encararse a un taburete para conseguirlo. Y porque los mayores no se fían realmente de sus torpes manos que todo lo quiebran.

Sin embargo, llega un momento en el que, en ese instante fugaz en el que cree que nadie le ve, decide que ya no puede más. Se tambalea sobre el taburete, abre el tocadiscos, coloca el vinilo no sin dificultades varias. Y la aguja, ah, la aguja, pesa más de lo que parecía, pero milagrosamente cae en el surco adecuado y eso empieza a crepitar al mismo tiempo que los personajes de la portada cobran nueva vida.

Murmullo, afinación de instrumentos y aquí está la Sgt Pepper’s Lonely Hearts Club Band, recibida entre aplausos y risas con su riff de guitarra rodeado de instrumentos de viento. Para cuando llega el estribillo ya está tumbado en la cama con los ojos fuera de las órbitas repasando por enésima vez todas esas caras que le miran desde la colorista portada. Y todo cobra sentido. ¡O sea que son ellos!

EL DISCO MÁS INFLUYENTE DE LA HISTORIA. La descrita es una historia de descubrimiento como hay millones en todo el mundo. Pero esta es la mía. Así entraron y siguen entrando los Beatles en nuestras vidas. Abriéndose paso con sus canciones atemporales, y apuntalando los muros con obras tan ambiciosas como Sgt Pepper’s Lonely Club Band, editado el 1 de junio de 1967. Más de medio siglo ya del octavo disco de estudio de The Beatles, surgido en un momento en el que Paul McCartney, John Lennon, George Harrison y Ringo Starr se sentían atrapados en un callejón sin salida por el brutal empuje de su propio éxito. La Beatlemania era una bendita locura pero resultaba insoportable, de manera que decidieron que el del 29 de agosto en el Candlestick Park de San Francisco sería su último concierto.

En un momento de exposición constante, John Lennon llegó incluso a pronunciar su famosa frase de que los Beatles eran más famosos que Jesucristo, provocando el previsible desmadre de reacciones desde aquí y allá. Si querían seguir adelante tenían que encontrar un resquicio y, justo cuando parecía que no había, a Paul se le ocurrió que podrían montar un grupo ficticio que les permitiera no ser realmente ellos. Así nació La Banda de los Corazones Solitarios del Sargento Pepper. Vale, eran los cuatro de siempre, pero quizás no del todo. Para que la idea cogiera cuerpo, decidieron también adoptar un cambio estético basado en guardar los trajes en el armario y cambiarlos por casacas de colores y bigotes frondosos. En lo musical, el fresco pop imbatible viraba hacía la psicodelia y las estructuras intrincadas. Y se convertían así casi en pioneros del floreciente movimiento hippie.

PRIMER DISCO CONCEPTUAL. De hecho, todo el álbum tiene una idea que lo recorre, lo que le convierte en el primero en cambiar las reglas del juego. Ya nunca más sería cuestión de encadenar una canción detrás de otra. A partir de ahora, el orden pasaba a ser importante, así como los asuntos que se trataban en las letras (esto costó algo más pero progresivamente se fue afianzando). Porque sin ser enteramente un disco conceptual, desde luego nace y crece en torno a un concepto.

Por eso, hay una trama que comienza con la orquesta afinando sus instrumentos antes de que en el tema titular se presente a la banda y a su líder ficticio, Billy Shears, interpretado por Ringo Starr. Por primera vez sin silencios entre las canciones, se suceden With a little help from my friends, Lucy in the sky with diamonds, Getting better, Fixing a hole, She’s leaving home y Being for the Benefit of Mr Kite!

En la segunda cara, Within You Without You, When I’m Sixty-Four, Lovely Rita, Good Morning Good Morning y Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (Reprise). Una docena de composiciones que no siguen todas la línea argumental principal pero que, al contar con un ‘reprise’ de la canción titular en la parte final, quedan enmarcadas y conforman una historia en sí misma antes del clímax final con A Day in the Life.

SESIONES DE GRABACIÓN. Las sesiones de grabación empezaron a finales de 1966 con una serie de canciones que formarían un álbum temáticamente unido por las infancias de los cuatro Beatles, un concepto ideado por Lennon. El resultado fueron Strawberry fields forever, When I’m sixty four, Penny Lane y Carnival of light. Siguiendo la tradición de la época, Strawberry fields forever y Penny Lane se lanzaron como single doble, por lo que se anticiparon al álbum y no fueron incluidas en él (una decisión de la que se lamentarían posteriormente).

Los estudios Abbey Road de Londres fueron la base de operaciones del cuarteto inglés, que también trabajó en los Regent Sound Studios. La grabación concluyó el 21 de abril de 1967 después de más de 700 horas de labor en el estudio, con un coste aproximado de 25.000 libras esterlinas. Un esfuerzo que se vio recompensando pues, parapetados tras su banda ficticia, los Beatles experimentaron más que nunca, sin ataduras y con libertad total.

Inspirados por el Pet Sounds de los Beach Boys (la obra maestra de Brian Wilson que querían superar), McCartney, Lennon, Harrison y Starr fueron más allá que con su ya de por sí rompedor Revolver (1966) y abrieron todas las puertas que encontraron a su paso. Cambiaron su forma de tocar, la estructura de las canciones y la forma de grabarlas gracias a los adelantos técnicos de la época, con todo tipo de trucos. Además, las canciones del disco fueron grabadas y editadas en sonido monoaural y estereofónico, mediante una grabadora de cuatro pistas.

ICÓNICA PORTADA. Llegó entonces el momento de empaquetar la música y redondear la jugada con una portada diseñada por Peter Blake y Jann Haworth, bajo la dirección de Robert Fraser y a partir de una idea de Paul McCartney, quien dibujó un boceto en el que los Beatles posaban como músicos callejeros con instrumentos de viento, rodeados de amigos delante de una pared con un póster de Brigitte Bardot y varios trofeos. Ante ellos, una alfombra foral (se dice que en la portada final, bajo los pies de los músicos lo que hay es marihuana, por cierto).

A partir de ahí se desarrolló la idea de la banda municipal que se fotografía con su público imaginario, que terminó teniendo rostros tan icónicos como los de Allan Poe, Bob Dylan, Fred Astaire, Tony Curtis, William Burroughs, Marilyn Monroe, Karl Marx, Lawrence de Arabia, Marlon Brando, Oscar Wilde, Dr Livingstone, Johnny Weismuller, Marlene Dietrich o Shirley Temple. Aunque estaban en la lista inicial, se quedaron fuera Ghandi, Jesucristo y Hitler (por motivos obvios).

El fotógrafo Michael Cooper se las apañó el 30 de marzo de 1967 para montar el collage con recortables de cartón a tamaño natural, figuras de cera y los cuatro Beatles. Tras diversos cambios y jugueteos con las perspectivas, apretó el disparador y perpetró una de las portadas más icónicas de la historia de la música. La puerta a un mundo fantástico en el que todo es posible.

’“Fue difícil saber qué hacer después de The Beatles. ¿Qué es lo que sigue? Estaba deprimido. Lo estarías. Estabas rompiendo con los amigos de toda tu vida,” confesó Paul McCartney en una entrevista para el programa Mastertapes de la radio británica BBC el 4 en mayo de 2016, en la que también reconoció que fue el negocio el que separó a los Fab four.

“Paul deja los Beatles,” fue el gran titular de la portada del diario británico The Daily Mail el 10 de abril de 1970: aquel anuncio, que coincidía con la presentación de McCartney, el primer álbum en solitario del músico, suponía nada menos que el final de la banda de rock más grande de todos los tiempos, que durante una década había cosechado millones de fans y se había convertido en un fenómeno planetario.

La culpa del final de The Beatles recayó inmediatamente sobre Paul quien, sin embargo, era el más interesado en continuar con el proyecto. John Lennon ya le había comunicado a McCartney su decisión de abandonar el grupo meses antes, en septiembre de 1969, justo antes del lanzamiento de Abbey road, y tanto Ringo Starr como George Harrison habían amagado con lo mismo.

Lo cierto es que The Beatles habían dejado de actuar en directo en 1966, y los desencuentros se habían convertido en habituales.

Un ejemplo fueron los vividos durante la grabación de Let it be, el penúltimo álbum grabado por la banda, que vio la luz el 8 de mayo de 1970 y supuso la despedida oficial de The Beatles, al convertirse en el último en ser publicado. Sobre el fin del grupo se ha especulado durante medio siglo y, además de Paul, el relato más extendido ha fijado otra gran culpable: la artista Yoko Ono, pareja de Lennon, cuya influencia artística sobre el músico habría causado la separación de la banda.

Un aspecto desmentido por el propio McCartney que, en una entrevista con David Frost, aseguró que “ciertamente ella no rompió el grupo, el grupo se estaba disolviendo”. El fallecimiento de Brian Epstein -el quinto Beatle- en agosto de 1967, posiblemente jugó un papel importante en la disolución del grupo. Como representante de los Beatles, no sólo se había encargado del buen funcionamiento del negocio, sino que siempre había ayudado a limar las diferencias entre los cuatro artistas. Aplazado por el triste acontecimiento, el célebre viaje a La India de Lennon, McCartney, Harrison y Ringo Starr, por fin se produjo en febrero de 1968, un evento con una notable influencia para los músicos, tanto a nivel creativo como a nivel personal.

Durante este periplo, compusieron la mayor parte de las canciones del célebre White album, el décimo trabajo de la banda, que fue publicado el 22 de noviembre de 1968. Después de aquel doble álbum, sólo grabarían dos trabajos más: Let it be y Abbey road, publicados en orden inverso a su grabación.

Abbey road fue el último disco grabado por los cuatro de Liverpool, pero Let it be, su duodécimo disco, sería el último en ser publicado, un mes después de que se conociera el final definitivo del grupo. Denominado inicialmente Get back, y concebido como una especie de vuelta a los orígenes rockeros del grupo, en el que los cuatro volvieran a tocar juntos para la grabación y ante el público, el proyecto incluía la grabación de las sesiones de ensayo para realizar un documental que mostrara cómo se preparaban The Beatles para un concierto. Let it be fue grabado en enero de 1969 en los Twickenham Film Studios y en el estudio de las oficinas de discográfica Apple, en el West End londinense. Allí celebraron, el 30 de enero, la que sería su última actuación en directo: el concierto de la azotea, recogido también en el documental, y que concluyó cuando las quejas de los vecinos provocaron la intervención de la policía.

06 ago 2022 / 23:16
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